«¡Cuidado, pueden llevar bombas bajo sus faldas!»
GROZNI. El grupo de periodistas acaba de abandonar la oficina de la Fiscalía general de Chechenia, una de las etapas de la visita a Grozni organizada por las autoridades federales. En el exterior del edificio, rodeado por un muro, un grupo de mujeres de edad ... avanzada se manifiesta con pancartas en protesta por la desaparición de sus hijos. Algunos reporteros se acercan a la puerta, pero los miembros de la escolta se adelantan rápidamente, les obligan a retroceder y cierran el recinto. «Pero ¿qué es lo que pasa? Solamente queremos hablar con esas mujeres. ¿Por qué nos impiden hacer nuestro trabajo?», preguntan los periodistas. «Es por su propia seguridad», responden los rusos, mientras el grupo se acomoda en el autobús a regañadientes.
Encerrados en el autobús
La escolta da el asunto por concluido, pero pasan los minutos y el recinto continúa cerrado. Para mayor «seguridad», el conductor cierra las puertas del vehículo de forma que los ocupantes no puedan siquiera descender al aparcamiento de la fiscalía. Al cabo de casi media hora de «bloqueo», las protestas de los reporteros obligan al conductor a abrir el autobús. Desde el interior del edificio no se ve qué pasa en la calle, pues el muro es demasiado alto. Los agentes de la escolta explican que la Policía está dispersando la manifestación, pero con buenas maneras, porque al fin y al cabo son mujeres mayores.
«No se confíen. Esas mujeres pueden llevar bombas debajo de sus faldas. Recuerden las cabezas cortadas de los cuatro extranjeros secuestrados en Grozni en 1998», advierte Vladimir Konstantinovich Mironov, miembro del Servicio Federal de Seguridad (FSB, ex KGB) que acompaña a los periodistas. La corresponsal de una cadena internacional de televisión pide que al menos le dejen grabar desde lejos la manifestación, pero la escolta explica que también hay peligro de francotiradores (como si desde un piso alto no se pudiera también alcanzar el patio de la fiscalía, donde se encuentra el grupo). Finalmente, el autobús abandona el edificio. Los policías han hecho retroceder al grupo de mujeres, pero de todas formas el vehículo se cruza con ellas. Las chechenas intentan desesperadamente hablar con los periodistas y mostrar sus pancartas.
En la de una anciana vestida de negro puede leerse: «Devolvednos a nuestros hijos inocentes». «¿Para qué protestáis por las desapariciones? También desaparece gente en Moscú...» comenta en son de burla un miembro de la escolta. «Esas mujeres están pagadas por los terroristas. Les pagan entre cincuenta y cien rublos (entre dos y cuatro euros) para montar este espectáculo. Esto es una provocación dirigida contra vosotros, los periodistas....».
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