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Crisis Corea del Norte

Trump eleva las amenazas a Pyongyang para implicar a China

Su escalada verbal con el dictador de Corea del Norte dispara la tensión en Asia

El presidente avisa a Kim Jong-un: «El poder nuclear de EE.UU. es más fuerte que nunca»

Un bombardero B-1B Lancer en la Base de la Fuerza Aérea Andersen, en Guam REUTERS
Manuel Erice Oronoz

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La cuestión de Corea del Norte se ha convertido en la gran encrucijada internacional del mandato de Trump . La escalada prebélica ya no se cuenta por meses o semanas, sino por horas. El cruce de amenazas entre el presidente de Estados Unidos y el dictador norcoreano, Kim Jong-un , ha disparado la tensión a su máximo nivel en años.

El último intercambio de golpes verbales se resume así: anuncio norcoreano de más pruebas con misiles, amenaza de Trump de descargar contra el país «fuego y furia como nunca se han visto» , réplica del régimen apuntando a la isla estadounidense de Guam y mensaje en Twitter del presidente norteamericano: «El poder nuclear de Estados Unidos es más fuerte que nunca».

Los expertos interpretan el recurso de Trump a la hipérbole como un mensaje con doble destinatario: Kim Jong-un, directamente, en una muestra de que el desafío es serio, y China, de forma velada, en un intento de implicar de lleno al país que tiene la llave para frenar la expansión nuclear de Pyongyang.

Seis decenios después de que el final de la guerra pintara una drástica línea divisoria entre la Corea del Norte (comunista) y la del Sur (democrática), el llamado Paralelo 38 norte, Washington no se ha sacudido aún la sombra de un conflicto que condiciona su presencia estratégica en Asia.

Si el hermético régimen de Pyongyang no ha cejado todos estos años en su empeño por desestabilizar la región, su carrera por convertirse en una potencia nuclear, que inició Kim Jong-il en 2006, constituye hoy una amenaza sin precedentes de la mano de su hijo, Kim Jong-un.

Tras los fracasados intentos de George W. Bush y de Barack Obama de someterlo, Trump se ha encontrado con que el régimen está más cerca que nunca de su gran objetivo: poder alcanzar territorio estadounidense con misiles cargados de cabezas nucleares. Una capacidad que convertiría a Corea del Norte en una peligrosa potencia regional. Desde que lo reflejara en un tuit nada más aterrizar en la Casa Blanca («Eso no ocurrirá nunca»), la realidad ha ido acercando a Corea del Norte a esa peligrosa línea roja.

La última prueba realizada con misiles balísticos intercontinentales (MBIC), a finales de julio, confirmó que Pyongyang ya puede alcanzar Alaska. Los expertos saben que es cuestión de tiempo que los proyectiles puedan llegar al continente y que lo hagan provistos de cabezas nucleares.

La reciente resolución con la que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas respondió a los provocadores lanzamientos de misiles precedió a la escalada de tensión. No era la primera iniciativa de la comunidad internacional, ni puede asegurarse que vaya a tener eficacia en el intento de parar la carrera nuclear de Corea del Norte. Pero al régimen le ha dolido la unanimidad lograda por la Administración Trump.

Por primera vez en muchos años, China (y también Rusia) se sumó a las sanciones. La implicación de Pekín en el conflicto se ha convertido en una obsesión para el presidente estadounidense. Tras intentarlo por las buenas y recibir de su homólogo Xi Jinping poco más que buenas palabras, ahora busca ejercer la máxima presión tensionando la cuerda.

Muchos analistas coinciden en que China es la menos interesada en un conflicto militar en su región. Trump intenta sacar a Pekín de su zona de confort, consistente en mantener vivo, aunque debilitado, al régimen de Pyongyang, para seguir beneficiándose política y económicamente, pero sin compromiso alguno. Para otros expertos, como el senador republicano John McCain , el mensaje amenazante del presidente estadounidense no es estratégicamente acertado: «Cuando dices que vas a hacer algo, tienes que estar seguro de que puedes hacerlo».

El impactante aviso de Trump a Kim Jong-un, unas palabras que parecían beber de la frase que empleó su antecesor Harry Truman antes del lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki («Si no aceptan las condiciones, pueden esperar una lluvia de ruina desde el aire como nunca se ha visto»), fue contestada por el dictador en forma de amenaza de ataque a Guam.

Su anuncio de que estudia un lanzamiento a la principal de las Islas Marianas, territorio estadounidense no incorporado a la Unión, ha puesto en guardia a todas las fuerzas del Pacífico, donde el país cuenta con 30.000 hombres. Y en especial, a la base aérea de Andersen en Guam, la principal de la zona.

Washington ordenó el inmediato despegue de dos bombarderos B-1B, que se unieron a las fuerzas aéreas surcoreana y japonesa desplegadas en la zona, con un inequívoco mensaje lanzado por uno de los pilotos: «Estamos preparados para combatir esta misma noche».

La inquietud por un conflicto bélico de grandes proporciones como éste, que se calcula que en cuestión de minutos se cobraría la vida de decenas de miles de personas, se ha disparado entre los aliados. Tanto Corea del Sur como Japón aceleran medidas para reforzar su capacidad de respuesta para prevenir ataques. Seúl, ciudad a la que apuntan las plataformas de misiles norcoreanas implantadas en la frontera, trabaja a marchas forzadas, con la ayuda de Estados Unidos, en la implantación de un sistema de radares y de reconocimiento mediante control remoto que permitiría neutralizar los misiles de su enemigo del norte.

El presidente del país acaba de revocar su orden anterior de detener el despliegue, mientras el opositor Partido por la Libertad de Corea se ha sumado a la decisión gubernamental.

Japón, también amenazada expresamente por Kim Jong-un, estudia la posibilidad de reforzar su capacidad militar de ataque, en un debate crucial para un país que renunció constitucionalmente al conflicto bélico tras la II Guerra Mundial.

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