Ucrania, en guerra con su propia identidad
La sangrienta invasión lleva a la cancelación de la cultura rusa, parte integrante de la ucraniana, creando un conflicto que los expertos consideran irremediable
Guerra Ucrania - Rusia, en directo
Para Andrii Bilous, director del Teatro Nacional Molodyy de Kiev, el 24 de febrero no sólo comenzó la invasión de su país sino también un profundo dilema ético. Como para tantos otros hombres de teatro de todo el mundo, los dramaturgos clásicos rusos siempre ... fueron una referencia pero en la Ucrania invadida y violentada, pasaban a simbolizar el mal generando un rechazo intrínseco, casi irracional, entre la audiencia y entre su propio equipo. «En Kiev nunca habíamos tenido nada en contra de las obras rusas. Percibíamos los clásicos rusos como parte del contexto universal. Lo hacíamos de forma natural, valorando la calidad, igual se aceptaba a Chejov o Tólstoi como a Shakespeare o Tennessee Williams. Pero el día que comenzó la guerra, todo cambió. Hablé con mi compañía, y los 150 miembros, por unanimidad, decidimos cancelar todas las obras programadas basadas en textos de autores rusos», 13 en total.
Niños juegan en el centro de Kiev
El movimiento de cancelación se extiende a calles, monumentos e instituciones que han cambiado de nombre por aclamación popular, en una campaña de redefinición instigada por la brutal agresión de Moscú. La ira, los bombardeos y las incontables masacres han apresurado decisiones en la Ucrania invadida. En el segundo mes de guerra, las autoridades dieron la oportunidad a los residentes de rebautizar calles que aludían a la era soviética, en una campaña que ha derivado en el cambio de al menos 467 calles, callejones, avenidas, autopistas y estaciones de metro así como en la modificación o eliminación de monumentos como el Arco de la Amistad entre los Pueblos, que ha sido desmantelado y será inaugurado de nuevo como el Arco de la Libertad del Pueblo Ucraniano. Sólo en Kiev, el Ayuntamiento ha propuesto desmantelar 60 placas conmemorativas y monumentos herencia colonial rusa.
La percepción es que la campaña es pura retribución a una guerra cultural declarada por Rusia. El Gobierno ucraniano ha lanzado una página web para documentar todos los edificios de valor histórico dañados por la guerra: la lista incluye 370 a lo largo y ancho del país. «Existe una tendencia emocional a eliminar las referencias culturales rusas animadas por la política . Seguramente ninguno de los países europeos que combatieron contra Alemania dejaron de escuchar a Beethoven o Bach. La cultura no debería tener nacionalidad», lamenta el arqueólogo y miembro de la Academia Ucraniana de las Ciencias, Vsevolod Ivakin , ataviado con una camiseta de Iron Maiden, un pendiente en la oreja y un pañuelo pirata negro anudado a la muñeca que habla a gritos de la diferencia identitaria de los ucranianos respecto a los vecinos rusos.
Leer entre tanques en el centro de Kiev
Represión estalinista
Eso no implica, según los expertos, sustituir los símbolos culturales soviéticos por los ucranianos, dado que la represión estalinista derivó en la ejecución de muchos de los referentes culturales de una Ucrania huérfana de iconos. «No me importaría sustituir a Pushkin o Dostoievski por Goethe o Shakespeare, sobre todo dado que los autores clásicos rusos alimentaban la narrativa soviética y eran usados como propaganda por Moscú. Si los examinas de cerca, muchos de ellos no eran tan patrióticos e incluso renegaban de Rusia: Tólstoi fue excomulgado por la Iglesia Ortodoxa, Lermontov fue desterrado en el Cáucaso y Dostoievski fue condenado a muerte por actividades subversivas, por poner algunos ejemplos», explica Ivakin.
«¿Qué es identidad? Es pasado, es cultura y es educación. Según los datos que manejamos, un centenar de museos e instituciones culturales han sido dañadas por la agresión rusa"
«El descomunismo debería afectar sólo a aquéllas personalidades implicadas en crímenes» , prosigue el arqueólogo. «Esta es una mentalidad típicamente eslava. Cuando los soviets llegaron, destruyeron calles y monumentos relacionados con los zares y ahora somos nosotros los que destruimos símbolos culturales soviéticos. Ha ocurrido en otros países como Alemania o Italia, donde fueron eliminados los monumentos relacionados con el nazismo y el fascismo, pero en otros países los diferentes elementos culturales pueden coexistir. Pero en estos momentos, es muy difícil separar lo emocional de lo racional».
El pueblo ucraniano, educado, moldeado y sometido por la Unión Soviética, cuya cultura fue modificada por décadas de totalitarismo, deportaciones, gulag y represión de pensamiento, se encuentra ante la difícil tesitura de redefinir su identidad para alejarse de ese vecino al que antes consideraba un hermano y hoy actúa como un carnicero. A nadie se le escapa que unos de los objetivos rusos es destruir esa identidad ucraniana, como demuestran los bombardeos contra edificios históricos e instituciones culturales como el Teatro de Mariúpol , el saqueo de museos como los de Jersón, Melitupol o Mariúpol o la instalación de nuevos monumentos a Lenin en ciudades ocupadas. Rusia libra su guerra de forma multidimensional para desmayo de un pueblo que había asimilado la cultura rusa como parte de la cultura universal, sin creerse obligado, y que hoy toma conciencia de ello.
Dos militares caminan por Kiev
«¿Qué es identidad? Es pasado, es cultura y es educación. Según los datos que manejamos, un centenar de museos e instituciones culturales han sido dañadas por la agresión rusa. Es un intento patente de destrucción de nuestra identidad cultural», asevera Mijail Sajarevich , director del Teatro Ivan Franko , que durante sus 102 años de historia ha vivido tres guerras. «Creo que va a permanecer la tendencia de anular a los autores rusos porque la guerra ha generado demasiado odio. Nuestro repertorio es ucraniano desde la independencia, en 1991, y ahora es inconcebible lo contrario. No es capricho nuestro, es Rusia la que se esfuerza en reducir su influencia cultural», prosigue.
Genocidio cultural
En el mercado de libros de Kiev, una explanada con pequeños puestos regentados por filólogos, literatos y bibliógrafos, los títulos de autores rusos apenas están a la vista. «Ya nadie los pide. Cada vez más, la gente busca autores ucranianos o libros clásicos escritos en ucraniano », explica Lena, la dependienta, que reabrió hace pocos días. «Los libros rusos han pasado a la estantería de literatura extranjera», añade. Y también parecen tener un importante descuento: muchos clásicos en ruso cuestan apenas un euro frente a los cuatro euros que puede costar la misma obra en ucraniano. «Como filóloga de ruso me da pena que sea así porque buena parte de los ucranianos siempre han leído en ruso y ahora sólo los coleccionistas compran ejemplares en ese idioma, sabiendo que no volverán a verse en Ucrania», aduce Helen, de 50 años, algunos puestos más allá.
«No diría que Ucrania libra una guerra cultural, aunque algunos apuestan por abolir o cancelar la cultura rusa al menos durante la guerra», detalla Yaroslav Hrytsak , historiador y director del Instituto de Estudios Históricos de la Universidad Ivan Franco de Leópolis. «La actitud general es que debemos hacer algo contra la cultura rusa porque no tiene rasgos ucranianos y ha suplantado a la cultura ucraniana, llegando a ser tóxica. Dostoievski era extremadamente anti polaco, anti ucraniano y anti judío. [El poeta] Joseph Brodsky ofende en sus textos a Ucrania y a su independencia, con insultos difíciles de soportar. Muchos ucranianos consideran que, demasiado a menudo, la cultura rusa dominante en Ucrania invade nuestro propio espacio como lo hace mediante la agresión militar», prosigue el historiador, que revela la «destrucción intencionada de antiguos archivos de la KGB que se conservaban en Ucrania , como se han eliminado y confiscado libros en bibliotecas que hacían referencia a la cultura ucraniana en las ciudades ocupadas. Esto debería ser considerado como parte del genocidio cultural ucraniano, y lo digo desde el punto de vista académico y no emocional. Hay indicaciones muy concretas de que se están acometiendo pasos concretos destinados al genocidio cultural en Ucrania dirigido por Putin».
«No estamos quemando libros, sólo los estamos enviando al lugar que les corresponde: a las estanterías de las bibliotecas
La respuesta, en forma de campaña de cancelación, comenzó en Kiev tras la revolución de Maidán y no implica erradicar toda la identidad impresa por un siglo de dominación soviética. «Se eliminan nombres de calles o de monumentos pero la cultura rusa no puede ser eliminada . Sí debe ser complementada con cultura europea. ¿Por qué no tener monumentos de Camus, Shakespeare o Marcel Proust?», aduce el historiador de la Universidad de Leópolis. «No estamos quemando libros, sólo los estamos enviando al lugar que les corresponde: a las estanterías de las bibliotecas. Ninguna cultura debe dominar el espacio cultural ucraniano. No es Ucrania la que cancela la cultura rusa en Ucrania, sino Putin quien cancela la cultura rusa en Ucrania. Hemos convivido pacíficamente con esa cultura hasta que Putin nos ha obligado a rechazarla», añade.
Expertos como Ivakin también cuestionan el legado del universo soviético, dado que «por ejemplo, la ciencia evoluciona según la investigación y el intercambio de opiniones. En la ciencia soviética no había ningún intercambio de pensamiento, sólo se permitía a sus científicos interactuar con expertos afines y visitar otros países de la órbita socialista donde se retroalimentaban limitando cualquier oportunidad para crecer. El control total sobre la cultura degenera en una degradación cultural, que implica una ruptura con el resto del mundo», prosigue Ivakin.
El arqueólogo lamenta que en estos días de ira se mezclen «cultura y política, pero es comprensible que las emociones en tiempos de guerra se impongan sobre la razón. La historia en sí es un relato de hechos que no son juzgables, y debe ser aislada de apreciaciones morales. Destruir los monumentos no implica destruir nuestra historia. Sólo tenerla presente y estudiarla nos permite extraer conclusiones», concluye Ivakin.
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