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José M. de Areilza - Monnet & Co.

Brexit al final del túnel

El enemigo vuelve a ser Bruselas

José M. de Areilza

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En los pasillos del Parlamento británico se nota aún la tensión vivida en las votaciones del martes sobre el Brexit. Los comunes y los lores discuten acaloradamente si Theresa May ha conseguido algo más que una victoria pírrica. La primera ministra, según sus críticos, prefiere ... unir a su partido en vez de a su país con su oferta de renegociar con la Unión Europea y deshacerse de la salvaguarda irlandesa. Es una misión imposible, que aumenta el riesgo de la desunión de Gran Bretaña. Los diputados escoceses, ante el miedo a un Brexit sin acuerdo, hablan de un nuevo referéndum, con el doble objetivo de lograr la independencia y después el ingreso en la UE. Pero el giro táctico de la primera ministra responde a la lógica de la supervivencia: el enemigo vuelve a ser Bruselas y la guerra civil dentro de su partido ya no es la principal protagonista de la recta final del Brexit. El gobierno de May se aferra a una única palanca, la fecha del 29 de marzo, día de la salida de la UE, con o sin acuerdo. Sirve para poner presión tanto a su parlamento como a países como Alemania, nada partidarios de un Brexit por las bravas. Uno de los mayores expertos en negociaciones europeas, Jean Claude Piris, augura que no habrá cambios en acuerdo jurídico de retirada de la UE. Como mucho, se añadirán clarificaciones no vinculantes en la declaración política anexa, para conseguir que la salvaguarda irlandesa parezca menos amenazante, sin cambiar su vigencia. De este modo, Theresa May puede conseguir que, en el último momento, sus huestes euro-escépticas respalden el mismo acuerdo rechazado en enero, un penoso autoengaño que añadirían a una larga lista. Si no vuela el plan, la primera ministra posiblemente solicitaría el retraso de la salida e intentaría pactar un Brexit blando con Jeremy Corbyn. Los perdedores del terremoto provocado por May el martes son los partidarios del segundo referéndum y la permanencia en la UE. Pero quedan todavía semanas e incluso meses de infarto, en los que cualquier desenlace es posible.

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