Imamoglu, alcalde de Estambul, un rival muy serio frente a Erdogan

Pero aún quedan cuatro años para esa cita porque el presidente Tayip Erdogan renovó su cargo hace solo diez meses. Así que el inminente panorama político que ofrece Turquía es todo menos halagüeño. Los últimos comicios han consagrado dos personalidades muy distintas -la del sanguíneo líder islamista y la del afable ex empresario- que anuncian un choque de trenes cuando la situación económica del país menos lo requiere. Turquía, una potencia económica de rango medio pero clave para la estabilidad de todo Oriente Próximo, padece una inflación anual del 67 por ciento.

A falta de otros consuelos, los analistas se entretienen en observar las similitudes de los dos líderes, que en lo político e ideológico militan en universos distintos. Erdogan e Imamoglu proceden de la misma región oriental del Mar Negro, ambos se estrenaron en política desde la alcaldía de Estambul, los dos han tenido problemas con la Justicia. Erdogan pasó brevemente por la cárcel por recitar un poema que el juez consideró una «apología del odio religioso». Imamoglu tiene pendiente en un tribunal de apelación una condena a dos años por presunto fraude en los negocios.

Cuando se estrenó en política con el CHP en 2014, al vencer en las urnas en unos de los distritos de Estambul, nadie vio en Ekrem Imamoglu un serio rival de Tayip Erdogan, líder del islamista AKP, que lleva subido al machito del poder desde 2002. El empresario de la construcción estaba considerado demasiado 'blando'. Su capacidad de convocar no solo a los votantes de la izquierda moderada sino también a los conservadores laicos demuestra que Imamoglu tiene más carisma de lo que muchos pensaban, tanto en los círculos turcos como en los foráneos.

El entorno mediático de Erdogan, que controla la prensa y televisión oficiales, se limita a reproducir el meaculpa del presidente-sultán, que no ha podido esconder la sonora derrota en las municipales, también en regiones que siempre votaron por el AKP. Algo ha ido mal, dicen y ese algo tiene que ver con la difícil situación económica que padecen los turcos.

Sin embargo, esa es quizá solo parte de la verdad. Los veinte años de poder sin contrapeso han generado un estilo de gobierno de corte populista-nacionalista, con un tic marcado hacia el islamismo ajeno a la sensibilidad de muchos turcos, en especial de las mujeres. Desde la creación del Estado moderno turco, nunca se habían visto tantos velos musulmanes como los que se observan hoy en Estambul y en otras grandes ciudades. Síntoma, entre otros, de una propaganda oficial y una legislación que miran de reojo a la Sharía, la ley islámica. La victoria de Ekrem Imamoglu en estas elecciones es un toque de atención a esa deriva religiosa y cultural, que siente nostalgia por el islam del Medievo y de los primeros siglos del sultanato.