El Ejército nigeriano, incapaz de frenar a la milicia islamista de Boko Haram
Un coche bomba hace explosión a apenas 200 metros del atentado que el pasado 14 de abril se cobrara la vida de 70 personas, en un claro desafío a las fuerzas de seguridad del país africano
EDUARDO S. MOLANO
Mangos, piñas, sandías desperdigados por todo el suelo. La escena, convertida ahora en un campo de Marte, todavía guarda el recuerdo de una época anterior plagada de vida.
En la noche del jueves, un coche bomba en el servicio de aparcamiento de la estación de autobuses Nyanya ... , en la capital de Nigeria, Abuja, se cobraba la vida de al menos 19 personas.
La explosión, localizada en uno de los espacios humanos más transitados de la región, tenía lugar apenas a 200 metros del atentado perpetrado por Boko Haram el pasado 14 de abril y que provocó más de 70 muertos.
El desafío del grupo islamista es ya máximo. Más aún, cuando la próxima semana está previsto arranque en la capital nigeriana el Foro Económico Mundial.
«Estamos en vuestra ciudad, pero no sabéis dónde», había amenazado tras el primer atentado Abubakar Shekau, líder de Boko Haram. Ese mismo día, más de 230 jóvenes eran secuestradas de un internado del noreste de Nigeria , presuntamente, por miembros del grupo armado.
La paradoja era mayúscula. A mediados del pasado año, el Ejército nigeriano había anunciado la muerte de Shekau. Entonces, fuente marciales aseguraron que el jefe islamista fue herido durante un ataque de las Fuerzas Armadas a una base insurgente en Sambisa, al noreste del país. Después, el líder de Boko Haram habría viajado a Amitchide, una comunidad fronteriza de Camerún, para ser tratado de sus lesiones. Presuntamente, la cura sería en vano, y habría fallecido entre el 25 de julio y el 3 de agosto.
Sin embargo, desde entonces, la milicia islamista ha emitido numerosos vídeos donde Shekau se muestra tan campante.
¿De dónde viene el dinero?
Las especulaciones sobre cómo consigue Boko Haram financiación son constantes. En 2012, David Alton, miembro de la Cámara de los Lores británica, denunciaba que organizaciones de caridad basadas en Reino Unido captaban fondos para el grupo radical.
Para poner fin a estas conexiones internacionales, a finales del año pasado, el Departamento de Estado norteamericano incluía al grupo yihadista en su lista de organizaciones terroristas. La decisión estaba encaminada a congelar los activos del grupo armado, imponer prohibiciones de viaje a sus miembros, así como impedir que cualquier ciudadano estadounidenses ofrezca material de apoyo a los milicianos.
Pese a ello, la realidad demuestra que las operaciones sobre el terreno de la milicia islamista no son para nada costosas. Primero, ante la facilidad para reclutar tropa base en el deprimido norte. Ya el 7 de septiembre de 2010, en el considerado por la mayoría de analistas el prólogo de su dilatada carrera terrorista, el grupo armado había liberado a 721 prisioneros que se encontraban retenidos en la cárcel de Bauchi. Apenas un año después, en enero de 2012, otros 40 correligionarios del grupo huían del penal de Damaturu, a cerca de 280 kilómetros del anterior centro.
En la actualidad, las estrategias reclutadoras de Boko Haram se desarrollan a cuatro niveles: Incentivos financieros, parentesco (muchos de los nuevos afiliados están relacionados con miembros del grupo primigenio), reconducción del histórico conflicto religioso y radicalización de los líderes (caso de Ibrahim Datti Ahmed, quien provocó una sangrienta campaña contra los efectivos sanitarios del país).
Segundo, ante el flujo de armas heredadas del conflicto libio que ha inundado la región. De acuerdo con un informe hecho público por Naciones Unidas a comienzos de 2012, la rebelión en Libia frente a Muamar Gadafi habría servido de retroalimentación a los grupos armados que operan en la región africana del Sahara y el Sahel, caso del propio Boko Haram.
Y tercero, ante las conexiones con la clase política del norte de Nigeria. Como reconocía a ABC el imán Hussein Zakaria, uno de los principales líderes religiosos locales, «sin el apoyo de buena parte del Gobierno nigeriano, su desarrollo habría sido imposible».
Para Zakaria, el séquito político alrededor de Kashim Shettima, gobernador de la región de Borno, resulta clave para entender este sostén: «Ya en enero de 2012, uno de los principales sospechosos de la masacre de Madalla [al menos 44 personas perdieron la vida en un ataque contra una iglesia cristiana el día de Navidad anterior] fue detenido en la propia residencia del gobernador. Solo unos días después, el reo escapaba del control policial. El apoyo de Borno es evidente», denuncia el líder religioso.
Y no era la primera acusación que recaía sobre las autoridades políticas de esta región. El pasado año, el general Jeremiah Useni, presidente del Arewa Consultative Forum (una organización formada por líderes del norte del país), acusaba a Ali Modu Sheriff, exgobernador local, de ser la mano negra detrás del explosivo crecimiento de la milicia.
«En 2002, Boko Haram tan solo era una sociedad estudiantil. Sin embargo, durante su campaña electoral, Ali Modu Sheriff subvencionó y proporcionó armas al grupo para que se convirtieran en camorristas de su candidatura. Simplemente, se le fue de las manos», reconoce el general.
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