La Casa Blanca presiona a Israel para que admita un Estado palestino
El presidente Barack Obama se adentró ayer personalmente en el laberinto diplomático por el que se han perdido múltiples de sus antecesores en el despacho oval: el conflicto palestino-israelí. Bajo el compromiso de no dejar para el final de su mandato un nuevo esfuerzo ... de mediación, Obama se reunió ayer en la Casa Blanca con el presidente de Israel, Simon Peres, entre diferencias evidentes sobre las prioridades estratégicas y la mejor forma de conseguir una elusiva paz en la tierra demasiado prometida.
La Administración Obama volvió a insistir en el requisito asumido de un Estado Palestino viable, básicamente de acuerdo a las fronteras anteriores a la guerra de 1967. Una cuestión fundamental, pero no respaldada por el nuevo gobierno de Israel, presidido por Benjamin Netanyahu. Lo cual está dando pie a toda serie de especulaciones sobre un previsible encontronazo entre Israel y su gran aliado americano.
«Lobby» judío
En una intervención por satélite ante la conferencia anual celebrada en Washington por el Comité Americano-Israelí de Asuntos Públicos -el gran «lobby» judío de Estados Unidos, conocido por sus siglas en inglés, AIPAC-, Netanyahu no mencionó la creación de un Estado palestino, limitándose a indicar su voluntad de trabajar en una serie de frentes puntuales.
Ante ese mismo foro, el vicepresidente Joe Biden reiteró ayer el histórico compromiso de Estados Unidos hacia Israel, pero con advertencias de que el «status quo» de la última década «no ha servido muy bien a los intereses de Estados Unidos o Israel». Biden enumeró tres factores clave para alcanzar un acuerdo de paz en Oriente Próximo: el principio de que la seguridad de Israel no es negociable, el reconocimiento de que todas las partes tienen obligaciones, y el objetivo de un giro copernicano en la violenta intransigencia de Hamás.
Específicamente, el vicepresidente Biden insistió en que a pesar de su previsible rechazo «Israel tiene que trabajar por una solución de dos Estados». Lo que significa empezar por bloquear la construcción de nuevos asentamientos en los territorios ocupados, por desmantelar las construcciones ya existentes y por permitir la libertad de movimientos de los palestinos.
El otro gran foco de diferencias entre la Administración Obama e Israel sería la urgencia de la amenaza que representa el programa nuclear de Irán, con previsiones de poder desarrollar cabezas militares para sus misiles a corto plazo. Diversos medios se han hecho eco de los argumentos planteados por Rahm Emanuel, jefe de gabinete de la Casa Blanca, al supuestamente vincular el frente de Irán con las descarriladas negociaciones de paz entre israelíes y palestinos.
De acuerdo a los planteamientos atribuidos a Emanuel durante una sesión a puerta cerrada de la asamblea del «lobby» judío, la tarea de formar una decisiva coalición internacional contra las ambiciones nucleares de Irán sería facilitada por avances en el conflicto palestino-israelí. Nexo que para Israel resulta cuando menos cuestionable, al considerar la posibilidad de un Irán con armas nucleares como una amenaza directa contra su misma existencia.
En sus intervenciones ante AIPAC, el primer ministro Netanyahu insistió en que «no se debe permitir a Irán el desarrollo de armas nucleares». Mientras, el vicepresidente Biden recalcó que los esfuerzos de la Administración Bush en este frente «obviamente no han funcionado», justificando la necesidad de intentar una nueva y respetuosa aproximación diplomática a la cuestión iraní.
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