El dilema de Draghi en Italia se complica con la resurrección de Berlusconi
En dos semanas empiezan las votaciones en el parlamento para elegir al presidente de Italia. La elección, hasta ahora, era cuál es el mejor sitio para el actual jefe de gobierno. La irrupción del Cavaliere en la carrera para ocupar el palacio del Quirinal ha volcado el tablero
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Iniciar sesiónNunca una elección a la presidencia de la República en Italia fue tan esperada y creó tanta ansiedad, cuando el país vive con cierta angustia el rápido aumento de los contagios de Covid. Se han superado los 200.000 positivos al día y ... los hospitales de muchas regiones están colapsados. La tensión se vive también en el gobierno, porque la Liga está en desacuerdo con Mario Draghi por las medidas anti Covid, en particular la vacunación obligatoria para los mayores de 50 años. El Ejecutivo parece así haber perdido fuerza propulsiva y puede estar llegando a su fin, porque Matteo Salvini estaría cambiando de estrategia.
Por ahora, Italia asiste a un sorprendente e increíble derbi que protagonizan Berlusconi y Draghi. El primero, al que le gusta emplear metáforas futbolísticas porque ganó los máximos trofeos como presidente del Milan, saltó al campo hace semanas. Está convencido de que, para él, fundador de un imperio financiero y mediático, el quinto hombre más rico de Italia, no hay nada imposible. El segundo, infinitamente más modesto, se define como «un abuelo al servicio de las instituciones». De entrada, el derbi apasiona a toda Italia y se sigue también con gran expectación en todas las cancillerías internacionales. Está en juego el futuro de este país y con trascendencia importante para Europa.
Las votaciones del Parlamento, en sesión conjunta del Senado y de la Cámara de diputados para elegir al 13º presidente de Italia comenzarán el próximo día 24. En teoría, son (tres por cada región, salvo Valle D'Aosta que solo tiene uno). Desde hace semanas resulta extenuante la carrera hacia el Quirinal, sede de la presidencia de la República, palacio que fue residencia de 30 pontífices, hasta 1871, y luego de reyes. «Nunca había visto una situación más convulsa que la actual. Quizás en 1992, hubo un clima similar. Entonces, el escándalo de Tangentopoli [término para designar un sistema difuso de corrupción política] acababa de estallar. El mes anterior a las elecciones generales (abril de 1992) se derrumbó el sistema que regía desde la posguerra. Había llegado la Liga», comenta un gran protagonista de la Primera República, Rino Formica, 94 años, un exministro socialista de varias carteras importantes que comenzó a hacer política en el lejano 1944.
La elección del presidente de Italia llega en un momento especialmente dramático, con pesimismo fuerte y generalizado en el país, por la rapidez de la difusión de la variante Ómicron, que atemoriza sobre todo a los adultos entre 30 y 40 años, mientras los estudiantes y los menores de 30 años ven al Covid como una amenaza para su futuro, según un sondeo del Instituto Demos aparecido el jueves.
En este escenario dominado por la incertidumbre, casi todo el debate político gira en torno a dos figuras: El primer ministro, Mario Draghi, 74 años, expresidente del Banco Central Europeo, y el líder de Forza Italia, Silvio Berlusconi, quien a sus 85 años ha asombrado con su candidatura al Quirinal. Fue por primera vez ministro en 1994 y ahora sueña con llegar a la jefatura del Estado para poner un broche de oro a su carrera política de tres décadas
Aspirante a la inmortalidad
Teniendo en cuenta que el mandato del presidente son siete años, si Berlusconi fuera elegido jefe del Estado, a pesar de sus muchos achaques físicos y operaciones (próstata y corazón) , acabaría el mandato a los 92 años. Cuando a Romano Prodi, 82 años, exprimer ministro y expresidente de la Comisión Europea, citado en ocasiones como presidenciable, le preguntaron sobre su eventual candidatura y la de Silvio Berlusconi, respondió sin rodeos: «Yo no tengo ya la edad. Al final del mandato tendría ¡90 años! En el caso de Berlusconi, está en su legítimo deseo, pero también él, si aprendiera a contar, entendería que no es factible».
La edad suele ser un factor a tener en cuenta. Pero el caso del fundador del imperio Fininvest parece ser diferente. Il Cavaliere, cuidado por su joven novia la diputada Marta Fasina, que hoy cumple 32 años, aspira casi a la inmortalidad, a juzgar por las frases que, llevado por su narcisismo, disparaba cuando estaba en el apogeo del poder: «Yo soy el ungido del Señor, hay algo de divino al haber sido elegido por la gente»; «soy una víctima, me sacrifico por todos. Yo soy el Jesucristo de la política». Desde luego, también resucitó. Se le dio por muerto políticamente y aún sobrevive. Por eso, habitualmente se dice de él que tiene siete vidas.
Un récord de procesos
Romano Prodi, al descartar a Berlusconi por su edad, no entró por elegancia en otras cuestiones, en particular judiciales que él conoce muy bien y que pesan como una losa en la candidatura del Cavaliere. Romano Prodi ganó frente a Berlusconi por escaso margen de votos las elecciones del 2006. Asimiló muy mal esa derrota el magnate. Para hacer caer el gobierno de Prodi pagó tres millones de euros al entonces senador napolitano Sergio De Gregorio. Un tribunal de Nápoles condenó a Berlusconi por corrupción y financiación ilegal. El líder de Forza Italia calificó la sentencia como «política». El caso llegó en el 2015 al Tribunal Supremo, que consideró el delito como «corrupción indebida», pero había prescrito. El exsenador De Gregorio, acusado por corrupción, negoció una sentencia de veinte meses.
No es una cuestión baladí el eterno enfrentamiento que ha tenido Berlusconi con la magistratura. Por su cargo, el presidente de la República es el jefe de los magistrados en Italia. El líder de Forza Italia se ha enfrentado en casi 30 años a 36 procesos, un récord. Hubo de todo en los resultados: indulto, amnistía, absoluciones, prescripciones y archivados. Solo una condena definitiva, por fraude fiscal. Y aún tiene tres causas pendientes, en Milán, Roma y Bari, relacionadas con el «bunga bunga», o «cenas elegantes» como llamaba el Cavaliere a sus festines con jóvenes, incluidas prostitutas. En Bari, capital de Apulia, hay prevista una audiencia para el próximo día 21. Según confesión de Berlusconi, los procesos le han costado 770 millones y tuvo que recurrir a 105 abogados para su defensa.
El malestar que en muchos sectores crea la candidatura de Berlusconi se reflejó el pasado martes, el mismo día en que el presidente de la Cámara Roberto Fico anunció que las votaciones en el Congreso se inician el día 24: En el centro de Roma se organizó una protesta contra Berlusconi: Los manifestantes llevaban carteles en los que, junto a una foto del Cavaliere, se leía: «El Quirinal no es un bunga bunga». «La sola idea de que Berlusconi pueda ser elegido me da escalofríos», gritaba Gianfranco Mascia, uno de los organizadores de la manifestación. Este domingo, el semanario L'Espresso dedica su portada al Cavaliere. Le bastan dos palabras, cinco letras, para rechazarlo: «Lui no» (Él no). Silvio Berlusconi no puede ser el próximo presidente de la República. Es inadecuado para el cargo por sus conflictos de interés, odio a la izquierda, alergia a cualquier crítica, alianzas peligrosas, asuntos privados que se convierten en objeto único de la acción del Estado», argumenta 'L'Espresso'. Es muy significativa la posición de este seminario, porque pertenece al grupo Gedi, que edita 'La Repubblica' -segundo diario del país- 'La Stampa' y una decena de periódicos regionales. Este grupo de medios líder de Italia forma parte del imperio Agnelli, la familia más poderosa de Italia.
Para el vicepresidente de Forza Italia, Antonio Tajani, expresidente del parlamento europeo, Berlusconi no tiene ningún problema con la justicia y no hay obstáculos para que pueda alcanzar el Quirinal: « Para el centro derecha es el mejor candidato posible, y no es divisivo, como dice la izquierda. Ha dado demostraciones de ser un hombre de Estado. Giorgia Meloni (líder de Hermanos de Italia) y Matteo Salvini (secretario de la Liga) lo apoyarán lealmente».
«El hombre de las cosas imposibles»
Algunos de sus más fieles, personas de su máxima confianza, han intentado sin éxito disuadirlo de lo que consideran una empresa imposible. Es el caso de su brazo derecho en la construcción de su imperio económico, Fedele Confalonieri, 84 años, presidente de Mediaset, que ha hecho ver la extrema determinación del Cavaliere en su candidatura al Quirinal: «Berlusconi es el hombre de las cosas imposibles. Y nosotros, que le debemos todo. Haremos por él lo imposible».
En algunos medios le imploran que retire su candidatura para salvar a Italia de un desastre. El director del 'Huffington Post', Mattia Feltri, comentarista también de 'La Stampa', medios liberales de centro, describe con cierta ironía una situación compartida por muchos italianos: «Berlusconi tiene todo el derecho a sentirse mejor que Draghi, más guapo, más rico, más educado, más inteligente, más adecuado para el cargo, más encantador, pero cuenta con muy pocas posibilidades de ganar y tiene el deber de admitir que, por el bien de Italia, Draghi no es simplemente la solución correcta, sino la única solución».
Berlusconi no escucha ningún argumento contrario a sus deseos. Llama diariamente a parlamentarios para convencerlos de que es el mejor candidato. Cuentan los medios italianos que a algunos políticos y amigos les ha regalado en estas navidades cuadros de su fabulosa colección de pintura. Tiene fama el magnate de ser muy generoso. A sus parlamentarios los ha llenado de regalos. En una ocasión envió a 180 diputados de Forza Italia una cinta de correr de Technogym, cuyo valor era de 3.957 euros, para que se pusieran en forma. Relojes y joyas eran sus regalos preferidos. 'Il Giornale', su periódico de familia, llegó a escribir: «Dieciséis relojes regalados por Berlusconi a Tony Blair acabarán pronto subastados y el dinero obtenido irá a beneficencia». Especialmente generoso ha sido Berlusconi con sus novias y amantes: Aparte dinero y coches, ha regalado alguna que otra casita.
Para que lo voten, Berlusconi ha hecho una promesa fundamental a los parlamentarios: No adelantar las elecciones generales, previstas para el 2023. El actual parlamento verá reducido sus escaños en un tercio en la próxima legislatura: Desde los 630 de la Cámara de diputados se recortará hasta 400 escaños, y en el Senado se reducen desde 315 a 200; en total, se eliminan 345 parlamentarios. La reforma fue propuesta por el Movimiento 5 Estrellas (M5E), un partido que hoy forma parte de lo que antes llamaba con desprecio la «casta». Ahora se arrepienten de promover el recorte de los escaños, porque una buena parte de los actuales diputados y senadores desaparecerán en la próxima legislatura. Pero esperan que al menos las elecciones generales no se convoquen antes de septiembre próximo, fecha en la que muchos cumplirán el tiempo mínimo en el parlamento para cobrar una pensión. Hoy el M5E, que cuenta con casi un tercio de los parlamentarios (obtuvo en las elecciones de marzo 2018 casi el 33 %), es un partido caótico, pero será clave en la elección del presidente de la República. Muchos de sus diputados y senadores han pasado al grupo mixto, formado sobre todo por quienes abandonaron o cambiaron de partido, algo habitual en la política italiana. En esta legislatura ha habido ya 270 cambios de chaqueta, y medio centenar de parlamentarios se la cambiaron varias veces. En ese grupo mixto espera pescar Silvio Berlusconi para alzarse con la victoria: «Hay un nutrido grupo de parlamentarios, los del Mixto, que no pertenecen a ningún partido y serán decisivos. Ya los hemos contactado», explicó el número dos de Forza Italia, Antonio Tajani al diario 'La Repubblica'.
¿Palacio Chigi o del Quirinal?
Entre los analistas, comentaristas y en los comentarios editoriales de los medios principales aparece Mario Draghi como el candidato favorito. Pero los numerosos apoyos se dividen entre quienes piensan que Draghi debería continuar como primer ministro en el palacio Chigi y los que argumentan que lo mejor, para él y el país es que se traslade de palacio y ocupe el Quirinal. El semanario británico 'The Economist' se convirtió en portavoz de los primeros. Incluso eligió a Italia como país del año, basándose en el éxito de la gestión sanitaria y económica realizada por Draghi, al que califica como un político competente y respetado internacionalmente. Sus resultados económicos han superado incluso las mejores expectativas, con un crecimiento del Producto Interior Bruto del 6,4 %, dos puntos porcentuales por encima de las previsiones. Por su parte, el diario económico 'Financial Times', expresó sus dudas sobre la conveniencia de que el ex director del Banco Central Europeo dejara el cargo de primer ministro italiano para asumir la presidencia de la República: «Esa perspectiva -afirma el diario británico- amenaza con hundir al país en la inestabilidad política».
Pero Bill Emmont, exdirector de 'The Economist', buen conocedor de Italia, a menudo despiadado crítico de este país, ha expresado en el Financial Times una opinión compartida hoy por muchos: «En un mundo perfecto, lo ideal es que el exdirector del BCE siguiera como primer ministro durante los cinco años necesarios para completar el Plan de recuperación que él mismo diseñó (Italia invertirá hasta el 2026 más de 220.000 millones de euros; de los cuales, 191.500 millones de euros son del Fondo UE Next Generation en préstamos y ayudas a fondo perdido, más 30.600 millones de los fondos propios de Italia). Pero si el resultado perfecto es inalcanzable -añade Emmont-, lo correcto es optar por la mejor solución imperfecta: es decir que Draghi sea elegido presidente de la República por el Parlamento a finales de enero, y desde allí durante los próximos siete años supervise los temas como jefe de Estado».
Diametralmente opuestos
Berlusconi y Draghi tienen muy poco en común. El expresidente del BCE se ha distinguido siempre por elegir a los mejores en su equipo. Ha roto con la tradición italiana del amiguismo en los puestos del poder y se rige por la competencia y méritos. Actúa así en las antípodas de algunos de sus antecesores. Quizás el caso más llamativo sea precisamente el de Silvio Berlusconi. Al que fue su ministro de Defensa y de Exteriores, Antonio Martino, el Cavaliere le aconsejó: «Si vales nueve, no debes rodearte de colaboradores que valen diez, porque entonces te hacen sombra», según confesó el propio Martino. «Le respondí -añadió el exministro- que los grandes líderes a menudo se han visto rodeados de colaboradores que les han servido para que hicieran su fortuna».
Hasta ahora, en sus once meses de gobierno, Mario Draghi ha demostrado un liderazgo excepcional y puso fin al populismo con su gobierno, del que formaron parte todos los partidos políticos importantes, con la excepción de Hermanos de Italia liderado por Giorgia Meloni. Su fuerte personalidad y decisionismo dejó en evidencia la fragilidad de los partidos políticos y la ausencia de una importante clase política en el país. Pero bastó una sola frase de Draghi, para que las cañas se volvieran lanzas. En los últimos meses, todo el país esperaba una señal o aclaración del primer ministro sobre su futuro. Finalmente, en la rueda de prensa del 22 de diciembre, para hacer balance del año, a la enésima pregunta que se le hacía sobre su futuro político, se limitó a responder: «Soy un abuelo al servicio de las instituciones. Las fuerzas políticas deciden. Mi destino personal no cuenta absolutamente para nada, no tengo aspiraciones particulares de un tipo u otro, soy un hombre y un abuelo al servicio de las instituciones».
La debilidad de la política
En definitiva, Draghi no se ofreció como candidato a presidente de la República, pero se mostró disponible . En cualquier caso, dejó claro que, como hombre al servicio de su país, podría seguir de primer ministro o trasladarse al Quirinal si lo decidía el parlamento. Fue suficiente para que los partidos políticos del gobierno que, hasta entonces parecían casi desaparecidos, totalmente dóciles las directrices de Draghi, se tomaran su revancha. Incluso muchos políticos que, hasta un minuto antes, pedían que el primer ministro aclarase su futuro, se irritaron. El caso más llamativo fue el del exprimer ministro, Massimo D'Alema, excomunista, ejemplo vivo del resentimiento que se anida en algunos dirigentes de la izquierda italiana, lanzó esta flecha a Draghi: «La idea de que el primer ministro se elija a sí mismo como jefe de Estado me parece una perspectiva inadecuada para un gran país democrático como Italia».
En el fondo, por su propia fragilidad, los partidos temen que la personalidad de Draghi, desde la presidencia de la República, imponga una autoridad que no deje espacio a las maniobras partidistas que no se rijan exclusivamente por la Constitución. Así explicaba esos temores el profesor de Historia contemporánea y escritor Ernesto Galli della Loggia: «Imaginar que con Draghi como presidente de la República a los partidos se les concederá margen de maniobra, la capacidad de hacer y deshacer, de designar a sus amigos y clientes para tal o cual cargo, significa imaginar realmente algo improbable».
Los poderes del presidente
En definitiva, algunos partidos y líderes políticos temen que, ante la fragilidad de los partidos, la república parlamentaria italiana pase a ser, en cierta forma, una república semipresidencialista, porque Mario Draghi ejercitaría de forma eficaz los poderes que le concede la Constitución, que no son pocos y que se han alargado en los últimos años, al aumentar la debilidad de los partidos y la clase política. Un ejemplo claro de la importancia de esos poderes ha sido representado por el presidente Sergio Mattarella, 80 años, que el día 3 de febrero abandonará su cargo. En el 2018, ante la mayoría parlamentaria que tenían la Liga y el M5E, decidió no encargar la formación de gobierno, ni a Matteo Salvini ni a Luigi Di Maio, entonces líder del M5E. Prefirió encontrar una figura -el abogado Giuseppe Conte- capaz de mediar entre los dos populismos. En otro gesto más presidencial incluso que semipresidencial , se negó a admitir como ministro de Finanzas, por sus posiciones contra el euro, al conocido economista Paolo Savona, propuesto por Di Maio y Salvini. Otra intervención decisiva, en medio de una grave crisis económica y sanitaria por la pandemia, fue sacar de la chistera, en febrero del 2021, el nombre de Mario Draghi para que formara un gobierno de unidad nacional.
El derbi que disputan Draghi y Berlusconi no deja a nadie indiferente en Italia. También las cancillerías internacionales se hacen la misma pregunta que los italianos : ¿Es mejor que Draghi siga de primer ministro o se convierta en presidente de la República? Washington lo prefiere en el Quirinal, afirma el analista geopolítico Dario Fabbri en 'La Stampa': «Acostumbrados a pensar a nivel estratégico, los estadounidenses querrían que estuviera en el Quirinal para evitar que se viese minado por maniobras subrepticias o por el humor de los partidos. Instalados en Italia como potencia de referencia desde hace décadas, los norteamericanos conocen en profundidad los mecanismos institucionales italianos, saben que la presidencia de la República es capaz de imponer la dirección general, muchas veces trascendiendo la letra de la Constitución». Similar es la posición de Francia. Con Draghi como jefe de Estado se aseguraría la puesta en práctica del reciente tratado del Quirinal, pensado, entre otras cosas, para evitar que se retorne a la austeridad que desearían los llamados países frugales de la UE. En un reciente artículo en el 'Financial Times', firmado por Draghi y el presidente francés, Emmanuel Macron, ambos proponían reformar el Pacto de estabilidad, para «permitir que se hagan las inversiones necesarias con el fin de apoyar el crecimiento».
El resultado del derbi
El resultado del derbi entre Berlusconi y Draghi cabe imaginarlo. El centro izquierda ha vetado al exprimer ministro y desea ver a Mario Draghi en el Quirinal, con la excepción del líder del M5E, Giuseppe Conte, que propone una mujer, sin dar nombres, pero no lo escuchan ni los suyos. Enrico Letta, líder del PD, fuerza política de referencia en la izquierda, considera que los partidos se enfrentan a una «doble elección»: «Es necesario para Italia y para Europa que Draghi esté durante siete años en el Quirinal , pero al mismo tiempo se debe encontrar el nombre de un nuevo primer ministro para llegar al final de la legislatura (primavera 2023), con el objetivo de no arriesgar con el Plan de reconstrucción».
Por su parte, el centro derecha, sin mucho convencimiento, apuesta por Berlusconi. «Draghi y yo somos los más populares en las encuestas», afirma el líder de Forza Italia. Un embajador europeo en Roma explicaba tal popularidad señalando que, en el fondo, muchos italianos desearían ser como el Cavaliere. Él está convencido de sus posibilidades en la cuarta votación (en las tres primeras es necesario alcanzar la mayoría de dos tercios del parlamento para ser elegido presidente, en las siguientes es suficiente la mayoría simple). Casi todo el mundo político cree que Silvio Berlusconi está jugando sus cartas. Él sigue llamando a diputados y senadores. Cuando vea que no le salen las cuentas, saldrá del campo, pero no quiere hacerlo como perdedor. Al contrario, intentará hacer la figura del 'kingmaker', ejercitando su influencia para que sus votos se dirijan a su candidato preferido, seguramente Mario Draghi, con la esperanza de ser visto como un estadista que buscó el interés de la nación.
La realidad es que en los partidos se han iniciado ya maniobras con vistas a la sucesión de Draghi en el palacio Chigi. El último consejo de ministros, el pasado miércoles, fue especialmente tenso. La Liga se mostró contraria a la obligatoriedad de la vacuna a partir de los 50 años, medida que al final impuso Draghi para contener la rápida difusión de la variante Ómicron. La batalla en curso por el Quirinal y estas fuertes tensiones registradas en el gobierno, con el consiguiente desgaste para Mario Draghi y los partidos que lo sustentan, hacen presagiar a los analistas que este Ejecutivo está llegando al final de su recorrido. Así las cosas, la opción de Draghi sería la de trasladarse al Quirinal, si cuenta con amplio apoyo parlamentario. Diversos medios italianos apuntan que Matteo Salvini podría decidir que su partido abandone el gobierno tras la elección del presidente de la República. El exministro del Interior teme que su partido rival en la derecha, Hermanos de Italia, al ser el único que está en la oposición, le siga comiendo terreno. Ambos aparecen casi empatados en las encuestas.
Hoy por hoy, Mario Draghi es el favorito para la presidencia de la República. Según una reciente encuesta de La7, el 64 por 100 de los entrevistados desea que continúe como primer ministro, y el 18 por 100 desean verlo en el Quirinal. Clemente Mastella, 74 años, fundador de diversos partidos de inspiración centrista y que maniobra en la reconstrucción del centro político para que ejerza influencia en la elección del presidente, da estos porcentajes a los potenciales sucesores de Sergio Mattarella: «Mario Draghi tendría un 30% de posibilidades; Silvio Berlusconi el 25%; después estarían, Giuliano Amato (83 años, exprimer ministro, magistrado del Tribunal Constitucional) y Pier Ferdinando Casini (66 años, con larga carrera política, expresidente de la Cámara de diputados)».
Referente del distema político
Para los más prestigiosos medios internacionales, Draghi es el principal referente del sistema político italiano. Por ejemplo, la edición europea con sede en Bruselas del periódico estadounidense 'Politico' ha elegido a Mario Draghi como «la persona más poderosa de Europa». Lo define como «un tecnócrata en el poder» y explica que la salida de Angela Merkel como canciller de Alemania le permitirá aún más margen de maniobra en Europa. Pero al no contar con un partido fuerte, Draghi tiene una desventaja, según 'Politico': Está fuera de las grandes familias políticas europeas. Un diplomático de la UE en Bruselas lo define como «un general sin tropas». Ese sería su punto débil.
En cualquier caso, si Draghi es capaz de llevar adelante las reformas, algo en lo que han fracasado tantos primeros ministros, podría ser recordado como el que finalmente encontró la receta para sacar al país de más de 20 años de estancamiento económico. Además, Draghi considera que su éxito con el Plan de Reconstrucción, que a priori no lo tiene garantizado, sería muy importante, porque demostraría la sabia decisión de la Unión de emitir deuda conjunta para ayudar a los países a recuperarse de la crisis del coronavirus. Obviamente, si gana la carrera hacia el Quirinal. Está por ver, porque en la política italiana todo es posible. En cualquier caso, prevale una opinión casi unánime: lo que Italia no puede permitirse es perder a Draghi, ya sea como primer ministro o presidente de la República.
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