El caos y la amenaza rusa de sabotaje llevan a Moldavia a declarar el estado de alerta
La presidenta del país denuncia un plan de Rusia para dar un golpe de Estado por medio de mercenarios
La presidenta moldava Maia Sandu
La UEFA ha prohibido el ingreso de espectadores al estadio Zimbru, en Chisináu, en el que se jugará hoy el partido entre el Sheriff Tiráspol y el club serbio Partizan, a petición de la autoridades moldavas. La presidenta Maia Sandu ha denunciado que Rusia planeaba ... un golpe de Estado en el país, por medio de mercenarios procedentes de Bielorrusia, Serbia y Montenegro, que acudirían como parte del público al partido de ida de la Europa League, pero cuyo verdadero objetivo era llevar a cabo una acción de sabotaje y desestabilización del país.
Sandu mencionó «acciones violentas, ataques a edificios públicos, secuestros y asaltos con rehenes» por parte de «personal con entrenamiento militar y camuflados de civil». El equipo Sheriff es de Tiraspol, en la región separatista de Transnistria, y sus partidos en las competiciones de la UEFA ya han sido foco de tensiones políticas.
Los servicios de inteligencia moldavos han sido advertidos por el Gobierno de Ucrania acerca del inminente ataque con «información extremadamente precisa», lo que ha llevado también a cerrar el espacio aéreo moldavo durante tres horas. Todo ello con el objetivo de establecer un gobierno controlado por Rusia en Moldavia, a través del que Putin tendría acceso privilegiado a los territorios ucranianos del sur. Moldavia ha pedido a sus aliados que fortalezcan sus capacidades de defensa aérea. «Hemos solicitado sistemas de vigilancia aérea y defensa», ha comunicado Sandu, «entendemos que Ucrania es una prioridad, pero esperamos recibir algo».
El jefe del espionaje de Moldavia, Alexandru Mustea, ha advertido que «la pregunta no es si la Federación Rusa emprenderá un nuevo avance hacia el territorio de Moldavia, sino cuándo lo hará», en declaraciones al canal de televisión TVR-Moldova. El Kremlin, por su parte, ha negado categóricamente la existencia de tal plan y se ha referido a las acusaciones como «una invención de Ucrania para involucrar a Moldavia en la guerra».
La República de Moldavia es uno de los países más pequeños y pobres de Europa. Rusia considera a la ex república soviética como parte de su esfera de influencia y Putin ha venido manteniendo excelentes relaciones con el Partido Socialista y con su líder en el poder hasta 2020, Igor Dodon. Pero ese año Sandu ganó las elecciones al frente de una plataforma proeuropea y ha dado un giro a la política exterior moldava.
Graduada en Harvard y contraria a políticas autoritarias, ha girado hacia Occidente y en junio el país recibió el estatus de país candidato a la entrada en la UE. Sandu ha hecho además todo lo posible para cortar los lazos con el este. Literalmente. Poco después del inicio de la invasión a Ucrania, canceló los vuelos directos entre Moscú y Chisináu, un trayecto que cuesta hoy varias escalas y unos 1.000 euros. Como reacción a este manifiesto distanciamiento, Rusia ha elevado los precios del gas y ha limitado las relaciones comerciales, vitales para la pequeña república, que exporta principalmente vino. El país depende completamente del gas ruso, pero la empresa estatal rusa Gazprom ha cortado el suministro. El resultado ha sido una inflación del 30,2% a finales de 2022 y precios de energía multiplicados por siete.
El país sufre además cortes de energía constantes porque está conectado a la infraestructura energética de Ucrania, bajo fuego ruso. La grave crisis económica y energética por la que atraviesa ha llevado a protestas ciudadanas y disturbios. La primera ministra Natalia Gavrilia, también proeuropea, ha dimitido recientemente por este motivo.
Tensa situación
A esta tensa situación se suma el intento de desestabilización denunciado en un discurso a la nación por la presidenta Sandu. A diferencia de la vecina Rumanía, Moldavia no está en la OTAN. Entre el 30% y el 40% de su población habla ruso y la mayor parte ve canales de televisión leales al Kremlin. Los sacerdotes del patriarcado ruso han puesto en duda las acusaciones de Sandu, alegando que las advertencias del golpe se basan en documentos del servicio secreto de Ucrania. El Gobierno sospecha que Putin ha fijado como objetivo hacerse con el poder porque, a principios de febrero, el ministro ruso de Relaciones Exteriores, Serguéi Lavrov, advirtió que Moldavia podría correr la misma suerte que Ucrania.
El jefe diplomático de Putin se refirió textualmente a Moldavia como al próximo proyecto «anti-ruso». En junio de 2022, Lavrov se quejó en público de que las autoridades moldavas estaban «cancelando todo lo ruso» y la embajada rusa en Moldavia hizo un llamamiento a la población de habla rusa a enviar correos electrónicos con quejas si son discriminados, un protocolo de actuación que recuerda al seguido en la península de Crimea, anexionada violando el derecho internacional en 2014, y a los meses previos a la invasión de Ucrania, hace un año. Moldavia tiene además otro problema: Transnistria, una república rebelde separatista en el este del país, con una superficie similar a la de Mallorca y de gran importancia para Putin, que apoya su independencia y mantiene alrededor de 2.000 soldados en su territorio, que custodian un alijo de armas de la época soviética. Si tuviese la oportunidad de combinar sus tropas en el sur de Ucrania con las de Transnistria, si la ciudad portuaria de Odesa cayese en manos rusas, Putin podría ordenar la marcha hacia Transnistria. La capital de Transnistria, Tiraspol, está a sólo dos horas de Odesa.
La Comisión Europea se esfuerza por apoyar al gobierno moldavo y acaba de aprobar una partida de 145 millones de euros destinados a paliar las consecuencias de la crisis energética entre la población y a gestionar la acogida de refugiados ucranianos. El desembolso de estas ayudas están ligadas a determinados criterios de lucha contra la corrupción.