Ya lo dijo Loyola de Palacio

POR BORJA BERGARECHE

MADRID. «¿Podemos cerrar los ojos ante una dependencia de más del 40 por ciento del petróleo importado de los países productores de la OPEP?». «¿Podemos soportar que subidas erráticas del petróleo y del gas perturben profundamente

nuestras economías?». «¿Es aceptable que la ... configuración de las redes de transporte de hidrocarburos constituya una fuente de inestabilidad del abastecimiento?». Preguntas todas a las que quiso dar respuesta la Comisión Europea hace ya nueve años, en un amplio ejercicio de reflexión impulsado por la entonces vicepresidenta y responsable de Transporte y Energía, Loyola de Palacio.

La aprobación del Protocolo de Kioto en 1998, la realización del mercado interior de la energía, la fuerte demanda impulsada entonces por el crecimiento económico mundial, y la constatación de que la UE alimentaba sus fábricas y hogares con crecientes recursos originarios de proveedores cada vez menos fiables llevaron a la comisaria española a hacer saltar las alarmas en el Ejecutivo presidido por Romano Prodi. En su afán de sacudir las conciencias energéticas del continente, los servicios de De Palacio incluyeron el tabú nuclear entre sus propuestas. «La energía nuclear no puede desarrollarse sin un consenso que le asegure un período de estabilidad suficiente, dadas las exigencias económicas y tecnológicas que le caracterizan», reivindicaba el libro verde.

Un consenso inexistente a día de hoy en la Unión, y cuya necesidad -por lo menos, la de abordar el debate nuclear sin prejuicios- ha puesto de relieve la actual crisis del gas provocada por Moscú.

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