«No hay tiempo que perder»
Los acontecimientos que se están produciendo en estos momentos en Sudán no son algo que haya surgido de repente, de forma totalmente imprevista.
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El conflicto actual es más bien un síntoma agudo de la crisis que azota al país desde hace décadas. El pueblo de Sudán lleva demasiado tiempo sufriendo una enorme agitación política y una profunda inestabilidad económica; tan arraigadas ya en su sociedad que, ya ... desde mucho tiempo antes del pasado 15 de abril, un gran número de sudaneses pasaban sus días en «modo supervivencia», tratando, simplemente, de aguantar hasta el día siguiente.
Sirva como ejemplo el siguiente dato: sólo el año pasado, la dependencia de ayuda humanitaria de la población del país alcanzó su nivel más alto en una década. Por un lado, los múltiples enfrentamientos armados que se produjeron y la creciente inseguridad alimentaria que sufre toda la región del Sahel fueron, en gran medida, los causantes de esta situación.
Al mismo tiempo, las vastas inundaciones que asolaron Sudán en 2022 dejaban entrever, una vez más, su gran vulnerabilidad a los rápidos cambios climáticos. Y, por si todo esto fuera poco, la situación empeoró aún más con el aumento de los combates entre grupos armados en los estados de Darfur, Kordofán y Nilo Azul, que desplazaron a más de 3 millones de personas, casi 2,5 millones sólo en Darfur.
Entretanto, hasta que se produjo el estallido de violencia del 15 de abril, Sudán también acogía a más de un millón de refugiados de países vecinos como Sudán del Sur y Etiopía, que habían huido de los conflictos en sus respectivos países para acabar encontrarse atrapados en otra situación de violencia, lo que reduce, todavía más, sus posibilidades de escapar de la miseria y la muerte.
Antes del conflicto actual, los equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF) ya habían dado la voz de alarma, llamando la atención una y otra vez sobre las necesidades críticas a las que se enfrentaba la población de Darfur Occidental y haciendo hincapié en la urgencia de ampliar la respuesta humanitaria para tratar de dar apoyo al ya frágil sistema sanitario del país. De hecho, de cara a la Presidencia de España en la Unión Europea, Sudán es uno de los 6 países, junto con Afganistán, Nigeria, Somalia, Sudán del Sur y Yemen, sobre los que MSF quiere llamar la atención con respecto a sus elevadas tasas de desnutrición infantil. Un problema, al igual que tantos otros que acucian a la población, que viene de mucho antes de que estallara el actual conflicto, puesto que ya era algo habitual que los centros de salud carecieran de personal cualificado y de los medicamentos y suministros necesarios para hacerle frente de manera adecuada.
Ahora, desde MSF hemos sido testigos directos del colapso de los servicios médicos, del cierre masivo de hospitales y centros de salud y del rápido deterioro de la situación, una tormenta perfecta que está poniendo en peligro la vida de un gran número de personas.
Para entender la gravedad de la situación, haré uso de otro dato: la ONU, en un reciente informe, advirtió de que las necesidades humanitarias en Sudán son en este momento un 57% mayores que a finales de 2022.

Desde el 15 de abril, la población de Jartum y de otros estados ha sufrido las consecuencias de intensos combates, ataques aéreos y saqueos masivos. En Jartum, El Geneina, Zalingei y en otras ciudades y pueblos donde continúan los intensos combates, la gente sigue atrapada, mientras que cientos de miles de personas han huido a zonas más seguras del país o a través de las fronteras con países como Chad o la República Centroafricana, inmersos en sus propios conflictos.
Se está registrando una nueva oleada de desplazamientos, que ha afectado a cerca de un millón y medio de personas. Hay una acuciante escasez de alimentos, de agua, medicinas y combustible, lo cual ha disparado los precios hasta niveles desconocidos. Y a todo esto, habría que sumarle la inseguridad y la falta de medios de transporte, que están dificultando cada vez más el acceso de los ciudadanos a la atención médica, precisamente en el momento en que más la necesitan.
A pesar de los inmensos obstáculos a los que también nos enfrentamos nosotros como organización, en MSF seguimos decididos a apoyar al pueblo de Sudán, proporcionando asistencia médica y humanitaria a quienes la necesitan con mayor urgencia. Nuestros equipos están activos actualmente en 10 estados del país, tratando heridos de guerra en Jartum y Darfur del Norte; prestando servicios médicos y de abastecimiento de agua y saneamiento a refugiados, desplazados y comunidades locales en los estados de Al-Gedaref y Al-Jazeera; y haciendo donación de suministros médicos a centros sanitarios de todo Sudán.
Sin embargo, los ataques que está sufriendo la misión médica y el desprecio que se está mostrando por la vida de los civiles están dificultando cada vez más la prestación de servicios sanitarios. Por ejemplo, en Nyala, al sur de Darfur, nos vimos obligados a suspender nuestras actividades tras el violento saqueo de uno de nuestros complejos y almacenes el 16 de abril. En Jartum, otro de nuestros almacenes también fue saqueado y ocupado. Robaron hasta el combustible y los vehículos y desenchufaron los frigoríficos, lo que dejó inservibles todos aquellos medicamentos y vacunas que necesitaban mantenerse en frío. O el Hospital Universitario de El Geneina, donde MSF gestionaba los departamentos de pediatría y nutrición; allí, además de saquear las instalaciones, destruyeron o dañaron varias partes del edificio, que permanece cerrado desde ese fatídico 26 de abril en el que sufrió el ataque.
El robo de suministros y vehículos, el acoso al personal médico y la proximidad de la violencia a las instalaciones e infraestructuras sanitarias obstaculizan sobremanera los esfuerzos de los trabajadores médicos y humanitarios para poder responder con eficacia a los efectos de esta grave situación. Y son ataques que no solo sufrimos nosotros en MSF; sino que responden a un patrón más amplio en el que las partes beligerantes muestran una falta de consideración absoluta por las vidas de los civiles y hacia las infraestructuras y las instalaciones sanitarias.
Los problemas administrativos y logísticos a los que nos enfrentamos también suponen un serio obstáculo para poder llevar a cabo nuestras actividades médicas. Trasladar suministros de una parte a otra de Sudán en ocasiones resulta extremadamente difícil. Y aunque conseguimos llevar equipos de emergencia a Sudán durante las primeras semanas del conflicto, en estos dos meses ha sido difícil obtener permisos para que puedan llegar a las ubicaciones donde se encuentran nuestros proyectos o conseguir visados para mandar personal de refuerzo.
Necesitamos además que se garanticen unos niveles mínimos de protección para los trabajadores de MSF y para todo el personal sanitario, así como para las personas que necesitan acceder a las instalaciones médicas, así como garantías de seguridad para hacer llegar suministros y equipos y para trasladar y entregar la ayuda. Por nuestra experiencia de más de 50 años trabajando en zonas de conflicto, conocemos la magnitud del peligro que estos contextos suponen para los civiles que no pueden o no quieren ser evacuados, incluido el personal médico que permanece para atender a los enfermos y heridos. Por ello, las partes en conflicto deben tomar todas las medidas necesarias para proteger a los civiles de cualquier daño, así como garantizar que los enfermos, los heridos o quienes necesiten ayuda médica urgente tengan acceso a los centros sanitarios.
Mientras escribo estas palabras, no puedo evitar preguntarme cuántas vidas se están perdiendo en este mismo momento. Vidas que jamás deberían haberse puesto en riesgo. Por ello, ya no solo en Sudán, sino en todos los lugares donde se están produciendo conflictos armados, es imperativo garantizar la seguridad del personal médico, de los centros sanitarios y de las ambulancias para asegurar una prestación sanitaria eficaz. Esto implica permitir el paso seguro de las ambulancias y de las personas que buscan asistencia médica, así como facilitar el acceso y la circulación sin obstáculos de los trabajadores humanitarios y de los suministros hasta los lugares donde resultan más necesarios. Solo así lograremos reducir este incesante goteo de muertes y sufrimiento.
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