Cuatro argumentos rebatibles del líder escocés
El sabor amargo de la independencia
Es muy difícil vencer las emociones. Pero los argumentos que esgrime el nacionalismo escocés de cara al referéndum de independencia son rebatibles. El primer ministro escocés ha prometido una integración rápida en la UE y en el marco protector de Gran Bretaña que dista mucho de la realidad
El sabor amargo de la independencia
Para un político habilidoso como el nacionalista Alex Salmond no resulta difícil movilizar emociones bajo la promesa de un nuevo despertar , sin penas ni pecado, el 19 de septiembre en una Escocia independiente. Ni jalear la noción simplista de un referéndum como varita mágica ... para centrifugar y blanquear las imperfecciones de la realidad. El día después de una consulta, ya sea en Escocia, en Cataluña o en cualquier territorio de la Unión Europea, no sería más que un amanecer más con la misma tasa de paro, los mismos índices de corrupción y, en palabras de un exdirigente nacionalista vasco, «el mismo número de idiotas por metro cuadrado».
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En el caso de una hipotética victoria del «Sí» —como bien podría ocurrir en Escocia—, ese nuevo amanecer traería consigo, además, el sabor amargo de las identidades múltiples rasgadas y el coste endiablado de las rupturas políticas, sociales y económicas. Unas consecuencias que bajo la acusación de «discurso del miedo», la varita mágica nacionalista, en Escocia y en Cataluña, intenta borrar.
¿Qué moneda en el bolsillo?
Es la pregunta que más dudas y dificultades plantea a la campaña por la independencia de Escocia. Los conservadores y liberales en el gobierno británico y la oposición laborista ya han anunciado que una Escocia independiente no podrá utilizar la libra esterlina ni disfrutar del paraguas protector del Banco de Inglaterra. Salmond, por su parte, insiste en que la moneda es un «activo común» de todos los británicos, y defiende el establecimiento de una «unión esterlina». Ante la negativa de Londres, el gobierno escocés amenaza con desentenderse del pago de la parte de deuda pública británica que correspondería a Escocia, que supone el 9 por ciento de la población de las islas.
Pero hasta los economistas, como el nobel Joseph Stiglitz , que han avalado la viabilidad de la secesión de Escocia lo condicionan al mantenimiento de la libra como moneda. Salmond confía en que la negativa a compartirlo constituye un «farol». Pero muchos contribuyentes del resto del Reino Unido se preguntan por qué tendrían que acudir al rescate de un banco escocés en apuros, como ya hicieron en 2008 con Bank of Scotland y el Royal Bank of Scotland.
¿Entrar en la Unión Europea?
El gobierno nacional escocés ha optado también por desoír los mensajes que, tanto en Londres como en Bruselas, indican que la legalidad comunitaria obligaría a una hipotética Escocia independiente a solicitar de nuevo la adhesión a la UE. El nacionalismo asegura que —cosas de la varita mágica de la autodeterminación— Escocia sería el primer país de la historia en reintegrarse en la UE por la vía rápida del artículo 48 de los Tratados, sorteando el tedioso proceso de adhesión que recoge el artículo 49, empleado en todas las nuevas incorporaciones al club. En el caso de Croacia, el último país en sumarse, las negociaciones duraron una década.
Salmond asegura que podría completar las conversaciones con Londres y Bruselas en el tiempo relámpago de 18 meses entre el referéndum y marzo de 2016, fecha señalada como el «Día D» de la independencia. Además de renegociar unos 14.000 tratados internacionales con organizaciones como la OTAN, la ONU y la UE, la campaña nacionalista no ha explicado cómo abordaría la obligación que imponen los Tratados a los nuevos Estados miembros de adherirse al euro al medio o largo plazo, o de integrarse en el espacio de fronteras de Schengen , lo que obligaría a una Escocia soberana a erigir fronteras con Inglaterra e Irlanda, por ejemplo.
¿Quién defiende al Estado?
Las aguas profundas del oeste de Escocia albergan las instalaciones militares que sirven de base a la flota de submarinos nucleares británica . En la arcadia que ofrece el nacionalismo escocés no tienen cabida las nucleares. Y su hoja de ruta da de plazo hasta 2020 para que Londres saque sus submarinos en caso de victoria del «Sí». Escocia ha jugado históricamente un papel muy activo en las Fuerzas Armadas británicas. Y numerosos líderes militares han advertido de las implicaciones estratégicas que tendría para la estrategia de seguridad de las Islas, que reposa en la fuerza disuasoria de la flota nuclear.
El Reino Unido y la nueva Escocia soberana perderían su escudo protector, mientras que un hipotético gobierno escocés independiente tendría que poner en marcha un nuevo ejército y unos nuevos servicios de inteligencia, un proceso de años, según numerosos expertos.
¿Quién paga las pensiones?
El exministro laborista Gordon Brown advirtió en abril que el número de pensionistas crecerá más rápido en Escocia que en el resto del Reino Unido en la próxima década. Además, la incertidumbre financiera generada por una hipotética secesión incrementaría el coste del endeudamiento público y agravaría la presión sobre las arcas públicas del nuevo Estado. Según el Instituto de Estudios Fiscales, un centro de análisis independiente, Escocia tendría que incrementar un 9% el IRPF o un 28% el IVA, o recortar un 6% el gasto público, para compensar el desfase fiscal que generaría la independencia.
Además, la mayoría de los expertos cuestiona las previsiones que maneja el nacionalismo sobre los ingresos futuros por el petróleo del Mar del Norte . La campaña nacionalista cree que quedan aún 24.000 millones de barriles equivalentes de petróleo por extraer, mientras que numerosos estudios lo reducen a 14.000-16.000 millones.
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