Los retos del próximo gobierno alemán

Las cifras económicas de Alemania son la envidia del resto del mundo. No solo por su fortaleza económica y por su situación, prácticamente de pleno empleo , sino también porque, mientras el resto de países europeos pelea con sus presupuestos, Alemania recibe críticas de organismos como el fondo Monetario Internacional por su elevado superávit, unas críticas que en Berlín son leídas más bien como una ratificación de alabanza a sus políticas económicas. El nuevo gobierno, sin embargo, deberá leer más atentamente esos informes del FMI y comenzar un programa de inversiones públicas en infraestructuras , obsoletas en el ámbito del transporte y la circulación, de forma que no corresponden a un país puntero en desarrollo económico y tecnológico, y todavía por hacer en el ámbito digital.

A pesar de su prosperidad, Alemania ha visto en las últimas legislaturas cómo se abría una mayor brecha entre ricos y pobres , además de la gran disparidad de salarios entre hombres y mujeres en el mercado de trabajo. En plena crisis del euro no había tiempo para ocuparse de esto, pero en la próxima legislatura el gobierno deberá ponerse manos a la obra. En uno de los países más prósperos de la Unión Europea, las mujeres ganan un 22% menos que los hombres, un porcentaje que es solo peor en República Checa y Estonia. Jutta Allmendinger, presidenta del Centro de Ciencia Social Berlín WZB, piensa que, a pesar de las cuotas para alcanzar la igualdad de género queda por hacer y que es hora de pasar a la accion. «Más mujeres en puestos altos tienen mucha influencia en otras mujeres, que intentan y se atreven a optar a los cargos medios y altos. Son modelos a seguir y eso es lo que necesitamos», asegura. El Gobierno que salga de las elecciones del 24 de septiembre tendrá que hacer frente a estos problemas.

En cuanto a la brecha social, el presidente del Instituto de Investigación Económica IFO de Munich, Clemens Fuest, considera que «el precio que Alemania ha pagado por su exitosa política de empleo es que los salarios del sector de ingresos bajos han aumentado más despacio que los del sector con alta cualificación». Fuest sostiene que queda por hacer, sobre todo, reducir esa brecha a base de educación, mejorar el sistema educativo alemán para que se asemeje al de los países escandinavos . Apunta a la necesidad también de cualificar a los recién llegados. Achaca este hándicap, el cual impide a muchos trabajadores alcanzar mejores salarios, a que durante los años 80 y 90, Alemania no se consideraba un país de inmigración, «y si no se considera como tal, no hay estrategia para integrar a la gente». Propone reenfocar la educación y la economía a la nueva realidad tras la crisis de los refugiados.

Tras el año 2015, en el que en apenas unos meses entraron en el país 890.000 refugiados , la cifra de llegadas no supera ya los 200.000 anuales y ha recuperado los niveles anteriores a la crisis. Pero la burocracia alemana todavía sigue, empantanada, tramitando las solicitudes de asilo de la mayor parte de ellos. Las autoridades no han encontrado la forma efectiva de repatriar a todos aquellos cuya solicitud es denegada y el caos generado en verano y otoño de 2015 ha generado graves problemas de seguridad, porque cientos de miles de extranjeros entraron sin documentación en el país y entre ellos se colaron islamistas con intenciones perversas a los que es muy difícil ahora seguir la pista. Terminar de poner orden y abordar medidas que faciliten la integración cultural y democrática de los recién llegados supone un gran reto. Merkel ya ha llevado a cabo un endurecimiento de la normativa de inmigración y asilo para evitar que se repita la situación, pero Alemania tiene todavía por ganar la batalla para que Europa asuma que todos los miembros deben aportar una cuota de solidaridad.

Hasta aquí, todos los retos mencionados están en el discurso público. Pero hay otros igual de acuciantes que no se mencionan expresamente en los mítines electorales. Uno de ellos es la gestión de la aparición de Alternativa para Alemania (AfD) , un partido anti euro, anti extranjeros y que coquetea abiertamente con el neonazismo y los nostálgicos del Tercer Reich, y que va a entrar con fuerza en el Bundestag en estas elecciones. Otro es la debilidad del Partido Socialdemócrata (SPD), que no levanta cabeza y que condena a la democracia alemana a niveles mínimos de debate público y ausencia de oposición democrática, dejando paso a los antisistema de AfD.

En Europa, espera al próximo gobierno un cambio de época en el que, al mismo tiempo que el BCE va retirando progresivamente las ingentes cantidades de dinero que ha inyectado en los mercados, Alemania y Francia deben revertir si cabe más progresivamente el curso de austeridad impuesto desde la crisis de la deuda, definir una nueva arquitectura económica común y dar un nuevo impulso «refundador» de Europa, en palabras de Macron, que ha anunciado que presentará sus propuestas en este terreno el lunes siguiente a las elecciones alemanas.