El futuro se cultiva en las ostras de Osawa
«Tenemos miedo al futuro porque lo perdimos todo y no hay mucha información del Gobierno sobre la reconstrucción», se queja uno de los mariscadores
pablo m. díez
Mientras cuatro buzos siguen sacando restos del tsunami del puerto de Osawa, en la prefectura de Iwate los mariscadores de la empresa Yoshoku se afanan por plantar semillas de ostra en sus conchas. Bajo los andamios que delatan la reciente reconstrucción de la nave, de ... la que sólo quedó su tejado, atan los caparazones a una cuerda que será trasladada en lancha a las bateas que flotan en lontananza y crían hasta 150 ostras cada una. Antes del tsunami, as ostras de este pueblo del noreste de Japón se pagaban a precio de oro en la lonja tokiota de Tsukiji, la más exigente y selecta del mundo. Ahora, son la simiente del futuro y un símbolo de la recuperación tras la catástrofe del año pasado. «La gran ola mató a un mariscador y varios oficinistas, destruyó el 80 por ciento de la compañía y dejó sin hogar al 90 por ciento de los 76 empleados», resume su director, Seji Suzuki. Al principio pensó que «sería imposible recuperar la economía local porque todos los criaderos de la región de Tohoku habían resultado destruidos», pero ahora se muestra «ilusionado porque no saldremos adelante si seguimos mirando atrás».
Aunque el seguro sólo cubrió parcialmente los daños, la firma recibió subvenciones del Gobierno para la reconstrucción y pudo comprar 11.000 semillas en la cercana ciudad de Ishinomaki. Además, algunas ostras sobrevivieron y fueron encontradas entre las montañas de escombros arrastrados por la corriente hasta la orilla. En el muelle, con diligencia y paciencia niponas, un operario raspa con un cuchillo grandes ostras recubiertas de barro y trozos de maroma incrustados en sus conchas.
«Tenemos ansiedad y miedo al futuro porque lo perdimos todo y no hay mucha información del Gobierno sobre la reconstrucción», se queja uno de los mariscadores, Hideo Oishi, que a sus 60 años debe empezar de nuevo porque el mar se tragó su hogar y ahora vive en una casa prefabricada.
Barcos apilados en el muelle
En el puerto de Osawa, donde había 200 barcos, más de la mitad fueron barridos por el tsunami . Como un macabro recuerdo, siguen apilados uno sobre otro en el muelle junto a la nave de Tsuyoshi Omachi, que se dedica a la pesca de salmón, atún y calamar. Su hermano, Manabu, salvó la embarcación: en lugar de huir hacia una colina elevada al escuchar la alarma de tsunami tras el terremoto del 11 de marzo, zarpó mar adentro para que las olas pasaran por debajo del casco.
A 100 kilómetros de la devastada bahía de Yamada, el mismo paisaje de ruinas y barcos varados se repite en Kesennuma, en la vecina prefectura de Miyagi. Reconstruido después que las olas llegaran a la tercera planta, el astillero Marutake ha reparado en el último año 150 pesqueros dañados por el tsunami. «Aquel día, tenía un barco terminado y a punto de entregar que no había cobrado», se queja el dueño del astillero, Katsunao Suzuki, quien perdió 400 millones de yenes (3,7 millones de euros) pero descarta marcharse de Kesennuma. «Si nos vamos los que construimos barcos, este pueblo pesquero se morirá», concluye esperanzado en el futuro.
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