Las nuevas casillas del tablero de Putin
La anexión de Crimea ha reactivado la vieja rivalidad entre Occidente y Rusia. Muchos observadores temen que haya sido solo el primer paso en el plan de Moscú de erigirse de nuevo en potencia expansionista
laura riestra
El presidente ruso, Vladímir Putin, firmó en una solemne ceremonia celebrada en la sala de Catalina la Grande en el Kremlin el pasado viernes la ley para la incorporación de la República de Crimea y del puerto de Sebastopol a Rusia. «Tenemos por delante mucho ... trabajo para la adaptación de Crimea y su integración en el sistema legislativo de la Federación de Rusia, en la economía y el ámbito social», subrayó entonces el mandatario ruso, sabedor de que su liderazgo se ha reforzado a nivel interno y empeñado en revestir con visos de legalidad lo que Occidente condena como una mera conquista militar.
Por su parte, el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, quiso hacer alusión a un relevante matiz: «Cuando se utilizan términos como anexión, considero que se ofende a los ciudadanos crimeos y a su derecho a expresar su voluntad». Lavrov se refería así al referéndum del pasado domingo, en el que un 97% de los crimeos se pronunciaron a favor de su reunificación con Rusia .
Fuera de Rusia las lecturas son muy diferentes. La ex secretaria de Estado de EE.UU. Madeleine Albright no dudó en valorar lo que está sucediendo a orillas del Mar Negro como un intento por parte de Putin de «recrear la Unión Soviética». Por su parte, el profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Rutgers en Newark, Alexander J. Motyl, augura que el líder ruso «no se detendrá en Crimea» .
Desde su llegada al poder en el año 2000, el objetivo de Putin ha sido bastante evidente: convertir a Moscú en un nuevo polo de poder capaz de frenar los ejes de Europa y Estados Unidos. De ahí que sean varios los analistas que vaticinen que el presidente ruso todavía dará más pasos. «El exasesor económico de Putin, Andrei Illarionov, cree que el Ejército ruso marchará sobre Kiev», añade Motyl.
Espíritu separatista
Consciente de que este riesgo existe, el Gobierno de Ucrania ha pedido que se envíen observadores de la misión de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) no sólo a Crimea, sino a otras regiones potencialmente conflictivas del este y sureste del país. De hecho, en Donetsk, Lugansk y Járkov la población rusoparlante se ha contagiado del espíritu separatista de los crimeos y en estas ciudades se ha incrementado el rechazo hacia las nuevas autoridades de Ucrania. «Se encuentran en la misma situación que Crimea. Allí un 75% de la población quiere unirse a Rusia», aseguró en el diario «Kiev Post» el viceprimer ministro de Crimea, Rustam Temirgaliyev.
El riesgo de «contagio» no se queda en Ucrania. Ya lo apuntó el ministro de Exteriores rumano recientemente en una entrevista con ABC : «Existe un riesgo de que estos desafíos se extiendan y no solo afecten a la cuestión de Crimea. Por parte rusa ha habido un claro interés en mantener su operación en Crimea y es fácil que eso suscite la preocupación de que nos encontremos con un anillo conectado de conflictos congelados desde Nagorno Karabaj hasta Abjasia y Osetia del Sur en Georgia… Ahora es Crimea y la tentación puede ser conectar todo esto con Transdniéster, en la República de Moldavia».
Transdniéster es un territorio separatista ubicado entre Moldavia -de la que se independizó en 1991- y Ucrania. Allí existe una mayoría de población étnicamente rusa y ya en 2006 realizaron un referéndum, no reconocido ni por la comunidad internacional ni por Moldavia, para reafirmar su independencia y respaldar un plan de anexión a Rusia. Es, por tanto, un Estado autoproclamado que a día de hoy mantiene un tenso enfrentamiento con Moldavia y, además, tal y como sucede con Crimea, es una zona en la que Rusia cuenta con tropas.
Otro caso delicado son los tres países bálticos -Estonia, Letonia y Lituania- que pertenecieron a la URSS y son miembros de la Unión Europea y de la OTAN desde 2004. También estas repúblicas albergan un alto porcentaje de habitantes de origen ruso. Por ello, todo lo que está sucediendo en Crimea se sigue con especial atención allí. La presidenta lituana, Dalia Grybauskaité, a su llegada a la cumbre convocada de emergencia por la situación en Ucrania, dio «gracias a Dios» por llevar diez años formando parte de la Alianza Atlántica. «Vemos que existe un intento, empleando la fuerza bruta, de redibujar las fronteras de los países europeos y destruir la arquitectura posterior a la guerra de Europa», alertó.
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