Macron visita Argelia en busca de una «normalización estratégica» de las relaciones bilaterales

Tras cinco años de crisis muy amargas, duras y personales, en la cúspide del Estado, Macron intentará echar los cimientos de unas relaciones de nuevo cuño, sorteando un campo de minas estratégicas (militares), diplomáticas, económicas, sociales y culturales, sembradas durante sesenta años de tensiones, entre lo agrio y lo ensangrentado.

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EP

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Argelia celebró a primeros de julio los 60 años de independencia, tras 132 años de colonización francesa. Durante seis décadas, las incomprensiones, tensiones y enfrentamientos han tenido muchas dimensiones.

El 30 de septiembre del 2021, Macron denunció con cierta irresponsabilidad diplomática el «sistema político - militar» argelino, viviendo, a su modo de ver, de las «renta del odio» contra Francia. Estallaba la última gran crisis bilateral. Argel prohibió al armada aérea francesa atravesar el espacio aéreo argelino, para llegar al Sahel, Mali, Níger, Burkina Faso.

La visita de Macron deberá cerrar definitivamente esa crisis, normalizando las relaciones estratégicas, cuando Francia ha confirmado su compromiso militar en la lucha con el islamismo yihadista en el corazón del África subsahariana.

Como el resto de los aliados europeos, con la excepción de España, Francia «coquetea» con la «nueva» Argelia, gran potencia exportadora de gas. Normalización estratégica que también tiene una dimensión económica. Comercialmente, China se ha convertido en el primer proveedor de Argelia, controlando más del 16 % de ese mercado, cuando Francia, antigua potencia colonial, apenas controla un 10 %.

Las relaciones económicas entre Francia y Argelia tienen una dimensión social de importancia excepcional. Entre 1,5 y 2 millones de franceses son de origen argelino. Según las estadísticas oficiales, en Francia residen (2019) 846.400 argelinos debidamente regularizados «temporalmente». Cada año, entre 60.000 y 80.000 argelinos presentan su documentación para ser aceptados como residentes «temporales».

En Francia, esa presión migratoria es vivida con inquietud, por la opinión pública y por el Gobierno, que procede a expulsiones con cierta regularidad. En Argelia, Gobierno y opinión pública viven ese problema como una «herencia colonial». Los franceses de origen argelino espera que Macron defienda en Argel los derechos del hombre. En Argel, el Gobierno y la calle denuncian sistemáticamente los «reflejos coloniales» franceses.

Durante los seis últimos meses, Macron y el presidente de Argelia, Abdelmadjid Tebboune, han intentado «deshacer malentendidos» y crear un nuevo «clima de entendimiento» que culmina con una visita «oficial y amistosa». No se trata de una visita de Estado. Más adelante se verá.

Macron hizo y ha hecho gestos: denunciar algunos comportamientos «criminales» de Francia; reconocer el «puesto eminente» de Argelia en la nueva geografía estratégica internacional… El presidente argelino, por su parte, «se deja querer». Esperando, ambos presidentes, que la calle argelina «respalde» el «relanzamiento de la cooperación», que también tiene una dimensión histórica y cultural. Entre la suntuosa corte diplomática que acompaña a Macron se encuentra Haïm Korsia, Gran Rabino de Francia, cuya familia se vio forzada a huir de Argelia, tras la independencia.

Por vez primera historia de las relaciones franco - argelinas, la máxima autoridad religiosa de los judíos de Francia visitará oficialmente Argelia, la patria de sus ancestros, acompañando al jefe del Estado. Gesto de apertura del presidente argelino, defensor canónico de la lucha de los palestinos contra Israel. Veremos.