Largas barbas, largas lenguas
Los salafistas ganan más notoriedad en el Parlamento egipcio por sus exabruptos que por sus políticas
Largas barbas, largas lenguas
Amados por unos, temidos por muchos, provocadores y guerrilleros, los diputados salafistas han demostrado desde la inauguración del nuevo parlamento egipcio que saben cómo animar las a veces tediosas sesiones de la Cámara de Representantes . El caso del diputado de esta corriente ultraconservadora ... del Islam que se sometió a una rinoplasti a la semana pasada ha sido el último escándalo de una larga lista de provocaciones y meteduras de pata que despiertan entre sus detractores indignación y risas por igual.
Los comentaristas políticos egipcios ya lo vieron venir el mismo día en el que los representantes del pueblo juraron el cargo. Los salafistas, que se han hecho con una cuarta parte de la cámara -en gran parte gracias al partido Al Nur, el mayor de esta corriente-, mostraban músculo en el Parlamento y sus diputados, todos con larga barba y muchos de ellos vestidos con la tradicional “galabiya”, la túnica egipcia, ocupaban, por primera vez en la historia de Egipto, sus escaños en la Cámara. Cuando llegó le el turno de jurar el cargo al primero de ellos, Mamduh Ismail, líder del partido Asala y probablemente el más polémico de todos , el diputado añadía su particular coletilla a la fórmula oficial: “Juro proteger fielmente la seguridad del país, el régimen republicano, cuidar de los intereses del pueblo y respetar la Constitución y la ley… siempre y cuando no viole la ley de Dios”. La bronca, la primera de muchas que estaban por llegar, fue monumental .
A Ismail, la polémica le supo a poco. El pasado 9 de febrero, el diputado interrumpió una sesión parlamentaria llamando a la oración de la tarde. Al salafista, que se ha convertido en una suerte de animador no oficial de las jornadas en la cámara baja, poco le importaron los gritos de reprobación y los insultos de muchos de los diputados –islamistas y laicos- del Parlamento. La ocurrencia de Ismail enfureció al presidente de la Cámara Baja y miembro de los Hermanos Musulmanes Saad el Katatni, quien le espetó que “usted no es más musulmán que yo” y le ordenó que, si quería rezar, a la vuelta de la esquina había una mezquita. “Usted es un respetado abogado, Sr. Mamduh. ¿Necesita usted un show mediático? ¿A quién intenta dirigirse?”, le inquirió El Katatni.
Al Nur tampoco se libra de su cuota de diputados díscolos. Esta semana expulsaba del partido al diputado Anuar el Balkimi por hacerse una operación de cirugía estética en la nariz e intentar ocultarlo asegurando que sus vendajes se debían a que había sido víctima de un robo con violencia, algo que se probó falso. La formación no podía ocultar su bochorno . Pocos días antes, otro diputado de Al Nur, Mohamed al Kurdi, criticaba al Gobierno en el Parlamento por sus planes para extender la enseñanza de la lengua inglesa en las escuelas, asegurando que se trataba de una “conspiración extranjera” . “El objetivo de enseñar inglés es cambiar la cultura de nuestros niños desde sus primeros años”, argumentaba el representante. De nuevo, el portavoz de Al Nur, Nader Bakar, tuvo que desacreditar al diputado rebelde para asegurar que sus comentarios no representaban la postura del partido ni estaban basados “en la sharia (ley islámica) o en la ciencia”.
Prohibir a Mahfuz
No era la primera vez que la formación tenía que desautorizar a uno de sus miembros, que se han ganado una fama de potros desbocados. Quizás el más desenfrenado haya sido Abdelmoneim al Shahat, que fue candidato de Al Nur por Alejandría y que escandalizó a los egipcios cuando sugirió que se deberían prohibir las novelas del Nobel de literatura egipcio Naguib Mahfuz porque sus historias “incitaban la promiscuidad, la prostitución y el ateismo” . En otra ocasión pidió que se cubrieran los monumentos faraónicos de Egipto porque eran la herencia de una cultura “podrida” que no veneraba a Dios, declaraciones que pusieron al sector del turismo en pie de guerra. Al Shahat, afortunadamente para muchos, no logró escaño.
Los exabruptos de los diputados salafistas han puesto en más de un apuro al partido Al Nur, que quiere hacerse respetar y busca aún su voz en el Parlamento. Pero también han tensado la cuerda con el principal grupo islamista del país, los Hermanos Musulmanes, cuyo partido Libertad y Justicia cuenta con un 43% de los escaños . La cofradía, que a lo largo de los años ha intentado cultivar una imagen de moderación, compite ahora por el voto piadoso con partidos como Al Nur, y muchos analistas se preguntan si esta competencia arrastrará a los Hermanos hacia posturas más radicales o, si por el contrario, la exposición al escrutinio público moderará a los salafistas.
“El clima de relativa apertura que está experimentado Egipto ha permitido a la sociedad escuchar en público lo que los extremistas les estaban diciendo a sus seguidores en privado”, explica el prestigioso intelectual islamista Fahmi Huweidi. “Aunque se podría considerar un castigo apropiado si la gente les diera la espalda, ese rechazo podría conducirles a reconsiderar sus puntos de vista y controlar su discurso”, opina el pensador. Dos momentos decisivos para el futuro de Egipto se acercan, la redacción de una nueva Constitución y la elección de un Presidente , y los salafistas, desbocados o no, jugarán un papel importante en ambos.
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