Xi Jinping y Maduro refuerzan su alianza «contra viento y marea»

Coincidencia o no, se trata de un curioso juego de alianzas «contra viento y marea» justo después de la cumbre del G-20 en Nueva Delhi, a la que no acudieron ni Putin por la guerra de Ucrania ni Xi por sus tensiones con la India y con Occidente.

En su primer viaje a China desde 2018, Maduro acude a Pekín en busca de ayuda económica y comercial en la que definió como «una visita histórica para el pueblo venezolano». En su opinión, su encuentro con Xi «fortalecerá la cooperación para la construcción de un nuevo orden mundial». Por su parte, una de las portavoces del Ministerio chino de Exteriores, Mao Ning, calificó su «alianza estratégica integral» de «sólida como una roca».

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Hermanado con Venezuela por su ideología comunista y antiestadounidense, el régimen de Pekín es su principal salvavidas frente a las sanciones impuestas por la Casa Blanca. Pero también su principal acreedor a cambio de petróleo, ya que Venezuela atesora las mayores reservas mundiales de crudo. En 2010, Pekín prestó a Caracas 50.000 millones de dólares (46.500 millones de euros) a pagar en envíos de petróleo. A tenor de la agencia France Presse, en 2018 Venezuela todavía le debía a China 20.000 millones de dólares (18.600 millones de euros). En 2020, otros cálculos citados por Reuters fijaban la deuda en 19.000 millones de dólares (17.700 millones de euros), que serán refinanciados durante la visita de Maduro.

«Tenemos mucho que agradecerle a China. Durante la pandemia, si no hubiera sido por China, a Venezuela no habrían llegado ni medicamentos ni vacunas ni material sanitario por culpa del bloqueo del imperialismo estadounidense», señaló Maduro en una entrevista con la agencia de noticias Xinhua antes de su viaje a Pekín. Además de denunciar «las más de 950 sanciones ilegales» impuestas contra Venezuela por EE.UU. y otras potencias occidentales, Maduro se enorgulleció de que su país estaba resistiendo y «construyendo un nuevo modelo económico basado en la diversificación productiva».

Con su habitual discurso antiestadounidense, alabó al presidente Xi Jinping por «proponer una ruta que consiste en unir a la gente en todos los aspectos, como la economía, el comercio o la cultura, para poner los cimientos que dejen atrás el viejo mundo del colonialismo y el imperialismo».

Además de refinanciar su deuda con Pekín, Maduro trata de atraer nuevos proyectos de inversión en Venezuela, donde la empresa estatal Corporación Nacional del Petróleo de China (CNPC, en sus siglas en inglés) ya posee el 40 por ciento de Sinovensa en el cinturón del Orinoco. A pesar de las sanciones de EE.UU., China importó de Venezuela unos 390.000 barriles de crudo diarios entre enero y agosto, lo que suman 12,9 millones de toneladas métricas según la consultora Vortexa. Como dichos envíos se efectúan a través de terceros países como Malasia, Caracas quiere acabar con los intermediarios y mejorar su economía una vez que el presidente estadounidense, Joe Biden, ha rebajado algunas sanciones y seguirá haciéndolo si el régimen chavista se compromete a celebrar elecciones presidenciales el próximo año. Para su campaña y para aliviar las penurias que sufren los venezolanos, Maduro necesita el respaldo de China, que también suministra a Caracas la tecnología y los mecanismos para tener controlada a su población y que no estalle una revolución.