«Esta es la revolución de los suníes de Irak contra el imperio de Al Maliki»
Cunde el resentimiento de la población suní, que apoya a los yihadistas como protesta contra un gobierno controlado por los chiíes. El Ejército regular iraquí se derrumbó en apenas veinticuatro horas ante el primer avance de los insurgentes del EIIL en la ciudad de Mosul
MIKEL AYESTARÁN
Las colas son interminables. Primero lo intentan en coche, después a pie, pero quien no tenga una persona de contacto en la «Región Autónoma del Kurdistán» (KRG) no puede pasar. «No nos podemos arriesgar a que se infiltren elementos del Estado Islámico de Irak y Levante (EIIL)» ... , es la justificación de los Peshmerga (fuerzas de seguridad kurdas), en estado de alerta desde la caída de la vecina Mosul, situada a menos de diez minutos en coche de este punto. El puesto de control de Kalak marca la frontera entre un Irak en plena guerra sectaria entre la minoría suní y la mayoría chií y un Kurdistán cada vez más independiente.
Los civiles esperan su turno bajo una lona de la agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), pero saben que no tienen nada que hacer si nadie viene desde el otro lado a buscarles. «Les quedan tres opciones: entrar al Kurdistán si tienen los contactos necesarios, establecerse en el campo de tránsito de Kalak o volver a su lugar de origen», apunta Zhyar Azad, responsable del campo temporal para desplazados que se ha levantado a toda prisa. Las obras se aceleran en medio de una zona desértica donde el termómetro ya supera los cuarenta grados al comienzo del verano.
Familias enteras viven en tiendas de campaña en las que apenas hay enseres ni pertenencias personales . «Salimos con lo puesto. Empezaron los combates en plena calle y tuvimos que escapar a toda prisa, cogí a los niños y me puse camino de Erbil, pero no me dejaron entrar y aquí estoy», se lamenta Abu Essam, que se muestra «harto de un país que no sale de la guerra» y por eso le gustaría irse al extranjero. Sus vecinos de tienda han llegado a primera hora de la mañana desde Tal Afar, ciudad en disputa desde hace cuatro días, y no piensan volver. «Allí no hay electricidad, ni agua ni apenas comida. Además todos estamos a la espera de que empiecen los bombardeos».
Entre los desplazados el resentimiento contra el Gobierno de Nuri al Maliki es unánime. Acusan al dirigente chií de discriminar por sistema a la población suní. «Bagdad miente cuando dice que esto es puro yihadismo. El EIIL pudo tener alguna presencia en la liberación de Mosul, pero los que tienen el control ahora son los baazistas, gente vinculada al antiguo régimen de Sadam que ha acabado con la tiranía chií», nos confiesa Abu Aziz, mecánico que insiste en que «ahora todo está seguro, pero huimos por miedo a los bombardeos». Abu Aziz viene cada día hasta el puesto de control a probar suerte, pero a media tarde regresa a Mosul sin haber logrado permiso para pasar. Durante la época de Sadam más de 30.000 altos oficiales eran naturales de esta ciudad, según un funcionario del antiguo régimen consultado.
Los vecinos de Mosul y Tal Afar se arremolinan ante los Peshmerga que piden referencias como requisito indispensable para levantar la barrera. En toda la mañana apenas pasan diez personas. «Vivimos algo muy parecido a la guerra sectaria de 2006, empezó igual con las tribus y el Baaz unidos entonces a Al Qaida en contra de Bagdad y de EE.UU. La diferencia es que ahora la respuesta del Gobierno va a ser mucho más dura , ya que tiene el apoyo firme de Irán», apunta Abu Riad, funcionario de ministerio de Industria que insiste: «El EIIL mata, pero las milicias suníes formadas por las tribus y los baazistas son gente del pueblo. Esta es la revolución de nuestra gente contra el imperio chií de Maliki. Nosotros tememos más a Irán que al EIIL».
La traición de Al Maliki
Como en 2006 el enemigo común ha llevado a las tribus a unirse con los extremistas. Entonces los suníes se aliaron con las filas más ortodoxas de Al Qaida, hoy lo hacen con la versión aún más peligrosa del yihadismo que encarna el grupo dirigido por Abu Bakr al Bagdadi en Irak y Siria. La alianza de 2006 entre suníes y terroristas de Al Qaida terminó cuando las tribus volvieron sus armas contra los yihadistas tras la creación del «Sahwa» (el «despertar suní») con la colaboración de estadounidenses y Gobierno central. El experimento funcionó hasta que EE.UU. salió de Irak y la administración central tuvo que hacerse cargo de unos hombres a los que no quiso acoger en las fuerzas armadas y que terminó dejando sin sueldo. Esta traición de Al Maliki al «Sahwa» provoca que ahora el primer ministro no pueda volver a apelar al apoyo de las tribus, un factor clave en el control de las regiones con mayoría suní.
Pero las fuerzas armadas de Maliki han sido incapaces de hacer frente a la nueva ofensiva yihadista. El Ejército se esfumó de las calles de Mosul «en apenas dos horas: fue una sorpresa hasta para nosotros», confiesa Ghanim Alaabed, coordinador de las protestas semanales contra Maliki que se celebraban en la segunda ciudad más poblada del país desde finales de 2012 como respuesta al intento de las autoridades de procesar al ex ministro de Economía Rafi Al Issawi, uno de los líderes de la comunidad suní, bajo la acusación de «colaborar con grupos terroristas». La única solución posible es «la dimisión de Maliki, hasta que no se vaya no van a terminar los problemas, no queremos romper Irak, solo echar a Maliki», asegura Alaabed, para quien «Esta es una revolución del Irak suní». La población suní no kurda es una minoría que apenas representa el 20 por ciento del total de Irak.
El Ejército iraquí ha huido dejando su armamento y parque móvil en los cuarteles de toda la provincia de Nínive. Por Kalak pasan cada día vehículos blindados cargados de munición con la bandera nacional, casi imposible de ver en esta parte del país, pero que han sido confiscados por los Peshmerga para su arsenal. «Nos despertamos una mañana y nuestros mandos se habían ido, no tenemos la culpa de nada. ¿Qué podíamos hacer? Ahora solo queremos llegar a Erbil para volar a Bagdad y esperar órdenes», confiesa desesperado Amer, soldado raso que habla en voz baja entre sus vecinos de cola que les acusan de ser un Ejército sectario a las órdenes del vecino Irán.
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