El Tea Party de Alicia
El «Tea Party» tomó su nombre del «Boston Tea Party» que se alzó contra el Rey de Inglaterra en protesta por el impuesto gravado sobre el té. Aunque aquí, en Europa, el genuino «Tea Party» ha sido siempre «Mad Tea Party» de Alicia en el ... País de las Maravillas, el del Sombrerero Loco y la Liebre de Marzo. De hecho, a algunos europeos les parece que Sarah Palin y sus invitados podrían ser genuinos habitantes del mundo de Alicia donde todo atisbo de lógica es puesto patas arriba. Tesis a la que, seguro, se apuntaría Barack Obama con entusiasmo.
La clave de por qué nos enloquece tanto el Tea Party probablemente está en el océano que aún separa a Europa de EE.UU. Obama quiere europeizar su país. Instalar un sistema de seguridad social —aunque sea elevando los impuestos—, conectar el medio oeste con trenes de alta velocidad y convencer a sus compatriotas de las bondades de desayunar un café con leche con croissant. A lo que un sector de norteamericanos blancos de clase media, asustados por la crisis y nostálgicos de un mítico pasado en el que el mundo no giraba tan deprisa, han reaccionado levantando un nuevo motín independentista y antieuropeísta. Sueñan con un país de colonos blancos para quienes no hay más Estado que su rancho y su rifle, que se niegan a hablar otra lengua que no sea el inglés, que desayunan huevos revueltos con tocino y que son capaces de desencadenar una revolución por no pagar impuestos. Más ácratas que republicanos, no es que quieran adelgazar el Estado, sino que sueñan con hacerlo desaparecer. Creen que la Seguridad Social es otra prueba de la decadencia de Europa tras la caída del Imperio Romano. Y aunque difunden la especie de que Obama es musulmán, en realidad están más bien convencidos de que su presidente es un enmascaradi marxista europeo.
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