El Gobierno británico reconoce que debe resolver la desigualdad social
Londres padece graves problemas de cohesión, pese a su leyenda de capital segura centrada en los Juegos de 2012
borja bergareche
En noviembre de 2005, la capital francesa sufrió una oleada de disturbios y ataques a coches y colegios , símbolos de la movilidad social, que duró veinte días. Ocho meses después, en julio de 2006, el Comité Olímpico Internacional elegía a Londres —no París, ... ni Madrid— como sede de los Juegos de 2012. Ahora, el mundo entero se pregunta qué pasaría si se repiten disturbios como los vividos por Inglaterra esta semana a pocas semanas vista de los Juegos Olímpicos de 2012 . Las principales sedes de las competiciones están ya casi construidas en el noreste de la capital británica, a apenas unos minutos en bici de los barrios de Hackney o Tottenham, epicentro de la explosión de pillaje que se desató el pasado sábado.
Hackney es uno de los distritos más desfavorecidos dentro de una de las ciudades con más disparidades del Reino Unido: Londres. Si la renta media en el concejo más rico de la ciudad, Kensington y Chelsea, era de 172.000 euros en marzo de 2010, la cifra es de 31.000 euros en Hackney, cinco veces menos, según la Oficina Nacional de Estadística . Una renta media estimable, por otro lado, comparado con el nivel de vida en España. Según el censo de 2006, al menos el 25% de la población de Hackney es de origen africano, pero a la zona han llegado también profesionales que trabajan en las empresas financieras o tecnológicas de zonas al sur del barrio. Si miramos al empleo, l a cifra de paro en Hackney en 2010 era del 10,4%, frente al 8,7% de media en Londres y el 7,7% en el Reino Unido. Nada que asuste leído desde un país con un 20% de paro nacional.
Y aún así, en Hackney se produjeron algunos de los incidentes más violentos. David Cameron se ha referido a lugares como éste como «la Inglaterra rota» . Y aunque el primer ministro ha insistido en que los disturbios fueron sólo una cuestión de «mera delincuencia» , su ministro de Finanzas, George Osborne , matizó ayer la posición del gobierno al admitir la necesidad de abordar también las desigualdades sociales. «Hay comunidades que han sido dejadas atrás, desconectadas del flujo vital del resto del país», enfatizó.
«Creo que (los disturbios) fueron un momento en que gente sin poder se sintió poderosa de repente, en una ciudad fragmentada entre los que tienen más y los que tienen menos. Hay un malestar que necesita ser escuchado », nos explica el padre Robert, 39 años, párroco desde hace casi cinco años de la iglesia anglicana de St. John at Hackney. «Londres tiene una infrasociedad, desatendida y educada en una microcultura de negligencia y poca disciplina, mientras que la sociedad se ha refugiado en la ética de la indiferencia» , cree Dany Kruger, director de Only Connect, una ONG que trabaja para prevenir el crimen y que fue asesor del primer ministro.
¿Cómo vive esa «otra» sociedad? Recientemente, «Financial Times» titulaba: «Los súper ricos ya tienen nueva dirección en Londres» . Un nuevo complejo de lujo en Chelsea en el que dos villas exentas costarán entre 28 y 38 millones de euros. La distancia entre la parroquia de Hackney y esta futura estrella del mercado inmobiliario londinense debe de ser de unos 20 minutos en transporte público. Una distancia que la envidia (comprensible), y el rencor (más peligroso), pueden recorrer sin problemas. «Muchos de los que participaron en los disturbios vienen de barrios desfavorecidos, pero es verdad que estas diferencias producen un resentimiento financiero ; son personas marginadas que sienten resentimiento contra “ellos”, contra el sistema», explica a ABC Rodney Barker, sociólogo de la London School of Economics.
«Se han olvidado de nosotros, solo les importan las clases medias , que hacen que suban los precios en nuestro barrio», nos explica una joven de origen africano en Hackney. En un universo socioeconómico mucho menos sangrante que el de muchas barriadas españolas, es la comparación con el vecino lo que importa. Teoría de la relatividad pura.
Miedo
En casi todos los barrios hay miedo. En Notting Hill (oeste), los comerciantes temen nuevos asaltos durante el famoso carnaval que celebran a finales de agosto. «Estas noches de ramadán estamos pidiendo a la gente que haga los rezos del final de la jornada en su casa en vez de la mezquita, para evitar problemas», nos cuenta Amera Jillali, un educador de la mezquita suní de Battersea (sur). Muy cerca de ahí, en Clapham , escenario de la «contrarrevolución de las escobas» , la sensación es de rearme cívico, pero al margen de los políticos. «No estoy contenta con lo ocurrido, pero hay mucha gente enfadada a la que hay que escuchar . En los debates aquí hemos decidido reunirnos con estos jóvenes y dialogar, ellos lo intentaban con el gobierno, pero no eran escuchados», cree Demy, una música de 21 años nacida en Kent de padres africanos. Según una encuesta publicada ayer por «The Guardian», solo un 30% cree que David Cameron ha hecho un buen trabajo, y un 28% el alcalde de Londres, Boris Johnson. Pero el 45% apoya al jefe de la policía, Tim Godwin.
Cameron intenta insertar esta respuesta cívica en el marco de su proyecto liberal de «Gran Sociedad» . Y, desde el terreno, algunos le dan la razón, a su manera. «Un proverbio africano dice que hace falta una aldea entera para criar a un niño» , recuerda el padre Rob. Pero los disturbios dejarán la potencial carrera de cientos de jóvenes marcada por unos antecedentes penales inevitables por la necesidad de rearme del principio de autoridad, pero absurdos cuando se deben al robo de botellas de agua por valor de 4 euros, como en el caso de Nicholas Robinson, estudiante de ingeniería electrónica de 23 años.
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