Corea del Norte permitirá la vuelta de los inspectores nucleares

Corea del Norte permitirá la vuelta de los inspectores nucleares

PABLO M. DÍEZ

CORRESPONSAL EN PEKÍN

Al final no ocurrió, pero la Tercera Guerra Mundial pudo haber comenzado ayer en Corea. Tal y como había anunciado, el Ejército del Sur volvió a realizar sus prácticas de tiro en la isla de Yeonpyeong, situada a unos once kilómetros del ... Norte en aguas que reclama el régimen estalinista dirigido por Kim Jong-il. Demoradas desde el fin de semana por el mal tiempo, las nuevas maniobras militares desataron otra vez la tensión porque estos mismos ejercicios provocaron el pasado 23 de noviembre el bombardeo de la isla por parte de Pyongyang. En dicho ataque norcoreano murieron cuatro personas (dos soldados y dos civiles) y una veintena de casas quedaron destruidas, lo que provocó la huida en masa de los 1.400 habitantes de Yeonpyeong y elevó la retórica belicista entre las dos Coreas.

Según informó la agencia Yonhap, los soldados surcoreanos llegaron a disparar hasta un millar de obuses. En lugar de responder con una nueva ofensiva como había amenazado, el régimen del «Querido Líder» Kim Jong-il aseguró después que «no valía la pena reaccionar»a legando un supuesto cambio en la trayectoria de los proyectiles.

Sin embargo, el verdadero motivo para no actuar contra esta «provocación temeraria», como la había definido poco antes, parece ser el contundente despliegue militar que llevó a cabo el Sur para blindar las maniobras y contraatacar en caso de un nuevo bombardeo. Durante una hora y media, mientras los cañones abrían fuego contra sus blancos en el mar, cazabombarderos F-15K sobrevolaron la frontera preparados para una hipotética incursión en el Norte.

En tierra, 20 expertos militares de Estados Unidos, el principal aliado de Corea del Sur desde el final de la guerra (1950-53), observaban las prácticas de tiro bajo el estado de máxima alerta. Debido a esta alarma, los escasos vecinos y funcionarios que todavía quedan en la isla, así como los periodistas que habían acudido a cubrir las maniobras, tuvieron que guarecerse en los refugios antiaéreos.

Corea del Sur, «firme»

«Nuestro Ejército seguirá firme para defender las islas del noroeste y salvaguardar nuestra soberanía nacional», prometió el portavoz del Alto Mando conjunto, Lee Bung-woo.

Presionado por la opinión y los medios de comunicación, que han criticado su tibia respuesta al ataque mortal de noviembre, al presidente surcoreano, el conservador Lee Myung-bak, no le quedaba más remedio que hacer una demostración de fuerza y seguir adelante con los controvertidos ejercicios de tiro. Todo ello aún a riesgo de iniciar una nueva contienda en la Península Coreana.

Pero parece que la estrategia de Kim Jong-il va ahora por otros derroteros. De visita en Pyongyang, Bill Richardson, gobernador de Nuevo México e intermediario en ocasiones anteriores, anunció al diario «The New York Times» que Corea del Norte permitirá la vuelta de los inspectores nucleares, expulsados el año pasado. Así podrán visitar el reactor de Yongbyon y comprobar que no se está enriqueciendo uranio para fabricar una bomba atómica, como se teme desde que el régimen enseñara recientemente miles de centrifugadoras a un científico americano.

Además, Pyongyang está dispuesto a venderle al Sur 12.000 barras de combustible de plutonio para demostrar su voluntad de deshacerse de material nuclear. Concesión o chantaje, Kim Jong-il vuelve a recurrir a la diplomacia atómica para reabrir el diálogo con Seúl y Washington.

El heredero, «un bon vivant»

Acostumbrado a detonar artefactos nucleares o a disparar misiles cada vez que se siente acorralado, el caudillo norcoreano persigue apuntalar el traspaso de poder a su hijo menor, Kim Jong-un, con ayuda humanitaria, petróleo y reconocimiento diplomático a cambio de su desarme. Definido por su cocinero de sushi como un «bon vivant» aficionado al coñac francés y las mujeres, el «Querido Líder» apura los últimos movimientos de su estrategia atómica.

Para ello, cuenta con el paraguas de China, que el domingo por la noche frenó una condena al ataque de la isla de Yeonpyeong en la reunión de emergencia mantenida por el Consejo de Seguridad de la ONU. Después de seis horas de negociaciones, China y Rusia siguieron ejerciendo de principales —y casi únicos— aliados internacionales de Kim Jong-il, mientras que Corea del Sur se negó a cancelar los ejercicios de tiro.

Ahora habrá que ver si la oferta de dejar volver a los inspectores de Naciones Unidas desbloquea las conversaciones a seis bandas sobre el programa atómico de Pyongyang. Pero sobre la mesa de negociaciones no sólo quedan pendientes los cuatro muertos de la isla, sino también los 46 marineros fallecidos en marzo al hundirse una corbeta supuestamente torpedeada por Corea del Norte.

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