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El Elíseo detalla el rol de la primera dama pero no le da un estatus oficial

Los proyectos de reforma del presidente Macron se han convertido en un campo de minas y se espera que su esposa le permita restaurar parcialmente una popularidad decreciente

JUAN PEDRO QUIÑONERO

Emmanuel Macron teme un «otoño caliente». Y espera que su esposa la permita restaurar parcialmente una popularidad decreciente, cuando sus proyectos de reformas se han convertido en un campo de minas, a los cuatro meses cortos de su elección como presidente de la República.

Saliendo al paso de las protestas y resistencias contra la creación del estatuto oficial de primera dama de Francia, el presidente ha hecho pública, a través de la página web del Elíseo, una «carta de transparencia relativa al estatuto de la esposa del jefe del Estado».

Cortando por lo sano todas las críticas de fondo, el Elíseo anuncia que su esposa tendrá una «función de representación, sin estatuto jurídico, no estará remunerada ni estará dotada de ningún tipo de presupuesto» .

Con la precisión y prudencia de un antiguo banquero de negocios, Macron ha construido un proyecto de reformas por venir, respetando todas sus promesas electorales. Durante sus primeros dos meses de trabajo parlamentario, la Asamblea Nacional (AN) ha aprobado una tímida pero real Ley de moralización de la vida pública y una Ley que permitirá imponer con decretazos las primeras reformas de fondo.

El Derecho constitucional francés permite imponer con ordenanzas leyes que sería muy difícil o imposible adoptar a través de un debate parlamentario tradicional . Es una forma más o menos “soft” de decretazo, cuyos orígenes se pierden en la monarquía absoluta del Antiguo Régimen. El general de Gaulle consumó las grandes reformas de la posguerra (1945) con ordenanzas. Todos los gobiernos de izquierda y derecha han recurrido a las ordenanzas, durante el último medio siglo, cuando se encontraban en una posición delicada. Basta con hacer aprobar una ley que utiliza el uso de las ordenanzas y cualquier gobierno puede legislar con esa forma francesa de «ordeno y mando».

Consciente que algunas de sus reformas podrían «topar» con una oposición considerable, el candidato Macron anunció que comenzaría por recurrir a las ordenanzas para realizar «con rapidez» sus primeras reformas. Aprobada sin problemas una Ley de moralización de la vida política, las primeras reformas de fondo debieran comenzar el otoño que viene: reforma del mercado del trabajo, reforma de la legislación laboral, primeros recortes presupuestarios…

El mero recuerdo de tales promesas electorales ha precipitado una caída llamativa en los sondeos. E l presidente Macron todavía tiene una cota de estima y popularidad relativamente considerable, entre 35 y 45 % de opiniones positivas, según los sondeos . Pero ha perdido entre 15 y 20 puntos, en apenas cien días de gobierno.

El vespertino “Le Monde” estima que Macron “teme un otoño caliente”. Extrema izquierda y extrema derecha populistas anuncian movilizaciones. Los sindicatos amenazan con manifestaciones de protesta contra la reforma del mercado del trabajo y la legislación electoral. Las ordenanzas permitirán a Macron imponer con sucesivos decretazos su primera “batería” de reformas, con relativa celeridad.

Tras esa primera e incierta batalla, Macron deberá afrontar un segundo frente de tensiones… El Tribunal de cuentas estima que Francia necesita entre 30.000 y 50.000 millones de euros de recortes presupuestarios “los próximos años”. Un primer anuncio de 850 millones de recortes, en el gasto del ministerio de Defensa, abrió la primera crisis de fondo, el mes de julio pasado, precipitando la dimisión del jefe de Estado mayor de los ejércitos, que se atrevió a criticar en términos apenas velados los recortes. Macron reunió a todos los más altos cargos de los ejércitos franceses, los puso firmes, se subió en una discreta tarima, y les anunció: “El jefe soy yo. Y no necesito consejos. Pueden disponer”. Los generales encajaron en silencio el “ordeno y mando” presidencial. Y comenzaron a tratar a Macron, en privado, de “joven autoritario”.

Tras esa experiencia triunfante, no parece razonable esperar que los sindicatos de funcionarios respondan con el mismo silencio. Macron prometió la supresión de 120.000 puestos de funcionarios… cuando los recortes comiencen a ser realidad, a partir del otoño, está por ver la respuesta o ausencia de respuesta sindical. Ante tal horizonte otoñal, Emmanuel Macron sigue confiando en su optimismo, en su buena estrella y… en su esposa Brigitte.

La primera dama tiene un estatuto oficial no remunerado. Y sigue teniendo una sólida popularidad. Cuando “Manu” (el calificativo cariñoso del presidente) se está hundiendo en los sondeos, Brigitte sigue instalada en el podio de la mujer más influyente y popular de Francia.

A sus sesenta y cuatro años (veinticinco más que su joven esposo), Brigitte Macron es percibida como una mujer joven, emprendedora, capaz de triunfar, rehaciendo su vida con envidiable brío. Se trata de virtudes canónicas del macronismo político. Con o sin estatuto jurídico de primera dama, la esposa del presidente parece llamada a jugar un papel eminente en la campaña política otoñal de su esposo. Veremos.

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