El peso político del miedo en Alemania tras la amenaza rusa
El discurso de Putin en el aniversario de la victoria en Stalingrado pone a Berlín en la diana de la guerra
Putin durante las celebraciones del 80 aniversario de la victoria soviética en Stalingrado
Durante las celebraciones del 80 aniversario de la victoria soviética contra las tropas hitlerianas en Stalingrado, Putin afirmó el pasado jueves que Rusia está «de nuevo» amenazada por Alemania. «Resulta increíble, pero estamos otra vez amenazados por tanques alemanes», dijo, tras el visto bueno ... del Gobierno de Berlín a la entrega de los Leopard 2 a Ucrania. «Pero Rusia tiene con qué responder», galleó a continuación el presidente ruso, y puso en el punto de mira a Berlín, al señalar que «una vez más, los sucesores de Hitler quieren enfrentarse a Rusia en el suelo de Ucrania usando a 'banderovtsis'», en referencia a los partidarios de Stepán Bandera, ucraniano que colaboró con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
Estas declaraciones fueron precedidas de las del portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, que había aclarado que las entregas de armas estadounidenses y alemanas a Ucrania «se entienden en Moscú como una participación directa de Alemania en la guerra», y daban carta de legitimidad al discurso de propagandistas de Putin como Vladímir Solovyov, que en la televisión rusa aconseja al canciller Scholz dejarse un «escueto bigote» y que ha llamado al Ejército ruso a «volver a liberar Berlín».
Sensación de peligro real
Estos mensajes llegan con puntualidad y precisión a la población alemana. Varias generaciones de la mitad oriental del país aprendieron en la escuela el ruso como primera lengua extranjera y las antenas parabólicas se orientan con asiduidad al este.
La posibilidad de que Putin vuelva su ira contra Alemania, lejos de resultar altamente improbable, afecta al estado de ánimo de muchos alemanes, que perciben una situación de peligro real. Esa es la idea que está detrás de comportamientos de consumo como el reciente y significativo aumento de la compra de ballestas o del sorprendente auge de los búnqueres privados, pero también del hecho de que «la voluntad de apoyo de los alemanes a Ucrania se está desmoronando» como fruto de una actitud defensiva, según un estudio del instituto de investigación francés Ipsos.
La encuesta realizada a casi 20.000 personas de entre 16 y 74 años, llevada a cabo en 28 países, muestra que solo el 48 por ciento de los alemanes apoya el suministro de armas a Ucrania y el 43 por ciento se declara de acuerdo con la frase: «Los problemas de los ucranianos no son asunto nuestro, no deberíamos involucrarnos», muy por delante de los encuestados en Francia, Reino Unido, Italia, España, Bélgica, Países Bajos, Italia, Suecia y Polonia. «La idea de que más entregas de armas, incluidos los tanques Leopard 2, no traerán una solución rápida, sino que permitirán que la guerra en Ucrania se intensifique cada vez más, es una preocupación real de la población alemana», constata el jefe de Investigación Política y Social en Ipsos, Robert Grimm. Y esta preocupación está presente en el día a día de la agenda del canciller Olaf Schoz.
'Charlas con el canciller'
«Estoy muy contenta por su vacilación, por la decisión de esperar y ver esta guerra, estoy muy agradecida», le decía el jueves una mujer en Marburg, donde Scholz llevaba a cabo una de sus 'Charlas con el canciller', un formato que ha heredado de Merkel y en el que se reúne con unos 150 ciudadanos por los que se deja hacer todo tipo de preguntas.
El evento se repite regularmente a lo largo y ancho de la geografía alemana. Este es ya el quinto, a pesar de que en anteriores ediciones ha soportado protestas y abucheos. La mujer fue interrumpida por un aplauso general de asentimiento. Scholz ni siquiera se molestó en corregir la palabra «vacilación», que en cualquier otro punto de Occidente soportaría una connotación negativa, y reconoció que no sabe «qué tiene que pasar para que Putin baje las armas».
Scholz se muestra en estos encuentros con ciudadanos relativamente relajado, al contrario que en los intercambios con líderes extranjeros, ante los que aparece rígido e indescifrable, pero se atiene a su discurso aprendido, en el que jamás dice que Putin tiene que perder la guerra, para quedarse en que «Ucrania no puede perder esta guerra».
¿Podemos confiar?
Martin Grunau, que se identificó como pacifista, preguntó al canciller: «¿Cómo podemos confiar en que cumplirá lo que ha dicho ante el pleno del Parlamento, que no permitirá una escalada de la situación? Porque ya prometió que no enviaría armas pesadas y lo ha hecho... ¿No sería mejor que dijese que la diplomacia es la única vía y hacer propuestas en esa dirección?».
Scholz adoptó en su respuesta el tono didáctico: «Esta es una guerra imperialista de Rusia contra Ucrania, un país quiere hacerse con territorio de otro por la fuerza, algo que no podemos aceptar», comenzó, para recordar a continuación que «el orden europeo que quisieron Helmut Schmidt y Willy Brandt es uno en el que no cabe la violación de las fronteras por la guerra». «Por eso es necesario que hagamos cosas que durante mucho tiempo no hemos querido hacer, por eso he decidido apoyar a Ucrania con armas pesadas, además de muchos otros tipos de ayudas, y por eso he especificado muy bien lo que no voy a hacer», tranquiliza a su público; «tenemos la responsabilidad de evitar que el conflicto no escale a una enfrentamiento entre Rusia y la OTAN y todos nuestros pasos serán dados muy cuidadosamente con ese objetivo, nunca en solitario y muy especialmente junto a Estados Unidos».
Scholz se enzarzó incluso en una discusión con otro de los participantes en el encuentro, que sugería que EE.UU puede estar detrás de la voladura del gasoducto Nord Stream. El canciller se atuvo a la falta de pruebas y dejó el asunto en manos de los tribunales. Al argumento de la expansión oriental de la OTAN revelaba: «Yo he estado en Moscú y le he asegurado que la entrada de Ucrania en la OTAN no está sobre la mesa, que no sucederá en los próximos 30 o 40 años, pero él ha seguido utilizando esa excusa para atacar a civiles, para ampliar por la fuerza su propio territorio... Para esta guerra no hay motivos racionales aceptables».
Los razonamientos de Scholz dejan traslucir la 'cultura de la paz' consecuencia de 1945, pero a quien cita es al canciller socialdemócrata de la Guerra Fría, Schmidt, que dijo que «más valen mil horas de negociación que un minuto de disparos».