Francia toma medidas militares y policiales preventivas ante el temor a que la guerra en Israel provoque atentados

A primeros de septiembre, Al Qaida en la península arábiga (AQAP) publicó un comunicado oficial anunciando atentados islamistas contra ministerios o edificios oficiales en Francia y Suecia. El Ministerio francés del Interior reaccionó subrayando que se trataba de una amenaza «creíble».

Dos semanas más tarde, Gérald Darmanin, ministro del Interior, anunció medidas antiterroristas «especiales» ante el riesgo «creciente» de las amenazas terroristas, en la perspectiva de los JO del 2024.

A las pocas horas del inicio del lanzamiento de los misiles de Hamás contra blancos civiles, en Israel, el sábado, el Ministerio del Interior anunció el despliegue de unidades especiales para proteger sinagogas, escuelas, comercios y barrios judíos, en París y en toda Francia.

En Francia (68 millones habitantes), una gran mayoría de los 6 o 7 millones de franceses de confesión musulmanas son creyentes pacíficos. Pero el Ministerio del Interior tiene fichados a 5.300 musulmanes, administrativamente franceses, sospechosos de «tentaciones islamistas, yihadistas». Desde que Emmanuel Macron fue elegido presidente, en 2017, han sido cerradas unas 800 de las 2.000 / 2.200 mezquitas y lugares de culto. El Gobierno francés se dotó de una legislación especial para combatir el «separatismo islamista».

Históricamente, las convulsiones políticas y militares en el Magreb y Oriente Medio, se han traducido, desde hace décadas, casi automáticamente, en reacciones epidérmicas inflamables. Musulmanes y judíos de la más diversa sensibilidad toman partido y reaccionan de manera imprevisible y violenta, en bastantes ocasiones.

Las autoridades religiosas, católica, judía y musulmana, sostienen, entre ellas y con el Estado, relaciones positivas y dialogantes. Pero, en el caso del islam, la libertad absoluta de los imanes y predicadores (entre 2.000 y 3.000) consideran imprescindible arengar a sus fieles en unos términos 'muy apasionados'.

Ante la guerra Hamás / Israel, el riesgo de influencia islamista es doble: las tentaciones yihadistas de inmigrantes recientes, y las reacciones de células durmientes, entre los 5.300 musulmanes fichados, difíciles de controlar. Los servicios de seguridad intentan vigilar a varios centenares de sospechosos. Pero es prácticamente imposible controlar las idas y venidas de varios millares de sospechosos, moviéndose con entera libertad por el territorio nacional.

Las amenazas de Al Qaida en la península arábiga (AQAP), a primeros de septiembre, sugerían la existencia potencial de individuos o grupúsculos prestos a intervenir en el momento más imprevisible. De ahí la decisión de comenzar el despliegue de unidades policiales y militares en lugares y espacios públicos potencialmente amenazados.