Caos por huir del infierno libio
Miles de extranjeros esperan todavía su turno en aeropuertos y puertos del país para escapar de la violencia
MIKEL AYESTARÁN
No aparecen en ninguna lista. Permanecen tirados en el paso fronterizo egipcio de Salum desde hace varios días y siguen esperando la atención de su embajada. Son trabajadores de Bangladesh de la planta que la multinacional Hyundai tiene en Libia y fueron evacuados desde la ... misma fábrica. Vestidos con sus monos de trabajo y con las tarjetas de identificación al cuello, se protegen del frío con mantas donadas por el Ejército egipcio y comen lo que los soldados les dan.
«Los jefes coreanos salieron en aviones, pero a nosotros nos mandaron en autobuses hasta la frontera, muchos no tenemos ni el pasaporte encima, porque nos trajeron directamente de la fábrica, sin pasar por nuestros apartamentos», lamenta uno de los operarios, quien pide a la prensa internacional que estos días accede a Libia desde este paso fronterizo que cuenten su situación. «¿Qué va a ser de nosotros?», se pregunta a la espera de que alguien de la compañía o de su embajada de señales de vida y les ayude a volver a casa. Su espera contrasta con el tránsito constante de trabajadores egipcios que retornan a sus hogares.
El caos en la frontera es trasladable a aeropuertos y puertos del país, donde miles de ciudadanos de todo el mundo siguen esperando su turno para abandonar Libia. Bosnios, brasileños, búlgaros, canadienses, croatas, alemanes, británicos… la lista es interminable.
La mayor parte de países opta por la vía marítima y el tráfico es intenso en el puerto de Bengasi, donde en las próximas horas se espera la llegada, entre otros, de dos barcos militares alemanes. Turquía, Malta y Grecia están siendo los principales puntos de salida, la primera parada antes de emprender el camino definitivo a sus países de origen.
Por su parte, el Ministerio de Asuntos Exteriores español confirmó ayer que sólo quedan cinco españoles en el país por evacuar, en concreto en Trípoli.
Huir de la violencia
En los setecientos kilómetros que separan la frontera de Bengasi, cientos de furgonetas con operarios de países como Bangladés, China o Filipinas vuelan rumbo al paso egipcio en busca de seguridad. Si se les pregunta por lo que dejan atrás todos hablan de jornadas de violencia y el gran vacío de poder al este del país, tras la unión de las fuerzas de seguridad a la revuelta contra Gadafi.
La agencia de noticias china Xinhua informó de la evacuación de 16.000 ciudadanos de este país desde el inicio de las revueltas. Los chinos cuentan con 75 factorías en suelo libio, incluida la petrolera estatal CNPC a través de su filial Petrochina que emplea a más de tres mil trabajadores. La línea aérea china ha enviado hasta el momento 18 aviones y Pekín fleta ferris para que sus ciudadanos puedan dejar el país.
En el sur, por su parte, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) alerta de la salida de al menos un millar de emigrantes de Níger. De ellos, casi la mitad están siendo atendidos en un centro de asistencia humanitaria que el organismo internacional ha desplegado en la ciudad de Dirkou, a unos 600 kilómetros de la frontera con Libia.
Los únicos extranjeros que siguen el camino inverso al de la inmensa mayoría son los periodistas de todo el mundo que estos días pueden trabajar en el este del país sin necesidad de cumplir con los trámites burocráticos.
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