Los sindicatos declaran la guerra a Cristina Kirchner con una huelga general

La parálisis en el transporte, que incluyó el sistema de buses, el metro y los trenes, y el bloqueo de las principales vías de acceso a la capital, cumplieron el cometido de los convocantes de la protesta. Del lado del gobierno, el Jefe del Gabinete, Jorge Capitanich, la calificó como un piquete nacional con paro de transporte” y añadió que «no se puede recurrir a medidas antidemocráticas de impedir el acceso a trabajar».

Los sindicatos críticos, con el Gobierno, confiaban en que a lo largo de la jornada «el silencio» y el vacío en los puestos de trabajo y en las calles se impusieran. El transporte público, clave para el éxito de la convocatoria, no funcionará hasta la medianoche.

El líder del sector rebelde de la Confederación General del Trabajo (CGT) Hugo Moyano y el de la llamada CGT Azul y Blanca, el gastronómico Luis Barrionuevo, son los principales promotores de la convocatoria. Algunas de las razones de la misma, las enumeró Moyano. «Que las paritarias (convenios colectivos) no tengan techo», «que se actualice el mínimo no imponible» (impuesto sobre la renta para los que ganan más de 1.875 dólares), «un aumento de emergencia a los jubilados», «que la asignación universal (subsidio) sea para los hijos de todos los trabajadores», «que el dinero de las obras sociales no se lo quede el Gobierno» y que éste reaccioné frente a «la inseguridad», un problema que ocho de cada diez argentinos considera que ha aumentado.

Dicho de otro modo, los gremios peronistas críticos con el Ejecutivo denuncian la inflación (30 por ciento) que devora los salarios, quieren que los trabajadores y jubilados recuperen su poder adquisitivo con ingresos a la altura de las circunstancias y un sistema impositivo y de recaudación más beneficioso.

Los servicios afectados, además de los mencionados, incluyen el sector aeronáutico, con los vuelos naciones suspendidos y los internacionales reprogramados en su mayoría, el cese de la actividad judicial, el del sector agropecuario y entre otros, el cierre de la totalidad de los puertos marítimos y fluviales.

El Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, declaró que será «imposible medir el apoyo a un paro si el resto de los trabajadores que no lo quieren hacer, no tienen colectivos (autobuses), trenes, ni subte (metro)». Dicho de otro modo también, el Gobierno anticipa que no le va a dar gusto de reconocer un éxito que a estas horas parece anunciado.

El Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner publicó un anuncio a toda página en buena parte de los periódicos de tirada nacional. «Mañana (el jueves) la mayoría de los argentinos quiere trabajar». El «aviso» es una muestra de la preocupación que genera en el Ejecutivo la primera huelga general del año que amenaza con paralizar Argentina de norte a sur. La última fue el pasado noviembre y tuvo un alto acatamiento.

Los sindicatos que ahora no comulgan con el «kirchnerismo» (antes la mayoría eran sus aliados) advierten de que la jornada puede ser un botón de muestra de una serie de movilizaciones capaces de arruinarle, a la viuda de Néstor Kirchner, el año y medio que le queda al frente de la Casa Rosada.

Hugo Moyano y Luis Barrionuevo, son los cabecillas de la huelga que secundan la CTA (Central de Trabajadores de Argentina) de Pablo Micheli, agrupaciones de izquierda y otros sindicatos. De telón de fondo: la inflación que tritura los sueldos .

La clave del éxito anunciado de esta huelga está en el seguimiento, prácticamente en términos absolutos, del transporte. Autobuses, metro (parcialmente) y trenes suspenderán sus actividades. También el sector aeronáutico sufrirá el díade «brazos caídos», según la expresión brasileña. En esa línea las compañías aéreas comenzaron a principio de semana a reprogramar sus vuelos internacionales (los nacionales se suspendieron) con el fin de paliar los efectos de la convocatoria.

El paro afectará por tierra, mar y aire. Las embarcaciones de transporte fluvial y marítimo quedarán atracadas en puerto, las estaciones de servicio no recibirán combustible y la recolección de basuras no sucederá.

Los sindicatos prometen que el país será un páramoLas calles estarán desiertas de camiones de transporte de caudales, de mercancías o de estudiantes con uniforme, aunque los colegios abrirán sus puertas pero no penalizarán las ausencias. Los restaurantes, bares, discotecas y «boliches» no tendrán a sus empleados gastronómicos fichando. Argentina, prometen los sindicatos que convocan, será un páramo.

No obstante, el Gobierno insistía este miércoles: «Las actividades industrial, comercial, bancaria, docente y de servicios públicos (con excepción del transporte) no se adhieren a esta medida de fuerza, por lo que la actividad debe ser normal». Dicho esto, difundió un listado de medio centenar de organizaciones sindicales que no se suman al paro y exigió a los sindicalistas que cumplan con los servicios mínimos.

Jorge Capitanich, jefe de Gabinete, advirtió de que el Gobierno descontará los subsidios que otorga a aquellos servicios que hagan huelga.

El hombre clave para el éxito de esta «Día D» es Hugo Moyano, al frente de la Confederación General del Trabajo (CGT) rebelde y amo y señor, con sus hijos, del sindicato camionero. Moyano fue un estrecho aliado del Gobierno pero su relación comenzó un deterioro sostenido y sin pausa con la llegada de Cristina Fernández a la presidencia en 2007. Hasta entonces, se entendía bien con el expresidente Néstor Kirchner y con ella.

Moyano expresó su deseo de que no haya piquetes, «nadie se tiene que mover», advirtió a los suyos. «La huelga será sin movilizaciones, al estilo de las antiguas», matizó Pablo Micheli, al frente de la CTA. Sin embargo, más de trescientos delegados del sindicato industrial del neumático anunciaron que no acatarán esas instrucciones y saldrán a las calles.

Otro hombre importante de esta huelga general es Luis Barrionuevo, histórico «capo» del sindicato de la hostelería, jefe de la llamada CGT Azul y Blanca y figura emblemática del peronismo que aprecia en Cristina Fernández una imagen distorsionada del movimiento que fundó el general Juan Domingo Perón.

El Gobierno se encuentra en un momento delicado. Trata de enderezar el rumbo en un escenario complicado. La devaluación , el alza de los precios (inflación en torno al 30 por ciento), la retirada paulatina de los subsidios a los servicios públicos, el amago de transparencia de los datos oficiales y la reestructuración de la deuda, desde 2001, con el Club de París y los acreedores que no entraron en las sucesivas reestructuraciones, se enmarcan en este contexto.

En el sindicalismo, Cristina Fernández de Kirchner sigue contando con la alianza de la CGT oficial denominada «Balcarce», por ser ésta la calle donde tiene una de sus entradas la Casa Rosada aunque el alineamiento no es lo que era. Su líder, Antonio Caló , representante del sindicato de metalúrgicos, reconoció compartir algunas de las demandas de Moyano y Barrionuevo. Pero, pese a sus esfuerzos, limitados, no ha podido evitar que algunos de sus gremialistas se sumen a la huelga general .