El estigma de Fukushima
A pesar de jugarse la vida bajo la radiactividad, los trabajadores de la siniestrada central nuclear sufren el rechazo de los japoneses, que los culpan de la catástrofe
pablo m. díez
Arriesgan su vida exponiéndose a la radiación y trabajan bajo unas condiciones durísimas para estabilizar la siniestrada central nuclear de Fukushima 1 , golpeada por el tsunami que arrasó la costa nororiental de Japón el 11 de marzo del año pasado. En Occidente, los ... llaman “héroes” y les conceden premios como el Príncipe de Asturias, pero en su país han sido marcados por el estigma de Fukushima, el peor desastre atómico desde el accidente de Chernóbil en 1986.
Así lo pone de manifiesto un estudio de los doctores Takeshi Tanigawa y Jun Shigemura , que publica esta semana la revista “Journal of American Medical Association” (JAMA). Tras haber entrevistado a 885 de los 1.053 empleados de la planta Fukushima 1, que sufrió fusiones totales o parciales en tres de sus seis reactores nucleares, los autores descubrieron que padecían no sólo estrés postraumático por la catástrofe , sino que habían sido discriminados por sus propios vecinos. Al ser empleados de Tepco, la empresa eléctrica que gestiona la central, los 80.000 evacuados que vivían en un radio de 20 kilómetros los culpan de haber perdido sus hogares debido a la radiación, ya que siguen alojados en refugios temporales y es probable que nunca puedan regresar a sus casas.
Lo peor de todo es que los trabajadores de Fukushima también residían en los alrededores de la planta y muchos de ellos tienen que compartir las viviendas prefabricadas que ha construido el Gobierno con los vecinos desplazados, que no dudan en retirarles el saludo, criticarlos delante de todo el mundo e incluso amenazarlos. Según han contado algunos empleados a los psicólogos, sus hijos son acosados en el colegio y sus caseros se niegan a alquilarles un apartamento o los obligan a marcharse en cuanto se enteran de que trabajan para Tepco.
“Se han convertido en el objetivo de la ira de la gente” , explica a ABC el doctor Tanigawa, quien comparó su situación con los traumas que vivieron los soldados americanos que combatieron en la guerra de Vietnam y, al volver a casa, se encontraron la indignación generalizada de sus compatriotas. “Ambos lucharon por el bien de sus países, pero sufrieron su rechazo”, apunta el médico, que empezó a observar a los trabajadores a los dos y tres meses del accidente. A su juicio, estos desórdenes mentales superarán en dos o tres años a los que tienen los operarios que participaron en las tareas de rescate del 11-S. “El motivo es la complejidad e intensidad del desastre, que incluye un terremoto, un tsunami, un accidente nuclear y la discriminación”, resume Tanigawa.
Además de esta marginación social, tanto los empleados de Fukushima 1 como los 700 de la cercana Fukushima 2, que también fue dañada por el tsunami pero no registró fugas radiactivas, se quejaron de padecer depresión, ansiedad y abatimiento. Para combatir los nervios, muchos se han entregado a la bebida o fuman de forma compulsiva, con el consiguiente riesgo para sus vidas y su trabajo. Lo mismo ocurrió con los empleados que trabajaron en las labores de limpieza de Chernóbil, que siguen sufriendo estrés, migrañas y pensamientos suicidas más de dos décadas después de la tragedia.
El Gobierno pide «aprecio» y «respeto»
Entre personal de Tepco y subcontratas, unos 3.000 operarios tratan de controlar la planta de Fukushima 1, pero la retirada de los núcleos fundidos y del combustible nuclear de sus piscinas podría llevar 40 años. A pesar del peligro, la mayoría de ellos no trabaja allí por el dinero. “En la planta ganamos al día 30.000 yenes (309 euros), solo 5.000 yenes (51 euros) más que el salario medio en la construcción”, relató a ABC en marzo, durante el aniversario de la catástrofe, un operario de una subcontrata, otro evacuado nuclear que antes vivía a dos kilómetros de la central y, tras el accidente, seguía trabajando en la “zona muerta”.
Para que los “héroes de Fukushima” no sufran el mismo rechazo que las víctimas de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, estigmatizadas porque se pensaba que portaban radiactividad en sus cuerpos, el doctor Tanigawa insta al Gobierno nipón y a los medios a “mostrar de forma urgente aprecio y respeto por los trabajadores de la central , que no son culpables sino víctimas, porque su labor resulta fundamental para Japón y el resto del mundo”.
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