Seis mujeres gobiernan en países europeos. ¿Por qué no hay ninguna al frente de un país musulmán?

Un dicho atribuido a Mahoma maldice al pueblo que pone sus asuntos en manos de una mujer

Las discriminaciones del islam contra la mujer que son peores que el uso del velo

Una mujer miembro de la policía de la moral iraní habla con otra mujer sobre su vestimenta AFP

Dos mujeres han dejado una impronta innegable en la Europa política contemporánea, la británica Margaret Thatcher y la alemana Angela Merkel, y otras seis mandan actualmente en regímenes republicanos de la Unión Europea. Destaca por su actividad la conservadora italiana Giorgia Meloni. Cumple un papel ... más que discreto la francesa Élisabeth Borne, jefa de gabinete del presidente Macron. Y quizá sorprenda la abundancia de mujeres puestas por los electores al frente de países del norte de Europa: Dinamarca, Finlandia y Lituania.

La presencia femenina, cada vez más familiar en la escena política occidental, contrasta vivamente con la ausencia total de mujeres en el mundo del islam, que comprende a casi una cuarta parte de la población mundial. No existe, sobre el papel, ningún inconveniente para que las mujeres actúen en la vida pública, salvo la aplicación práctica de la Sharía -la ley islámica- y el peso de la tradición musulmana que se expresa en los hadices, los 'dichos y hechos del profeta Mahoma' transmitidos por testigos de su vida y recopilados años después de su muerte. Varios -de los 7.275 de la llamada 'colección Bujari', que el consenso musulmán considera como verdaderos- son abiertamente misóginos.

El más lacerante para la mujer que sienta vocación por la política puede ser el que afirma: «¡No conocerá nunca la prosperidad el pueblo que confíe sus asuntos a una mujer!».

La mujer de Mahoma

En su ensayo 'El harén político', la escritora marroquí Fátima Mernissi ha rebatido la veracidad de ese hadiz, pero sus argumentos chocan contra un muro. Mernissi se refiere además a la febril actividad política de la esposa favorita de Mahoma, Aisha, que tenía 18 años a la muerte del profeta en el 632. Todos los historiadores coinciden en que Aisha desempeñó un papel fundamental en la vida de los dos primeros califas, sucesores de Mahoma, contribuyó a desestabilizar al tercero, Utman, y se puso al frente de los opositores al cuarto, Ali, en la llamada Batalla del Camello (que las feministas saudíes usaron en su día para reivindicar su derecho a conducir, porque la mujer del profeta llevaba las riendas de su propio medio de locomoción ).

La presencia femenina, cada vez más familiar en la escena política occidental, contrasta vivamente con la ausencia total de mujeres en el mundo del islam

Gran parte de los eruditos del islam culpan en cambio a Aisha de haber contribuido a la división fundamental entre suníes y chiíes. Los primeros, vencedores de la batalla, dieron lugar a la corriente mayoritaria suní, y los segundos a la minoritaria chií. Las biografías de la esposa favorita de Mahoma, en particular la más popular que apareció en 1946 escrita por Said al Afgani, creen que la Batalla del Camello (año 656) puso en guardia a los musulmanes de los males que se derivarían de querer imitar a los occidentales y permitir que la mujer entre en política.

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