«¿Cómo puede un niño de tres años disparar a otro de un año?»: la aterradora rutina de contar tiroteos en EE.UU.
«Me he endurecido», reconoce Mark Bryant, el director ejecutivo de Gun Violence Archive, tras una década anotando día tras día los muertos por la epidemia de la violencia con armas en el país
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Corresponsal en Nueva York
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Iniciar sesiónLa rutina de Mark Bryant es espantosa. Justo antes de hablar con este periódico, acaba de registrar otra víctima de la violencia armada en EE.UU. «Un niño de tres años le ha pegado un tiro a otro de un año. En Chicago. ¿Cómo ... puede un niño de tres años coger un arma, cómo puede pasar eso?», lamenta.
Lo pregunta con pesar, pero sin tono de sorpresa. Esa es su vida desde hace una década. Bryant es el creador y el director ejecutivo de Gun Violence Archive (GVA), una organización que documenta todas las víctimas -muertos y heridos- por la violencia con armas de fuego en EE.UU.
Hasta entonces, Bryant se había dedicado al análisis de datos -entre otras, trabajó para compañías como Microsoft e IBM- pero se interesó por el problema de la violencia con armas. Como todo EE.UU., sintió la conmoción del tiroteo de la escuela Sandy Hook, en Newton (Connecticut), en diciembre de 2012. Un chaval de 20 años mató a 26 personas, 20 de ellos niños, con un rifle militar. La matanza creó el ciclo habitual de reacción a estos tiroteos: indignación, llamamientos a la regulación del acceso a armas, parálisis política, olvido.
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A Bryant, quizá por defecto profesional, esa tragedia le sirvió para confirmar que había muchos otros casos de violencia armada que no quedaban registrados en bases de datos dedicadas a ello, como la que tenía 'Slate', un medio digital. Se quejó al respecto y acabó encargado de recomponer su recopilación y conteo de incidentes y víctimas.
Cuando 'Slate' puso fin a ese proyecto poco después, Bryant lo convirtió en su propia organización con el apoyo financiero de Mike Klein, de la fundación Sunlight.
«Cuando ocurrió lo de Sandy Hook, yo estaba entre los que creíamos que las cosas iban a cambiar», asegura. «Pero lo único que se consiguió es redoblar los esfuerzos para que no hubiera regulación, para que no hubiera más protección a los menores que meter más armas en los colegios».
7.500 fuentes
Una década después, el GVA es la base de datos de referencia sobre la violencia con armas. Tiene un equipo de 24 personas que cada día peina informaciones de 7.500 fuentes en todo el país -medios de comunicación, informes policiales, datos gubernamentales- para registrar hasta el último incidente. «Nuestro objetivo es que los datos sean honestos, revisados y comprobables al 100%», dice.
Cada día, GVA analiza cerca de 150 incidentes con armas de fuego. «Me gustaría que hubiera días en que nadie es víctima de un tiroteo. Pero es que simplemente eso no ocurre», lamenta. Durante la hora que dura la conversación con Bryant, según las estadísticas de este año, habrán muerto cinco personas por armas de fuego en EE.UU.
¿No le afecta este recuento? ¿Se ha acostumbrado a vivir con la tragedia?
No sé. Sí, me afecta, pero es distinto a lo que era antes. Al principio, cuando trabajaba con 'Slate', te podía decir el nombre y la edad de cada chaval muerto. Ya no puedo. Ahora es más como una frustración que va creciendo. En especial, con la violencia doméstica. Me desgasta de verdad, me horroriza ver niños tiroteados en su propia casa, no hay excusa para eso. Solo porque un padre es un vago que no guarda bien su arma.
«Me horroriza ver niños tiroteados en su propia casa, no hay excusa para eso. Solo porque un padre es un vago que no guarda bien su arma»
Usted registra esta epidemia con armas día a día. Pero, ¿cómo la explica?
Siempre ha habido una cultura de armas en EE.UU. Si te presentabas en Kentucky en 1792, lo que había era 'indios contra colonos'. Existía una necesidad de protegerte a ti y a tu familia ante una posible invasión. En el 'salvaje Oeste' todo el mundo llevaba un arma por la posibilidad de encontrarse con problemas. Pero ahora no es así. Tener armas es simplemente un 'hobby'. Y ese 'hobby' se ha convertido en una secta, en una obsesión fetichista. Y se ha entrelazado con la política y la religión.
¿Cómo es un día normal para usted?
Ya casi no hago informes de incidentes específicos. A veces me ocupo de algunos casos especiales o de tiroteos masivos, para que la gente del equipo pueda seguir con el resto de incidentes, que son muchos más. Paso tiempo tratando de mejorar nuestros procesos para que sean eficientes. Dedico horas a contestar mensajes de clientes, periodistas, investigadores. A veces son familiares de víctimas, que buscan que se corrija su nombre, o su edad. O les pongo en contacto con gente que les ayuda a superar la ansiedad de su tragedia, con gente que han pasado por lo mismo o que han sobrevivido a un tiroteo.
No debe ser fácil tener esas conversaciones todos los días.
No lo es. Yo era el tipo más feliz, siempre risueño, y ya no. Me he endurecido.
Un trauma infantil
Quizá el interés de Bryant por el fenómeno de la violencia armada tenga algo que ver con un trauma infantil. Él creció en Harlan, en una región minera del sur de Kentucky. A los cinco años, estaba en una esquina de su pueblo y vio cómo un hombre se acercó a un coche de la policía. Descerrajó un tiro en la cabeza del agente que iba al volante y sacó del coche a su hijo, que estaba en el asiento de atrás.
«Ocurrió a seis o siete metros de donde yo estaba», recuerda. No es el único incidente que le ha tocado vivir. «Hace solo dos días, el vecino de la casa de al lado se intentó suicidar», dice (el suicidio es la principal causa de muerte con armas de fuego). Escuchó una detonación y después las alarmas de coches de policía y ambulancias.
Esa es la realidad de un EE.UU. armado hasta las cejas, donde se estima que hay más de 400 millones de armas en manos privadas, para un país de 330 millones de habitantes.
Hay más de 400 millones de armas en manos privadas, para un país de 330 millones de habitantes
La violencia con armas es una constante en la vida de EE.UU. Está muy presente en los barrios de las grandes ciudades, como Nueva York, Los Ángeles o Chicago, donde los tiroteos son casi una rutina. Pero nadie está a salvo. Los datos de GVA muestran que es una lacra que afecta a todo tipo de entornos.
En muchas de esas matanzas masivas que copan los titulares, la reacción habitual de los vecinos, da igual dónde ocurra, es «no creíamos que esto pudiera suceder aquí». La realidad es la contraria: ocurre en todos los sitios.
Esa es exactamente la realidad. Puede pasar en una zona rural de Oklahoma, como la reciente matanza de Henryetta. Muchas veces se traslada la idea de que esta violencia solo ocurre en barrios con población negra en las ciudades. Pero no es así. En las zonas más rurales, más blancas, también.
A veces parece algo inevitable…
Yo explico que vivimos con una sensación de amenaza terrorista de nivel medio. Y está desgastando a la gente. Muchas veces solo ponemos atención con las grandes matanzas. Pero ese mismo día, de media, han muerto otras 50 personas por armas de fuego y otras 75 se han quitado la vida. Eso es cada día. Para mí, es puro terrorismo.
¿Quién tiene la culpa?
A los únicos a los que podrías echar la culpa es a la Asociación Nacional del Rifle (NRA, en sus siglas en inglés, el gran 'lobby' de las armas). Hacen todo lo posible para que no haya ninguna regulación razonable sobre el acceso a las armas. Y a los republicanos, por recortar las inversiones en salud mental durante décadas.
Bryant no es un enemigo acérrimo de las armas. En su día, fue miembro de la NRA. Tiene varias armas en su casa, la mayoría heredadas de un tío que falleció. Antes iba de vez en cuando a un campo de tiro, pero hace años que no lo hace.
Quizá su desapego de las armas tiene que ver con el agravamiento de la lacra de esta violencia desde la pandemia. Cuando GVA empezó a registrar muertes por violencia armada, estaban en el entorno de las 15.000 al año. Con la pandemia se ha disparado hasta 20.000. «Creo que la pandemia acentuó la polarización que vive este país», explica. «Al mismo tiempo, muchos estados relajaron las regulaciones. Pero es pronto para saber si tiene que ver con la pandemia o si es algo estructural».
¿Se presta demasiado atención a los grandes tiroteos?
Es en esos episodios cuando hablan del asunto los activistas, los políticos. Ahí es cuando les ponen las cámaras. Pero cuando Bob dispara a Debbie en su casa no aparece por ningún lado. Aunque los tiroteos masivos (al menos cuatro heridos) solo supongan el 6% del problema.
¿A qué estadísticas habría que prestar más atención?
Creo que a los tiroteos de niños y a la violencia doméstica. Si no hubiera armas por todos lados, un hombre quizá le pegaría una paliza a su mujer. Eso está muy mal, pero no es pegarle un tiro.
«Eso que dice la gente de las armas que la sangre de otros es el precio de su libertad es una gilipollez»
No parece que haya mucho cambio en el horizonte en el actual clima político.
No es un momento para el optimismo. El país está cada vez más polarizado. En la izquierda hay gente que dice cosas que están muy bien para tratar de solucionar la situación y otras que son muy estúpidas. Y en la derecha tratan de proteger su 'hobby'. Pero nada me ha cabreado tanto como cuando el otro día escuché a alguien decir que el hecho de que tres niños fueran tiroteados «es el precio de la libertad». Eso que dice la gente de las armas que la sangre de otros es el precio de su libertad es una gilipollez. No tienen derecho.
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