Carlos III, ungido y entronizado en la primera coronación en siete décadas en Gran Bretaña
Una ceremonia cargada de solemnidad y emoción, donde los Reyes Carlos y Camila siguieron una liturgia milenaria ante 2.000 invitados en la abadía de Westminster
La coronación del Rey Carlos III, en imágenes
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Editorial | Los retos de un reinado
Corresponsal en Londres
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Iniciar sesiónHace siete meses, la Abadía de Westminster era el imponente escenario en el que se le daba el último adiós a Isabel II, la monarca que más tiempo estuvo en el trono de Inglaterra. Los británicos la despidieron entre lágrimas, que este sábado, en ... cambio, fueron cambiadas por sonrisas y alegría. Y es que setenta años después de la coronación de aquella joven que se convirtió en Reina sin haber nacido con ese papel escrito en su camino, y cuyo fallecimiento a los 96 años el pasado septiembre sumió en el luto al país, ahora le llegó el turno de brillar, por fin, a su primogénito, Carlos III, protagonista absoluto del día para el que estaba destinado desde que a los tres años se convirtió en heredero.
Junto a Camila, la mujer que ha sido su esposa durante 18 años, y el gran amor de su vida desde su juventud, Gran Bretaña fue testigo de una ceremonia llena de pompa y simbolismo, cuyos orígenes se remontan un milenio atrás en el tiempo, desde que Guillermo el Conquistador fuera coronado en ese mismo recinto en el año 1066. Joyas antiguas y también controvertidas, oraciones, rituales, pomposas vestimentas y música compuesta especialmente para la ocasión, llamaron la atención de un público compuesto por millones de personas alrededor del planeta.
El día, que puso al Reino Unido bajo los focos, destacando, una vez más, su lugar en el escenario mundial, empezó con un desfile que salió del Palacio de Buckingham hacia la abadía de Westminster. La lluvia obligó a la gente a sacar los paraguas y los chubasqueros, pero el ambiente de fiesta no fue opacado por el clima.
La ceremonia constó de varias etapas, la «más sagrada», la unción con aceite traído desde el monte de los Olivos en Jerusalén, y para la que se utilizó una pantalla para ocultar al monarca de la vista del público; y otra muy importante, cuando el Rey hizo su juramento: «Yo, Carlos, solemne y sinceramente, en la presencia de Dios, prometo, testifico y declaro que soy un protestante fiel y que, de acuerdo con la verdadera intención de las leyes que aseguran la sucesión protestante al trono, defenderé y mantendré dichos decretos en la medida de mis posibilidades de acuerdo con la ley».
Carlos III, de 74 años, fue investido por el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, con la corona de San Eduardo, de más de dos kilos de peso, en un momento cumbre del evento que siguieron poco más de 2.000 asistentes en la abadía de Westminster, entre ellos dignatarios de todo el mundo y miembros de casas reales, así como decenas de miles de personas en la capital británica y millones en todo el mundo a través de la segunda retransmisión televisiva en directo de una coronación británica. La primera fue la de Isabel II en junio de 1953, una idea del príncipe Felipe de Edimburgo. Después, le llegó el turno a la reina consorte, Camila, de 75 años, de que colocaran sobre su cabeza la corona de la Reina María. Ahora, será conocida como la reina Camila, y no reina consorte, según informó el Palacio de Buckingham.
Una aparición muy esperada era la del príncipe Harry, que viajó desde su hogar en California para una visita de sólo unas horas, ya que su hijo mayor Archie, celebró este sábado su cuarto cumpleaños. El duque de Sussex entró caminado solo por la nave, y ocupó su lugar entre los miembros de la familia real que no trabajan, relegado a la tercera fila cerca de sus primas, las princesas Beatriz y Eugenia, y el padre de estas, el príncipe Andrés, otra presencia incómoda en el evento.
Salida de Palacio
El Rey, que ya había mostrado su intención de celebrar una ceremonia que respetara las tradiciones pero que a la vez estuviera acorde con una monarquía propia del siglo XXI, participó activamente en la organización del acto, en la planificación de detalles como la elección de la espectacular música hasta el cambio en algunos rituales. Por ejemplo, el heredero al trono, Guillermo, el Príncipe de Gales, se arrodilló ante él y le rindió homenaje, tras lo cual tocó su corona y le dio un beso en la mejilla. Tradicionalmente, una sucesión de miembros de la realeza habría entonces hecho lo mismo: arrodillarse ante el nuevo rey y jurarle lealtad, pero el monarca no lo quiso así.
También quiso invitar a las familias reales de otros países, incluyendo por supuesto a la española, que según la tradición no participan en este acto ya que se consideraba, hasta el momento, que la coronación debería ser una «ceremonia sagrada entre un monarca y su pueblo en la presencia de Dios». Pero Carlos III decidió invitar a sus homólogos, mientras que en la de Isabel II no hubo monarcas coronados.
En la abadía también estaban presentes algunos políticos relevantes, como los ex primeros ministros John Major, Tony Blair, Gordon Brown, David Cameron, Theresa May, Boris Johnson y Liz Truss. El actual premier, Rishi Sunak, de ascendencia india y religión hindú, fue elegido para hacer una lectura bíblica de la Epístola a los Colosenses, haciendo un guiño a una parte del juramento del monarca que fue diferente al prestado por su madre, ya que por primera vez se añadió el prefacio que compromete al rey a «fomentar un entorno en el que las personas de todos los credos y creencias puedan vivir libremente». Así, por primera vez en una ceremonia de coronación, el rey recién coronado fue recibido al salir de la abadía por representantes de las comunidades judía, hindú, sikh, musulmana y budista, quienes dijeron que se unieron «en acción de gracias y en servicio con vosotros por el bien común».
También se le dio su lugar a las otras culturas e idiomas que conforman el Reino Unido, por ejemplo, cuando el cantante de ópera Bryn Terfel cantó en galés, siendo esta la primera vez que se usa este idioma en una ceremonia de coronación. Otros idiomas de todo el país también se utilizaron en otros momentos del acto.
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Una presencia destacada fue, de forma simbólica, la de la princesa Diana, madre de Guillermo y Harry fallecida en 1997 y cuyo matrimonio con el Rey Carlos acabó en divorcio. Y es que la princesa de Gales, Catalina, llevó unos pendientes de perlas y diamantes que fueron suyos.
Merece una mención el pequeño Príncipe Jorge, de nueve años e hijo de Guillermo y Catalina, lo que lo convierte en segundo en la línea de sucesión. Jorge fue el futuro Rey más joven en desempeñar un papel oficial en una coronación, después de haber sido nombrado una de los cuatro pajes de honor de su abuelo. Los pajes tienen un papel protagónico ya que una de sus responsabilidades es llevar las voluminosas togas y vestidos de los monarcas mientras avanzan por el pasillo principal de la abadía.
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Al final de la ceremonia, una magnífica procesión llevó de regreso a la pareja real al Palacio de Buckingham, entre los gritos de las miles de personas que llenaron las calles de Londres en un día que quedará para la historia. Cerca de 4.000 efectivos de las Fuerzas Armadas del Reino Unido marchando en una importante operación ceremonial militar que ha sido descrita como la más grande de su tipo en una generación, y en la que además participaron 19 bandas militares y fueron representados los países de la Commonwealth.
El Rey y la Reina fueron saludados después por los militares al grito de «God save the King» y finalmente aparecieron después en el balcón del Palacio desde donde saludaron a la multitud y disfrutaron de uno de los momentos más llamativos del día: el «Flypast», un impresionante espectáculo aéreo para homenajear al monarca recién coronado que debido a las nubes y la lluvia sufrió cambios de última hora. En principio iba a contar con la presencia de más de 60 aviones de la Royal Navy, el Ejército británico y la Royal Air Force, pero el show, que iba a durar seis minutos, finalmente fue de dos y medio, y en él participaron únicamente los helicópteros y los Red Arrows, el equipo acrobático, que dio un espectáculo único pese a las circunstancias.
El sobrevuelo fue muchas veces más pequeño que el que sobrevoló el Palacio de Buckingham para la coronación de la reina Isabel, cuando más de 600 aviones surcaron el cielo de Londres, una muestra del compromiso de Carlos III de tener una coronación menos fastuosa.
En las calles el ambiente era una fiesta. Sin embargo, la Policía ha sido duramente criticada desde varios sectores después de que una veintena de ambientalistas y al menos seis manifestantes antimonárquicos, incluido Graham Smith, líder de la organización Republic, fueran arrestados antes del comienzo de la procesión pese a no haber provocado disturbios.
Unos dos mil manifestantes se reunieron en Trafalgar Square debajo de una estatua de Carlos I, ejecutado en 1649, mientras cantaban y sostenían pancartas amarillas que rezaban «No es mi rey». El activista de derechos humanos Peter Tatchell denunció en su cuenta de Twitter que «este no es un país libre cuando no tenemos derecho a protestar libremente».
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