CLAVES DE LATINOAMÉRICA
Lula trunca su discurso medioambientalista al entrar en la OPEP+
El objetivo de Brasil es hacer de Petrobras una de las petroleras más influyentes para liderar el Sur Global
Lula suspende en diplomacia y no logra frenar la violencia policial
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva
Brasil forma parte desde el 1 de enero de la alianza OPEP+, un club que aúna los intereses de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), liderada por Arabia Saudí, y otras naciones productoras de crudo que, sin estar sujetas a ese ... cartel, se coordinan con él, entre las cuales destaca Rusia.
Brasil se ha convertido en el tercer productor de petróleo de América, por detrás de Estados Unidos y Canadá. Ha superado la extracción de Venezuela, por el pronunciado declive petrolero de este país (cuando Hugo Chávez llegó al poder en 1999 Venezuela producía 3,2 millones de barriles diarios de petróleo; hoy la cifra apenas supera los 700.000), y también porque Brasil ha aumentado su actividad, especialmente desde el descubrimiento de los campos submarinos «presal», sobrepasando los 3,1 millones de barriles diarios de petróleo en 2022. Si la producción venezolana cayó un 12,3% entre 2012 y 2022, la brasileña creció en esa década un 3,8%, según las estadísticas del Instituto de Energía.
La apuesta de Lula da Silva por una expansión en el sector de los hidrocarburos contrasta con su discurso medioambientalista. Durante la Cumbre del Clima COP28, celebrada a finales de 2023 en Dubái, muchos medios destacaron la incongruencia de los países del Golfo Pérsico en defender sus industrias del petróleo y del gas mientras pretendían presentarse como adalides de la economía verde, pero lo mismo ocurre con Brasil y sin embargo este país ha quedado para muchos fuera del radar en sus críticas.
En la Cumbre del Amazonas de agosto de 2023, Lula fue instado por el presidente de Colombia, el también de izquierda Gustavo Petro, a liderar el compromiso regional con un límite –y posterior reducción– en la producción de hidrocarburos, concretado de entrada en la renuncia a nuevas prospecciones. Lula, sin embargo, orilló la invitación. De hecho, Brasil subastó 600 bloques para la exploración justo al terminar la COP28, y Petrobras, la petrolera estatal, se prepara para la inspección del mar ecuatorial de la Amazonía pensando en futuros pozos.
Petrobras
Que el empeño de Brasil está en incrementar su producción queda claro con la advertencia de Lula de que su país no se sumará a las cuotas establecidas por la OPEP, y seguidas de modo voluntario por algunos países acompañantes de OPEP+, para bajar entre todos la producción en 2,2 millones de barriles diarios en este comienzo de año y así provocar un alza de precios. El consejero delegado de Petrobras se ha excusado diciendo que su compañía, en la que también hay capital privado, cotiza en bolsa. No obstante, eso ocurre igualmente con algunas otras petroleras nacionales. Es posible que, con el tiempo, a Brasil le interesen más los precios altos que el volumen de salida de producto, y podría prepararse para ello modificando los contratos con las empresas privadas que intervienen en toda la cadena del negocio. Sin embargo, el objetivo hoy de Lula es agrandar la potencia de Petrobras, como una de las bazas de Brasil para ganar peso en el mundo.
La decisión de ingresar en OPEP+ encaja en el sueño brasileño de convertirse en gran potencia porque le permite una mayor participación en el juego geopolítico mundial . Pero además confirma la estrategia de Lula da Silva de intentar lograrlo liderando el Sur Global y acercándose más a Rusia (y a China en otros campos; los chinos no son exportadores de crudo, sino importadores). Miembros de la OPEP son Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Irak, Irán, Angola, Argelia, República del Congo, Gabón, Guinea Ecuatorial, Libia, Nigeria y Venezuela. Con OPEP+ se añaden Azerbaiyán, Bahréin, Brunéi, Kazajstán, Malasia, México, Omán, Rusia, Sudán y Sudán del Sur.
Por tanto, la iniciativa supone un paso más en el proceso de Lula de separar a Brasil del bloque occidental y acercarlo al bloque alternativo que se está configurando en el nuevo orden mundial. Si en sus primeros mandatos, entre 2003 y 2010, Lula realizó algunos movimientos buscando una equidistancia, con su vuelta al poder en 2023 el objetivo ya no parece ser insistir en un papel de puente o de mediación entre Estados Unidos, Europa y sus potencias afines, por un lado, y, por otro, las naciones emergentes. Con una China ya emergida lo que se está planteado a nivel mundial es una rivalidad entre dos frentes y el Brasil de Lula aparece cada vez más del lado de China y Rusia. El rechazo a su ofrecimiento de mediador en el conflicto de Ucrania y, más tímidamente sugerido, en el de Gaza, muestra que la percepción que se tiene del gobierno brasileño no es precisamente la de un no alineado.