La receta del laborismo británico: lluvia de impuestos para el sistema de salud

Miliband promete subir la carga fiscal a las tabaqueras, los dueños de viviendas de más de dos millones de libras y los fondos de inversión

La receta del laborismo británico: lluvia de impuestos para el sistema de salud reuters

luis ventoso

Ed Miliband, de 44 años, clausuró ayer la convención de su partido en Manchester. Fue su último gran baño de masas hasta la campaña de las elecciones generales de dentro de siete meses. Como banderín de enganche para atraer a los votantes, Miliband enarboló la ... causa del Sistema Nacional de Salud (NHS), que según él ha sido “fragmentado y privatizado” durante los cinco años de Gobierno de la coalición de conservadores y liberales. Pero la fórmula del líder laborista para reforzar el NHS no saldrá gratis: la contrapartida se llama lluvia de impuestos.

Su promesa es aportar 2.500 millones de libras más cada año a la sanidad pública, lo que entre otras cosas permitiría contratar a 30.000 sanitarios más (20.000 enfermeros, 8.000 médicos generalistas y 3.000 cuidadores). Para lograrlo, anunció un nuevo impuesto sobre las viviendas valoradas en más de dos millones de libras (97.000 en todo el Reino Unido, el 80% en Londres), otro que gravará a las multinacionales tabaqueras, y un mayor control de la evasión fiscal. Según sus cuentas, la persecución de los defraudadores permitirá recaudar 1.100 millones de libras más; la tasa a las mansiones aportaría 1.400 millones, y del tabaco vendrían 150. La carga a las tabaqueras la vendió también como un modo de hacer justicia, porque –dijo- “logran sus beneficios a costa de la salud de la gente”. Además, anunció un gravamen sobre las transacciones de los fondos de inversión, que reportaría 600 millones a las arcas públicas.

Miliband relató, con un buscado efectismo dramático, algunos ejemplos de retrasos en la atención a los pacientes. Aseguró además que uno de cada cuatro que acuden al médico de atención primera se ven obligados a esperar una semana. También prometió subir el salario mínimo. Sin embargo, el día antes de su aparición, Ed Balls, el ministro de Economía en la sombra de los laboristas, hizo un ejercicio de realismo y contó a los congresistas que la austeridad será obligada, que la consolidación fiscal es un deber, que llegarán medidas dolorosas y que habrá que retrasar la edad de jubilación, lo que hasta le valió abucheos. Miliband pasó por ese tratamiento de rigor muy de puntillas. Se han repartido los papeles. Ed Balls es el contable y su jefe de filas, el poeta.

Edward Samuel Miliband, hermano de David, el político laborista del mismo nombre al que en 2010 disputó el liderazgo de los conservadores, es hijo de una judía polaca que sobrevivió al Holocausto y de un profesor especializado en teoría marxista, que huyó a Londres al inicio de la Segunda Guerra Mundial. Nacido en el barrio londinense de Candem, Miliband se ha educado en las factorías de pensamiento que forjan a los líderes británicos, gracias a su buena cabeza, con licenciaturas en Oxford y la London School of Economics. Con su mata de pelo negro, su rostro alejado de los estándares ingleses y su puesta en escena apasionada, es objeto de cierto sarcasmo por parte de la prensa populista británica, que suele hacer veladas y xenófobas críticas a sus orígenes judíos. Ayer en Manchester se plantó y expresamente citó al “Daily Mail” para decirle que “no es cierto que mi padre no quiera este país”, y enfatizó: “Toda mi familia quiere a este país”.

Ventaja en el saque para Cameron

Miliband, que ayer pintó el paisaje de un país “que no cree en el futuro” y a una juventud “que ha caído en un agujero negro”, se acoge a la causa de la sanidad pública en un momento en que la resaca de la campaña escocesa lo ha dejado muy descolocado. Para calmar a su sector más clásico, enojado con las concesiones autonomistas de última hora en Escocia, David Cameron ha prometido que hará una reforma para que también Inglaterra pase a entender de sus propios asuntos ellas sola, impidiendo que los diputados escoceses en el parlamento de Westminster puedan votar sobre leyes que solo atañen a cuestiones inglesas. Esa apelación tacticista al nacionalismo inglés –que también existe- ha cogido a Miliband con el pie doblemente cambiado. La prohibición de que los diputados escoceses voten en Londres en las cuestiones inglesas lo dejaría sin peso sobre ellas, porque Escocia es su granero de votos. Además, la causa de los derechos olvidados de Inglaterra, conocida aquí como “el asunto de West Lothian”, tiene su público, y al verse obligado a desdeñarla por su problema escocés, Miliband puede perder muchos votos en Inglaterra. Cameron, claro, lo sabe y lo explota. Las elecciones de mayo se presumen apasionantes.

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