Carmen de Carlos - EN EJE
Justicia verdadera
Raúl Zaffaroni es un ejemplo de cómo el poder transforma en sapo a príncipes de la justicia
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEl líder indígena Salvador Franco, murió esta semana en uno de los calabozos de la prisión de «El Rodeo», en Caracas. Su estado, como el de cualquiera de los presos políticos (los de verdad) en Venezuela, era inhumano y su figura, una caricatura de lo ... que fue en vida. El hombre, de 44 años, debía estar, por orden judicial, en un hospital desde noviembre. Los casos como el de Franco son moneda corriente en el régimen de Maduro. A Michelle Bachelet le costó mucho tiempo entenderlo pero, finalmente, fue, lo vio, lo admitió y emitió el informe de Naciones Unidas que impide a sus viejos amigos sudamericanos y socios de lo que queda del Socialismo siglo XXI, descalificarlo.
Tragedias como la de los Franco de turno, en Venezuela, rara vez suscitan la crítica o censura de aquellos que hicieron –y hacen- frente común con los gobiernos bolivarianos, kirchneristas o de esa pseudo izquierda que prometió el cielo de la honradez con Luiz Inacio Lula Da Silva, aquel «demonio rojo» que enamoró al planeta azul en su primer Gobierno.
A fuerza de repetirse estas noticias, es fácil acostumbrarse a ellas y hasta quedarse indiferente. No puede suceder lo mismo en instituciones democráticas, gobiernos legítimos o tribunales internacionales como la Corte Interamericana de Derechos Humanos. A ésta pertenece, el juez Raúl Eugenio Zaffaroni, un ejemplo de cómo el poder transforma en sapo a príncipes de la justicia. En Argentina pasó de acorralar el despotismo provinciano de los Kirchner a convertirse en su leal servidor nacional en la Corte Suprema. Esa línea la mantiene en la Corte Interamericana de DD HH sin que, sorprendentemente, ninguno de sus colegas le invite a salir por la puerta (de atrás). Zaffaroni exige indultos para los corruptos del kirchnerismo y con especial entusiasmo para el vicepresidente, Amado Boudou, condenado, entre otros delitos, por apropiarse de la imprenta de papel moneda. Sí, de la máquina de fabricar dinero. Para Zaffaroni, los ladrones y estafadores «K», son presos políticos en Argentina con derecho a la libertad. Pero, los torturados, encarcelados y asesinados, si nacieron en Venezuela, como Salvador Franco, no merecen una palabra (justa) suya.
Noticias relacionadas
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete