Y sin embargo

Ante la saga del Brexit, parte de ese bucle tan paradójico impuesto por el nacional-populismo, la política del Reino Unido tan delirante desde el 2016 ha logrado superarse a sí misma al generar en tan solo un mes lo que se podría denominar como la paradoja de Boris: su gobierno se desmorona pese a toda clase de apaños muy poco democráticos y al mismo tiempo el Trump británico es el favorito en los sondeos ante unas forzadas elecciones que la Cámara de los Comunes se niega a convocar.

Aunque los últimos comicios anticipados fueron el equivalente a una escopeta cargada por el diablo para los tories, Boris Johnson quiere volver a tirar los dados electorales ante la expectativa de mejores resultados y solventar el déficit de legitimidad que le supone haber sido elegido por una «selectocracia». No importa que no esté negociando nada con Bruselas, que las dimisiones se suceden en su gabinete, que la disidencia en las filas se castigue con la expulsión y que se haya llegado a forzar desde ayer lunes la suspensión del Parlamento durante cinco semanas críticas para evitar un Brexit no negociado, tan perjudicial para todo el mundo.

A pesar de todo este panorama tan desolador para una democracia de referencia como la británica, los conservadores presentan una ventaja de al menos diez puntos en intención de voto sobre los laboristas. Para explicar esta paradoja no hay que perder de vista tampoco la figura del líder opositor, Corbyn, que también forma parte de la cosecha de personajillos tan inútiles como nocivos que protagonizan la filfa del Brexit.