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Grecia

Tsipras pide el «no» en el referéndum para dar un vuelco a la Unión Europea

Del resultado de este domingo dependerá que Grecia deba abandonar el euro o que se facilite un compromiso con sus acreedores

Tsipras pide el «no» en el referéndum para dar un vuelco a la Unión Europea efe

herman tertsch

Cerca de diez millones de votantes griegos están convocados a las urnas este domingo en un referéndum que será recordado en la historia como un hito de inmensa trascendencia para Grecia , para toda Europa y su proyecto político común. Del resultado del mismo, que se conocerá previsiblemente antes de medianoche, dependerá que Grecia quede o no poco menos que sentenciada para abandonar la moneda común del euro. También puede depender del resultado del referéndum la propia supervivencia política de quien decidió convocarlo, Alexis Tsipras, el presidente del único gobierno neocomunista existente en Europa. Su caída podría tener efectos imprevisibles sobre otros movimientos populistas comunistas en el continente, como es el caso del español Podemos.

Sea cual fuere el resultado, de los inmediatos pasos que den mañana tanto Tsipras como las autoridades de la Unión Europea, del Banco Central Europeo y del Fondo Monetario Internacional (FMI) depende la inmediata supervivencia económica de Grecia, cuyas finanzas están en proceso de colapso paulatino desde la implantación del «corralito» el pasado lunes. La consulta se produce en un marco de gran dramatismo, con los bancos cerrados, con control de capitales, la quiebra del país ya sancionada y la economía en vertiginosa agonía por falta de dinero en efectivo.

Ya el hecho de que muchos griegos no puedan ir a votar hoy por no tener dinero para desplazarse a las localidades donde están empadronados revela el estado de excepción no declarado en que se encuentra Grecia. Todo el país se halla en estado de conmoción y angustia con un Gobierno que llama al «no» como acto patriótico y de dignidad frente a las maniobras para esclavizar a los griegos por parte de las instituciones europeas. El grado de crispación queda patente por el hecho de que, a 24 horas del referéndum, el ministro de Hacienda del Gobierno de extrema izquierda, Yanis Varufakis, tachara de terrorismo la actitud de las instituciones europeas. Con lo que llamaba terroristas a sus interlocutores. Tsipras llamó a los griegos a un «no» rotundo que le serviría para imponer en Bruselas un acuerdo digno y no las humillantes condiciones que, según él, se le ofrecían.

Propuestas similares

En realidad las diferencias entre unas propuestas y otras, entre las rechazadas con indignada afectación y las supuestamente aceptables han sido mínimas. Y nadie niega en Atenas que en estos cinco meses el Gobierno de Syriza se ha dedicado a torpedear las negociaciones con la esperanza de que ante la inminencia del 30 de junio, los socios le hicieran condiciones que finalmente no llegaron. El trauma de esta semana con el pánico y la impotencia de los pensionistas en la calles ante los bancos cerrados, las largas colas ante los cajeros y rumores sobre una requisa de dinero en las cuentas superiores a los 8.000 euros, quedará en la memoria colectiva y nadie sabe en qué sentido podrá influir sobre el voto.

Todos los sondeos hablan de un resultado muy igualado . Como partidarios del «sí» se han alineado todos los partidos del espectro político salvo Syriza, los comunistas ortodoxos, los ultraderechistas aliados de Tsipras y los neonazis de Amanecer Dorado. Junto a los principales líderes políticos del pasado de Grecia, personalidades de la sociedad civil han llamado al voto del «sí» para renegociar de forma constructiva con las instituciones internacionales, los aliados y socios europeos que son tratados como enemigos por el bando del «no».

Entre los partidarios del «sí» hay muchos que acusan a Syriza de haber saboteado las negociaciones a propósito de acuerdo con una agenda oculta para sacar a Grecia del Euro. En el entorno de Tsipras, gentes como los ministros de Energía, Panayotis Lafazanis, o el de Trabajo, Panos Skurletis, pero también muchos otros, creen que Grecia está llamada a ser el pionero en la construcción de la sociedad comunista sin clases en Europa. Y consideran tener un papel histórico en debilitar y acabar con una comunidad de derecho basada en la «democracia burguesa» y el capitalismo. Aunque Tsipras asegura que el «no» en ningún caso supondrá la salida del euro, si los bancos siguen cerrados y este gobierno se encastilla, la propia necesidad llevará a la utilización de una moneda paralela.

Cambio de régimen

Entre los partidarios del «sí» hay pánico a que los acontecimientos lleven en una cadena de hechos consumados a esa salida del euro que dejaría al país, no solo en la miseria, sino en manos de unos comunistas decididos ya a imponer, fuera de Europa, su proyecto de cambio de régimen. «Esta gente se pone y quita el pasamontañas con inmensa facilidad. Son poder y antisistema. Imagine que este cierre de los bancos se produce bajo Samaras. Habrían incendiado la ciudad y entrado en los bancos con excavadoras. Pero en el gobierno actúan como una banda de irresponsables que solo tiene una idea y la ejecutan sin reparar en daños». Quien habla así es un legendario periodista griego que por sus contratos laborales actuales no quiere ser citado en estas afirmaciones.

Tierra quemada

«El problema ahora está en cómo acabar con este gobierno sin que se destruya Grecia para generaciones. Tiene que crearse un frente amplio de todos los que ahora abogan por el sí para forzar elecciones y después la creación de un gobierno amplio de salvación nacional. Son capaces de aplicar una política de tierra quemada y que este país quede hundido».

El temor a un Estado fallido es, sin duda, el fantasma que tortura en estos momentos a los demócratas griegos, a los aliados europeos dentro de la Unión Europea y al socio norteamericano en la ONU. Creer que con expulsar a Grecia del euro y de las instituciones alguien ganaría algo de calma es un disparate peligroso. Con sus agobiantes problemas de inmigración, miseria e inestabilidad interna, en el borde mismo de Oriente Medio, en pleno Mediterráneo oriental, con sus tensiones y litigios abiertos con Turquía y con unos Balcanes al norte siempre con potencial conflictivo, Grecia fallida se convertiría pronto en una bomba para la región y para toda Europa.

Pero aun antes que estas consideraciones geopolíticas, las que en estos momentos hacen aferrarse a los líderes europeos a cualquier brizna de esperanza de mantener a Grecia dentro del euro, están las graves consecuencias que ven muchos para el propio euro y Europa. El hecho de que el euro no sea irreversible en todo el espacio donde entró en vigor, plantea enormes peligros para futuras crisis y la tentación de volver a aplicar la solución de la salida de un miembro. Y después otro. Que esa salida del euro resulta inmensamente indeseable no significa que sea evitable ya a estas altura. Son muchos los interlocutores ahora en Atenas que, pese a sus esfuerzos por generar esperanza, creen que quizás ha pasado el momento en que fue posible salvar el rumbo. Y muchos temen en toda Europa que Grecia se vaya a convertir en esa costura en el traje europeo que salta por el punto más débil y, roto el hilo, no se puede parar el descosido hasta que no quedan sino piezas sueltas.

En el momento extremo del absurdo en el que los griegos hoy van a votar con rabia y mucho miedo y sin saber las consecuencias de su voto, sea cual sea, hay que recordar también los colosales errores que ha cometido la otra parte, la Europa de las instituciones, de los burócratas de Bruselas y de los líderes nacionales. En el comienzo de la crisis, sobre todo, nunca acertaron con formas y trato, dejaron en manos de los políticos griegos unos recortes que se aplicaron con ceguera, egoísmo y desprecio y no vieron llegar el peligro del monstruo, de esa peste del populismo que brotaba entre los más perjudicados por la crisis. De ese 40% de principales víctimas de la crisis en una economía artificial, corrupta e ineficaz surgieron los primeros refuerzos ideológicos para estos grupos que, sin la crisis, hubieran permanecido en la marginalidad en que siempre han estado desde 1945 en la Europa libre los proyectos totalitarios.

En enero, ese movimiento de origen marginal logró ser la fuerza más votada y formar gobierno con otros extremistas estos de derechas. Sus lazos son en realidad su identidad común, su fobia a una Europa con sociedad abierta y mercado libre. Si no se consigue una estabilización de Grecia, la rápida pauperización de su sociedad puede radicalizar los frentes hasta abrir el enfrentamiento civil.

También Grecia tiene una Guerra Civil muy reciente en la memoria. Y el odio está en auge. De unos, contra los griegos colaboracionistas del Alemania y sus socios. De otros, contra los totalitarios que quieren secuestrar Grecia y sacarla de la Europa civilizada. En esa radicalización estaría la mayor esperanza de una opción extremista como Syriza, que ya ha demostrado que con la realidad tiene difícil trato. Lo suyo es el mito.

Pero la estabilización de Grecia bajo Syriza resulta ya para griegos y europeos algo parecido a un mito. Sea cual sea el resultado de hoy, Tsipras no ofrece a los griegos más que resistencia y tragedia como perspectiva de futuro. Muchos quieren que con el día de hoy comience su partida. Pero expulsar del poder a comunistas, aunque sean populistas de nuevo cuño, nunca fue tarea fácil.

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