Los hispanopalestinos evacuados: tristeza por dejar Gaza, alegría por llegar a España

Puntualmente, el resto se plantó a las nueve de la mañana a las puertas del Hotel Azal Pirámides, donde han sido alojados estos días por la Embajada española en El Cairo, para cargar las escasas pertenencias con las que huyeron de Gaza en los tres autobuses que esperaban para llevarlos hasta el aeropuerto. Allí, un avión de pasajeros del Ejército del Aire, un Airbus A-330, tenía la misión de trasladarlos hasta la base de Torrejón de Ardoz, en Madrid.

«Primero, no estoy alegre por salir de la Franja de Gaza. Pero, al mismo tiempo, estoy contento de ir a España. Por ese motivo, tenemos las dos cosas y esta es la desgracia de la guerra», explicaba a ABC Riad Ali El Aila, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Al Azhar que estudió en la Complutense entre 1973 y 1983.

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Entre los repatriados destacan una docena de catedráticos, académicos y médicos que se formaron de jóvenes en España y luego regresaron a Gaza en la década de los 90, cuando los Acuerdos de Oslo y la cumbre de paz en Camp David alimentaron la esperanza en el fin del conflicto con Israel. Con optimismo, volvieron a la Franja para participar en la fundación de universidades y centros de enseñanza. Ahora, ellos y sus familias, que incluyen a sus hijos, nueras, yernos y nietos, retornan a España para escapar de la guerra en Gaza.

«Nuestro sentimiento es que hemos dejado muchas cosas atrás: nuestros familiares, nuestras casas, todo…», se lamentaba El Aila, quien tiene 71 años y no sabe si podrá regresar algún día a Gaza. Ante él y el resto de repatriados se abre un incierto destino. «No sabemos cómo va a ser el futuro porque eso depende del Gobierno de España. Aspiramos a una vida digna en la que nuestros hijos y nietos puedan ir a la universidad y al colegio», confiaba este doctor en Políticas experto en la historia de Palestina. De joven, estuvo en una cárcel israelí por pertenecer a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y, de mayor, impartiendo clase a todo tipo de alumnos, desde los cuadros de Al Fatah hasta los actuales líderes de Hamás.

En el trayecto al aeropuerto, atravesando el infernal tráfico cairota, los autobuses iban en un silencio sepulcral. Con las miradas perdidas y exhaustos tras sobrevivir más de un mes bajo las bombas israelíes y sin apenas víveres, a los pasajeros se les notaba que estaban todavía como ausentes, ajenos a la realidad.

«He vivido un sufrimiento total, una pesadilla. No podía dormir ni comer», contaba Martín Awour, quien salió de la Franja tres días antes de que estallara la guerra y no se reencontró con su esposa y sus hijos hasta la madrugada del martes. Al igual que el resto de evacuados, se sentía «triste por abandonarlo todo, de repente, sin planearlo y sin saber cómo ha empezado y, por otro lado, te encuentras contento de estar contento con tus hijos». Pero, al mismo tiempo, no ocultaba su preocupación porque no sabía «qué es lo que va pasar con los niños y cómo van a adaptarse a una nueva vida, empezar una nueva escuela y cómo va a ir su futuro y el de todos nosotros».

Gracias a su pasaporte español, todos ellos han podido escapar de la guerra en Gaza, donde muchos han perdido sus hogares y a sus seres queridos. Lejos de las bombas, y sin saber el destino que aguarda a la Franja tras el fin de la contienda, ante ellos se abre una nueva vida en España. Para que una de las evacuadas más jóvenes aprenda castellano, una de sus primas en El Cairo se presentó ante la Terminal 1 del aeropuerto, de donde salía el vuelo a Madrid, con una bolsa llena de libros de texto. Llorando, las dos se fundieron en un abrazo.

Acompañados por el embajador, Álvaro Iranzo, el agregado de Defensa, y los agentes de policía de la legación, los hispanopalestinos se bajaron de los autobuses y se perdieron tras los controles de seguridad. Con tristeza, termina su odisea para huir de Gaza. Con alegría, empieza un nuevo viaje en España.