SUDÁFRICA

Cerco al turismo sexual con niños

30.000 menores, la mitad entre 10 y 14 años, son prostituidos en Sudáfrica según datos de Unicef. Que la Copa del Mundo de Fútbol no sea territorio impune para el turismo sexual con niños es su última cruzada

VIRGINIA RÓDENAS

No todo se juega, y se pierde, estos días sobre el césped de los estadios de fútbol sudafricanos.

Fuera, millones de tarjetas rojas, símbolo futbolístico de advertencia universal contra el que viola gravemente las normas, se reparten por todo el país contra el turismo sexual, ... la explotación y el tráfico de niños. Son reproches en plástico que llevan impresos números de emergencia gratuitos de los servicios de Policía y líneas infantiles para ayudar a niños y adultos a denunciar abusos en cualquier momento y lugar. Porque en Sudáfrica, donde 12 millones de menores viven en la pobreza y 30.000 de ellos son prostituidos, según datos que maneja Unicef, la mezcla de diversión, relajación, sensación de anonimato, impunidad y extrema vulnerabilidad de la víctima hacen el caldo gordo que nutre al explotador ocasional; ese turista borracho de relativismo moral, que lejos de su casa y su entorno no desaprovecha la oportunidad de tener sexo con un menor. «No buscan niños pequeños, como los pederastas -apunta Gabriel González-Bueno, del comité español de Unicef-, sino púberes, a los que también se dirigen en la creencia errónea de que con ellos estarán libres de contraer enfermedades, en un país con arraigada creencia de que el sexo con vírgenes cura el sida».

Las bestias han emprendido viaje, pero de cuántos criminales hablamos. Desde «Save The Children», Liliana Orjuela dice que «España es un gran emisor de personas que explotan sexualmente a menores en Centroamérica y Asia» y, aunque no se puede cuantificar con rigor su volumen por tratarse de una actividad clandestina, la cifra que calculan los expertos ronda los 35.000 viajeros que cada año traspasan el límite de meterse en la cama con un niño. De la cifra de abusados habla Unicef: más de dos millones en el mundo. «De África hemos estudiado el caso de Marruecos donde nuestros colaboradores a pie de calle dan cuentan de turistas españoles que buscan niños y los piden casi como si fueran objetos de catálogo. Pero en el caso de Sudáfrica lo que más se teme es el peligro que procede de los países vecinos, aunque sin minusvalorar el acecho de turistas de todas las partes del mundo sobre una población infantil vulnerable que habita en la calle y sobrevive a duras penas; la falta de mecanismos internacionales legales y la ausencia e ineficacia de las denuncias convierten su explotación, que es delito en cualquier parte del mundo, en impune». De hecho, recuerda Orjuela, que a pesar de los números abultados, este año sólo hemos sabido de la detención de un español, en Brasil.

Retrato del viajero explotador

El perfil del turista sexual más habitual es el que no planifica su caza en origen, sino que acepta la ocasión que se le presenta como una opción más de ocio. Lo describe Ana Sebastián, responsable de Ecpat-España (ecpat-esp.org), para quien «el hecho de viajar ya implica romper tabúes. Estos explotadores pertenecen a todos los estratos sociales, pueden estar casados o solteros, tener hijos, poseer un buen estatus económico o ser viajeros de pocos recursos, de todas las profesiones y edades. Lejos de las convenciones sociales y morales que normalmente regulan sus conductas, muchos de estos turistas justifican lo injustificable arguyendo que el abuso es culturalmente aceptado en el país de destino, que esos niños no tienen nada que ver con los chicos de su edad que hay en su país de origen o con sus propios vástagos, o excusan su conducta alegando que ayudan económicamente al niño abusado».

Para Sebastián también el laberinto legal internacional es la causa mayor de impunidad. «España, con otra treintena de países, ha adoptado una legislación extraterritorial para poder combatir en su propio suelo los delitos contra la infancia que hayan cometido sus nacionales en otros países. Pero la falta de denuncias y de pruebas que las corroboren la hacen poco eficaz».

Ante este limbo jurídico donde difícilmente el que la hace la paga, la Organización Mundial del Turismo ha apelado a la «obligación moral del sector turístico que tiene una responsabilidad especial en la lucha contra el trabajo infantil, la explotación sexual y la trata de niños. Hay que actuar porque no podemos seguir permitiendo que el abuso de menores viaje». Y desde el Comité Económico y Social Europeo (CESE) se ha exigido la creación de una base de datos lo más amplia posible sobre los delincuentes que viajan al extranjero con fines pederastas. La petición está basada en un informe de la ponente Madi Sharma bajo el título «La protección de los niños que corren riesgo de ser víctimas del turismo sexual infantil», donde se afirma que un 4,5% de los 842 millones de personas que viajaron en 2006 eran agresores sexuales y un 10% pederastas.

En el texto aprobado por el CESE se establece que los derechos del niño deben primar sobre las normas relativas a la protección de datos, impedimento legal que hace prácticamente imposible la creación de ese fichero que facilitaría la emisión de un mayor número de órdenes judiciales para evitar que los pedófilos sospechosos salieran de su país. Porque Sharma lamenta profundamente que mientras en los últimos años se han expedido 3.000 órdenes de este tipo contra «hooligans», sólo se han cursado 30 contra violadores de niños. Pequeños destruidos, vidas rotas. Como Vibol, que fue niño abusado en Camboya y que ahora cuida de los pequeños de las calles de Phnom Penh: ya padre de familia y cumplidos los 40, cuenta que no logra dormir del tirón y esta es la hora en que no ha podido dejar de llorar.

Aunque hoy el mayor esfuerzo está puesto en Sudáfrica, como explica Marta Arias, directora de Políticas de Infancia de Unicef España, «la preocupación por la explotación sexual infantil es constante y global». Su organización impulsó días antes del Mundial de Fútbol la firma por parte de la industria turística sudafricana (desde hoteles a empresas de alquiler de coches) de un código de conducta para la protección de los menores; ha creado «Espacios Amigos de la infancia» con protección para los pequeños en los FIFA Fan Fests de Soweto, Sandton, Port Elizabeth y Nelspruit, que concentran a 45.000 aficionados ante pantallas gigantes, y ha promovido 21 festivales de fútbol para niños, ya que los colegios han cerrado hasta el 11 de julio. Tshepo Mashego, de 14 años, es uno de esos alumnos. Juega al fútbol y se entrena porque eso, dice, le ayuda a ser mejor en todas las demás cosas de su vida. La misma esperanza de Unicef: que sus acciones en defensa de los niños por la Copa del Mundo que disputa el deporte rey perduren en la tierra prometida de Mandela.

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