David Cameron, asediado por escándalos, crisis y rebeliones
La presión del ala euroescéptica «tory» y de los liberales nubla su actuación económica
BORJA BERGARECHE
El Reino Unido sufre los efectos de una crisis climatológica sin precedentes. El periodo abril-junio ha sido el más lluvioso desde 1910. Pero esta adversidad ambiental no impide que los británicos se entreguen a sus adorados festivales de verano. Al aire libre, con chubasquero ... y botas. Así asistieron el domingo pasado el primer ministro, David Cameron , y su mujer, Samantha, al Cornbury Music Festival, el «Glastonbury para aristócratas» que se celebra cada año cerca de Chipping Norton, la bucólica circunscripción electoral del «premier». Pero Cameron, un jefe de Gobierno asediado por escándalos, crisis y rebeliones, no estaba para alegrías. Tras dejarse a su hija mayor en un pub cercano hacía unas semanas, en el festival su prioridad fue evitar encontrarse con dos íntimos amigos y vecinos: Andy Coulson, su ex director de comunicación, arrestado dos veces ya por el escándalo de las escuchas en el «News of the World», y Rebekah Brooks , ex consejera delegada de News International, ambos ex directores del tabloide clausurado.
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A Cameron le ha tocado meter el sistema institucional británico en la lavadora. El verano pasado ordenaba una investigación judicial para extraer la porquería atascada en parte de la prensa británica. Este lunes, activaba a su vez una investigación parlamentaria sobre el escándalo de la manipulación del Libor que provocó la dimisión del presidente de Barclays, una institución fundada por familias cuáqueras con 300 años de historia.
Crece la desconfianza
Con los grandes referentes cívicos —prensa, partidos, banca, en quienes apenas confía ya un 10% de la población— en la centrifugadora de los escándalos, la confianza ciudadana en Cameron se erosiona a pasos forzados. Los laboristas han consolidado una ventaja de 7 a 11 puntos, según dos sondeos de YouGov. Los liberales, socios de gobierno de Cameron, luchan por la tercera posición con un apoyo de 8-10%, ante la emergencia del Partido de la Independencia (UKIP), una formación soberanista y antieuropea que recaba un 7-8% de apoyos, y a la que algunas encuestas atribuyen la simpatía de hasta un cuarto del electorado conservador.
En el frente doméstico, el corsé ideológico que impone a Cameron —un conservador compasivo, moderno y pro matrimonio gay— la coalición con los liberales frustra a las bases más tradicionales. La formación que dirige el viceprimer ministro, Nick Clegg , impuso en el acuerdo de gobierno la reforma de la Cámara de los Lores, un proyecto que supondría la culminación histórica de una bandera que los liberales enarbolaron ya en 1910, con la primera gran reforma de una cámara alta que tiene de más de 800 miembros (incluidos 26 obispos anglicanos), no electos. El Gobierno ha puesto sobre la mesa una propuesta para transformarlo en una especie de senado de 450 miembros, que en 2015 comenzarían a ser elegidos por sufragio, con la excepción de un 20% de miembros que seguirían siendo «nombrados» por sus méritos cívicos y profesionales. La propuesta irrita a muchos conservadores y laboristas . Y numerosos diputados y lores conservadores amenazan con rebelarse ante los planes del Gobierno. «Clegg ha ido demasiado lejos... ya no estoy seguro de que la coalición llegue incluso al año que viene», escribía ayer el influyente columnista conservador, Matthew Parris , en «The Times».
El otro frente de rebelión interna lo tiene Cameron en el flanco europeo. La crisis en la zona euro, combinada con la angustia que genera en Reino Unido la actual recesión británica ha agitado el reflejo euroescéptico, elemento consustancial a la cosmovisión «tory». Cien diputados (casi un tercio del grupo parlamentario) escribieron una carta a Cameron exigiendo una ley que convoque un referéndum de «Sí/No» a la UE tras las generales de 2015. Su alianza con la única formación británica claramente europeísta le impide cualquier movimiento antes de esa fecha. Pero hombres fuertes de su Gobierno, como el ministro de Finanzas, George Osborne , o el de Exteriores, William Hague , simpatizan entre bastidores con la consulta.
Incompetencia europea
«La probabilidades de que el Reino Unido salga de la UE antes de 2020 son elevadas, quizás 50-50», asegura Charles Grant, director del influyente Center for European Reform, en conversación con ABC. «La crisis ha incrementado el euroescepticismo, en parte porque ven a la zona euro como gobernada por incompetentes, pero el problema es que los británicos creen que podríamos salirnos de la UE y seguir perteneciendo al mercado único, y eso no es posible», nos explica. La estrategia de Cameron sería la de aprovechar el momento «refundacional» que atraviesa Europa para repatriar poderes de Bruselas en materia social, laboral, agrícola, pesquera o derechos humanos.
Sus cálculos pasan por arrancar una renegociación del estatus británico en la UE de la que obtener réditos electorales en mayo de 2015, para convocar con algo de tranquilidad un referéndum sobre Europa. Mensajes como el lanzado esta semana, amenazando con limitar la entrada de griegos en un escenario de « extraordinaria gravedad », no le ayudan en un Consejo Europeo en el que la «Union Jack» está cada vez más lejos de las decisiones.
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