Votar con tinta falsa
La presencia de observadores de la Organización de Estados Americanos o la UE debería ser garantía de que en el escrutinio celebrado ayer en Bolivia no hubo fraude. Pero los mecanismos para cometerlo son tantos como la imaginación pueda producir
Fueron a votar al mediodía y se encontraron con la sorpresa de que ya lo habían hecho, pero ellos no habían salido de su casa hasta entonces. Los testimonios de ciudadanos que se encontraron en esta situación fueron más frecuentes de lo deseado en un ... referéndum constitucional.
Las televisiones recogían casos en la Paz y en el interior de Bolivia y los periodistas recordaban el día, no tan lejano, en el que el propio Tribunal Electoral había reconocido que existía cerca de medio millón de documentos clonados.
Se supone que el padrón se había corregido y todo estaba en orden. La presunción se basaba en las declaraciones de la OEA, que dio fe de que el problema estaba resuelto. Pero el constitucionalista Jorge Lazarte se pregunta: «¿Cómo puede la OEA avalar un padrón si no ha tenido acceso a su base de datos?». No se equivoca Lazarte, la Organización de Estados Americanos reconoció que ... tan lejos no pudo llegar.
En otro puntos del país, un pequeño grupo de campesinos denunció que la tinta indeleble con la que mojaban su dedo índice -antes era el meñique- se la pudieron quitar con jabón de manos. La cuestión de la tinta no es detalle menor, eso garantiza que nadie puede votar dos o más veces en el referéndum.
Los mecanismos para hacer fraude son tantos como la imaginación pueda producir, pero el caso de la tinta falsa es la primera vez que se registra en una consulta popular. Lo grave es que las denuncias se hicieron semanas atrás y la Corte Nacional Electoral dio su palabra de que «el problema» también estaba resuelto. Como la desconfianza es moneda de curso legal en Bolivia, en el departamento de Tarija hicieron caso omiso y compraron por su cuenta tinta imposible de sacar con el mejor de los estropajos.
Los observadores españoles de la Unión Europea desconocían estos detalles antes de llegar a La Paz, pero en esta ciudad descubrieron algo más grave. Las actas de los colegios electorales, una vez terminado el recuento, son únicas. Es decir, no se entrega copia a nadie. De este modo, el derecho a protestar se hace virtualmente imposible al carecer de un documento para contrastar la veracidad o falsedad de los datos. Los que sí conocían ese detalle son los partidos de la oposición, que dieron instrucciones a sus fiscales para que fotografíen las actas, aunque éstos no llegan a tener representación en la Bolivia profunda donde reina el MAS (Movimiento Al Socialismo) de Evo Morales.
Lo que decide el cacique
Otra característica no sólo de la votación de ayer sino, en general de todas las consultas celebradas los últimos tres años, es el voto comunitario. En las poblaciones indígenas y en los pueblos se impone el voto que decide el cacique o la mayoría de la colectividad. Como consecuencia, el municipio, aldea o la comunidad se someten a la obediencia debida, bajo pena de sanción. Esto explica que la prefecta de Sucre, la indígena opositora Sabina Cuéllar, ayer instara a su pueblo a no dejarse engañar: «No tengan miedo, el voto es secreto y no les pueden sancionar ni quitar sus tierras. No hemos robado, no hemos matado y no vamos a la cárcel por votar en libertad».
Fraude sí, fraude no, la presencia de observadores del Centro Carter, la Unión Europea y, pese a todo, la OEA debería ser garantía de que en el escrutinio no habrá trampa y sólo cartón en forma de voto.
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