Suscribete a
ABC Premium
Javier Ansorena

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Desde hace dos semanas, Joaquín Archivaldo Guzmán Loera -todo un desafío para los estadounidenses que cada día pronuncian su nombre-, más conocido como «el Chapo» -un respiro para todos ellos- cruza cada mañana el puente de Brooklyn -el tráfico cortado, escolta de decena ... de vehículos- desde su calabozo de alta seguridad en Manhattan para comparecer en su macrojuicio. Cada día se ha presentado con un traje azul marino y el rostro pálido impasible. Los dibujantes de juzgado se esmeran en dibujar su expresión, sus gestos, en trazos rápidos, las únicas imagen que salen de un juicio cerrado a las cámaras.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia