Los paramilitares suman a los civiles a la insurreción prorrusa
El tiempo juega a favor de los rebeldes armados, que echan raíces en el este de Ucrania
Los paramilitares suman a los civiles a la insurreción prorrusa
Ni la presión internacional sobre Rusia, ni las amenazas del Gobierno de Kiev logran sofocar la revuelta separatista al este de Ucrania. Los milicianos no avanzan, pero tampoco dejan sus posiciones y con el paso de los días su «programa» va echando raíces entre una ... población que ha pasado de la sorpresa inicial a sentirse víctima de los nuevos dirigentes que se hicieron con el poder tras la huida de Víctor Yanukóvich . El tiempo corre a favor de la insurgencia. «Es todo un show, un espectáculo por parte de Kiev. No hay ofensiva, ni cerco sobre Slaviansk ni nada de nada porque saben que esta parte del país ya la han perdido», opina Natalia, profesora en un Instituto de la zona para quien, «más que un mérito de Moscú, esta situación es demérito total del Gobierno ucraniano». El descrédito de Kiev entre la población civil crece con cada promesa incumplida y, sobre todo, con cada víctima mortal. Slaviansk despidió ayer al último joven caído en combate y el funeral fue un clamor contra «los fascistas de Kiev», como gritaron familiares y compañeros al despedir el cuerpo.
En el centro de la ciudad los vecinos bromean con la«Tercera Guerra Mundial» anunciada por el primer ministro ucraniano, Arseni Yatseniuk. «¿Dónde está la guerra? ¿Dónde están los terroristas? Esto es solo un movimiento de gente de la región que quiere defender sus ideas frente al Gobierno. Deben escuchar las demandas, no enviar a las tropas», opina Artur, hombre de negocios que, como la mayoría, aprovecha el buen tiempo para salir a la calle y ver con sus propios ojos que la guerra que anuncian los medios es de momento solo un anuncio.
«No se trata de un debate entre Rusia o Ucrania, es un grito claro contra el nuevo Gobierno que no es legítimo, tiene que volver Yanukóvich», señala Maxim, estudiante, para quien «los hombres armados que han tomado el ayuntamiento están para defendernos porque a quien de verdad tenemos miedo es al Ejército y a los radicales de Sector Derecho» (grupo radical que formó la primera línea de combate en la plaza de la Independencia). Lo mismo opina Andrei, trabajador del servicio de emergencias de la ciudad, que se muestra dispuesto a «vestir el uniforme y dar un relevo a los que están en el Ayuntamiento. Su lucha es la nuestra».
Mientras la crítica a Kiev es generalizada, la presencia de los hombres armados y encapuchados en las calles no convence a todos. «Fue una sorpresa, nadie lo esperaba. Nos levantamos una mañana y aquí estaban. Con armas, barricadas, pancartas… y ahora los 120.000 vecinos nos sentimos presos de estos hombres armados», denuncia Vadim, profesor de filología ucraniana. «Tengo mucho miedo, ya me han interrogado una vez y recibo amenazas. Lo más gracioso es que dicen que están aquí para defendernos, ¿de quién? Los que aterrorizan son ellos», sentencia Vadim.
Cerco inexistente
Los anuncios del Gobierno central se quedan en palabras. Hay que salir del bastión insurgente y recorrer 25 kilómetros en dirección a Járkov para encontrar el primer puesto militar del Ejército ucraniano. Una veintena de hombres controlan cada coche, cavan trincheras y apilan sacos terreros para fortalecer la posición más próxima a Slaviansk, situada en Dolina, localidad que marca la frontera entre las provincias de Donetsk y Jarkov. No se puede detener el coche y los uniformados alertan de que han minado la zona para evitar ataques de los milicianos prorrusos.
En apenas unos minutos se llega a la barricada que da acceso a la autodenominada República Popular de Donetsk (RPD) en la que los encapuchados, uno de ellos con la camiseta de la selección de Ucrania, entregan a cada vehículo un panfleto sobre «el comienzo de la primavera rusa», es decir «la independencia a Donetsk». Portan armas más modernas que las fuerzas regulares, aunque no falta un vecino con una escopeta de caza. Pasada la barricada hay una zona de cafeterías y restaurantes que presenta un aspecto desolador. La tensión ha vaciado este nudo de comunicación clave entre Ucrania y Rusia y «aquí no para nadie, la gente tiene miedo y lo peor de todo es que esto va a durar mucho tiempo”, lamenta Natasha, dueña de uno de los cafés.
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