Suscríbete
Pásate a Premium

Trípoli, la pequeña Siria libanesa

Los grupos islamistas afianzan su poder al norte del Líbano con el apoyo a los refugiados sirios

Trípoli, la pequeña Siria libanesa mikel ayestaran

mikel ayestaran

Trípoli se ha convertido en los últimos meses en una especie de Siria en miniatura. En pocos metros se pasa de zonas con banderas negras de la ‘guerra santa’ que vive Siria, propias de los salafistas, y del Ejército Sirio Libre (ESL) a barrios como el de Jabel Al Mohsen con fotografías de Hafez y Bashar Al Assad en las paredes. Esta división se ha traducido en e nfrentamientos semanales entre libaneses pro sirios, pertenecientes a la secta alauita del presidente Al Assad, y anti sirios, mayoritariamente suníes, de los que son testigos los miles de refugiados llegados desde el otro lado de la frontera. Unos enfrentamientos que para algunos analistas locales son la antesala de una nueva guerra civil en el país .

La segunda ciudad de Líbano es el epicentro de la ayuda a la oposición al régimen de Bashar Al Assad y la retaguardia segura para milicianos del ESL heridos. Junto a organizaciones internacionales como Médicos Sin Fronteras o Cruz Roja han florecido grupos islamistas para llenar el vacío dejado por las autoridades libanesas y religiosos como el jeque Shadi Jebara, del barrio suní Bab Al Tabbaneh, comparó en una entrevista ofrecida a ‘The New York Times’ Trípoli con el Peshawar paquistaní de los ochenta, base de operaciones de los muyahidines que combatían contra la URSS en Afganistán. «Antes había unas pocas, pero desde el inicio de la revolución han aparecido un número incontable de organizaciones muchas de ellas sin nombre y que dependen de un jeque concreto. Da miedo por la capacidad de penetración y porque muchos de ellos son muy radicales », confiesa un médico local que lleva diez años trabajando en el mundo de la cooperación.

En el último mes la ofensiva rebelde contra Al Assad se centra en Damasco y, sobre todo, Alepo, por lo que Turquía recibe una media de mil refugiados al día, según Naciones Unidas. Esta situación la vivieron en el norte de Líbano en febrero durante los combates en Homs, ciudad muy próxima a la frontera. El goteo de civiles y heridos del ESL, sin embargo, es diario y ahora 120 milicianos se recuperan de sus heridas en cuatro centros distintos.

Una placa de la ‘Organización Islámica de Ayuda Internacional’ informa de que Arabia Saudí ha pagado la renovación y el equipamiento de la planta donde se atiende a los sirios y preside el acceso a uno de los centros «donde se han tratado a 750 de los más de dos mil combatientes que han llegado», destaca Morhaf Agha, ex combatiente en el barrio de Bab Amr de Homs, que perdió un brazo en la guerra y ahora es el encargado del registro de los heridos en la ciudad.

Este trabajo se lo ha dado una organización vinculada al clérigo salafista Omar Bakri, condenado a cadena perpetua por su vinculación a Al Qaeda. «Nuestra labor es ayudar a cruzar la frontera a aquellos que quieran combatir y distribuir entre los refugiados y heridos los fondos enviados por los países del Golfo», explica un religioso presente en el centro donde se atiende a los heridos. Cuando se le pregunta si muchos libaneses se han unido a la yihad que ellos predican responde que «en Siria hay combatientes suficientes, lo que necesitan son armas y municiones» .

Morhaf vive con su esposa y tres hijos en un apartamento situado en la segunda planta de un edificio a medio construir por el que tiene que pagar 425 euros mensuales de renta y «ya nos hemos quedado sin dinero después de vender el oro de mi esposa, el jeque es mi única ayuda» . La misma situación que atraviesan otros compatriotas a los que las organizaciones religiosas consideran «desplazados y no refugiados porque esa frontera es ficticia y todos somos el mismo pueblo», matiza el jeque presente en la planta de hospitalización de los heridos del ESL.

Seis operaciones

En una de las habitaciones dos jóvenes de Qusair se recuperan de las graves lesiones sufridas por culpa de disparos de francotiradores. Hasán tiene 28 años y en los dos meses que lleva ingresado ya le han efectuado seis operaciones en brazos, piernas y estómago. «La auténtica amenaza eran los alauitas de los poblados cercanos, bien armados por el régimen desde el inicio de la crisis y con licencia para saquear, violar, raptar y matar . Civiles contra civiles mientras los soldados seguían todo metidos en sus blindados», recuerda Hasán ante la atenta mirada de Fahed, que lleva ocho meses tratando de recuperar la movilidad en su pierna izquierda.

«Cuando me hirieron no había combates ni el ESL estaba en la ciudad. Formamos brigadas para proteger las manifestaciones pacíficas de la gente y nos atacaron», señala Fahed. A ambos les espera un duro proceso de rehabilitación por delante. Separados por el pasillo estrecho que separa las dos camas, les une un pasado común marcado por la represión, la desaparición de familiares, la detención y muerte de amigos, algo que se repite entre todos los sirios consultados en este hospital.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación