Las lecciones para quienes quieren reemplazar la monarquía por una república
Australianos, canadienses y otros países anglófonos se alejan del actual sistema del Rey Carlos III como su jefe de Estado
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Preparativos de la Coronación de Carlos III en Londres
El pasado año, después del funeral de la Reina Isabel II, el comentarista político estadounidense David Frum hizo en 'The Atlantic' un comentario importante. Comparó la Constitución estadounidense elaborada en 1776 por las mentes más brillantes de la época reunidas en una habitación, por ... un lado, con la imprevisibilidad del sistema hereditario británico de una monarquía constitucional, por el otro.
Como acertadamente subrayó, existía una sorprendente paradoja. Los británicos nunca sufrieron una amenaza a su democracia, mientras Estados Unidos creó una dictadura electiva. Su presidente poseería más poder del que jamás tuvo el Rey Jorge III. Y esto incluso llevó al presidente Trump a decirles a sus seguidores que le habían «robado» las elecciones de 2020, y a alentarlos a asaltar el Capitolio.
Las lecciones que emergen son claras para cualquier país que quiera reemplazar una monarquía con una república. Si va a salvaguardar un sistema democrático en el futuro, el presidente no debería tener poder político. Debería tener solo el prestigio del cargo con todos los aspectos ceremoniales, pero también el mando supremo sobre las fuerzas armadas 'in extremis'. Mientras tanto, el poder político debería estar restringido al primer ministro, con el mando operativo de las Fuerzas Armadas en manos del ministro de Defensa.
Es perfectamente comprensible que los australianos, canadienses y otros países anglófonos estén ahora contemplando alejarse del actual sistema del Rey Carlos III como su jefe de Estado, y elegir en su lugar a uno de sus propios ciudadanos. Pero a diferencia de los Estados Unidos o Francia y su Constitución, nunca se debe permitir que un político combine poderes ceremoniales y políticos.