Sudán, abocado a la guerra por la ambición de dos generales
El conflicto prolonga el pulso entre potencias de la región cuando se apagan las guerras de Siria y Yemen
El embajador de la UE en Sudán, atacado en su propia casa en medio de los combates en el país
¿Cómo ha llegado Sudán hasta aquí?
Tras el tercer día de combates entre facciones rivales del aparato militar sudanés, que luchan por el control de la capital, Sudán se asoma al abismo de la guerra civil. Según declaraciones a France Presse de un sindicato de médicos, las bajas de ... civiles rondan el centenar, y son miles los heridos que podrían fallecer pronto por falta de agua y de electricidad en la ciudad. Según la misma fuente, en Jartum, envuelta en un fuerte olor a pólvora y de la que emergen continuas columnas de humo, los habitantes permanecen atrincherados en sus casas.
Los llamamientos a la tregua y la negociación de la ONU y las potencias occidentales han caído en saco roto. El Programa Mundial de Alimentos anunció que congela sus envíos tras la muerte de tres de sus trabajadores en la región de Darfur, pese a que un tercio de los 45 millones de sudaneses viven de la ayuda humanitaria.
Vista en apariencia, la guerra que ha estallado en Sudán entre el ejército y la fuerza de los paramilitares (RSF por sus siglas en inglés) es un combate a muerte entre los dos militares que hoy ostentan la presidencia y vicepresidencia del país por hacerse con todo el poder. Ninguno oculta su propósito, ni el presidente, general Al Burhan, jefe del ejército, ni el líder de la RSF, general Dagalo. Y ninguno tiene la intención de abrir una transición hacia un gobierno de civiles si gana la guerra.
Un regalo envenenado
Desde su independencia en 1958 como Estado, Sudán sólo ha conocido la dictadura. Y, además, ahora cuenta con una población de abrumadora mayoría musulmana –en la que los principios democráticos son de difícil arraigo–, tras la escisión en 2011 de Sudán del Sur. En este Estado, el más joven del mundo –y también el más frágil– habita una mayoría de cristianos y animistas, que no han dejado de recurrir a las armas después de la independencia. Antes eran razones 'religiosas', en la lucha contra el norte musulmán; ahora son razones étnicas y tribales.
Al norte, la república de Sudán vivió un momento de espejismo, con la caída del dictador islamista Bashir, que duró muy poco. Los militares, comandados por el general Burhan, se hicieron con el poder tras un par de golpes de Estado, pero no pudieron obviar la existencia de una fuerza rival formidable: la fuerza de paramilitares RSF, que dirige otro general, Dagalo, apodado Hemedti.
Este fue el 'regalo envenenado' que dejó al país el dictador Bashir. La fuerza de intervención rápida –que cuenta con unos 100.000 efectivos– fue creada para controlar al Ejército, y evitar cualquier asonada. Con el tiempo intervino también en conflictos externos, en particular en las guerras de Siria y Yemen, para estar en forma y cerrar alianzas con otros gobiernos. Esta circunstancia hace temer que el pulso por el poder hoy en Sudán se convierta en una guerra civil larga, en la que intervengan, a ambos lados, potencias extranjeras.
Los movimientos islamistas radicales de Sudán están abiertamente con el presidente-dictador, Al Burhan. Los paramilitares cuentan, por su parte, con una fuerza más entrenada, los recursos mineros que controlan en algunos puntos del país, y el presunto apoyo de Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos. La RSF apoyó a esos dos países en la guerra de Yemen –que parece encaminada a una tregua definitiva– y confía en recibir ahora su respaldo. Por su parte, el general Al Burhan parece apoyarse en Egipto, su vecino del norte. La eventual intervención de todos esos países –con armas y dinero al principio– marcará el nivel de gravedad de la guerra en Sudán.
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