La nueva fiebre del oro en Sudáfrica
Bandas organizadas operan en minas abandonadas, un negocio que mueve cerca de 450 millones de euros al año
jaime velázquez
La tierra ocre de Roodepoort mancha los zapatos. Por cada tonelada de este polvo que arrastra el viento hay un gramo de oro. Es el «Main Reef» de Johannesburgo, el principal yacimiento que desató la fiebre a finales del siglo XIX y que se extiende ... de oeste a este a lo largo de 70 kilómetros hasta la localidad de Springs.
El hallazgo convirtió a Sudáfrica en uno de los principales productores del mundo de este metal precioso. Hoy, 125 años después, una nueva fiebre del oro se ha apoderado de la provincia de Gauteng. Decenas de mineros ilegales buscan cada día su golpe de suerte; el hallazgo que les permitirá salir de la pobreza en una comarca que roza el 30 por ciento de desempleo.
La minería ilegal aumenta al mismo ritmo que el cierre de las explotaciones comerciales de Sudáfrica y el despido de trabajadores debido a la bajada del precio del oro y el incremento de los costes de producción. Las minas ya no son rentables para las grandes compañías, pero el subsuelo esconde aún metal suficiente para la extracción a pequeña escala. Desde Springs a Roodepoort se puede ver a decenas de personas cargando con sacos de rocas, y en cada pequeño arroyo, una instalación para decantar el oro disuelto en los lodos.
Unas 6.000 minas abandonadas
Según un estudio del ministerio de Recursos Minerales, la extracción ilegal en las cerca de 6.000 minas abandonadas de Sudáfrica supone unas pérdidas en el sector que alcanzan los 450 millones de euros al año.
Un negocio que ha atraído a centenares de trabajadores de Sudáfrica, Lesoto, Zimbabue y Mozambique, pero también a bandas organizadas que pelean en el interior de las galerías o simplemente esperan a las puertas de los túneles para robar el oro a punta de pistola.
La Cámara de Minas, patronal del sector, ha estudiado la estructura de estas mafias, que abarcan desde el robo a mineros, la extracción ilícita, la compra directa y la venta en los mercados. Solo en la venta a nivel nacional, la patronal ha identificado hasta 17 bandas organizadas.
Cerca de 200 mineros ilegales quedaron atrapados el sábado pasado en el túnel de ventilación de una mina de oro abandonada cerca de Benoni, a escasos kilómetros de la localidad de Springs. Once de ellos fueron rescatados, pero el resto se negaron a salir por miedo a ser detenidos por la Policía.
Los furtivos excavaron una galería paralela al túnel de ventilación que quedó taponada por un derrumbamiento, aunque algunos de los mineros rescatados han asegurado que se enfrentaron con ladrones al regresar a la superficie.
Perdió a seis familiares en el túnel
Los mineros pasan semanas enteras bajo tierra, sin el equipamiento necesario, a temperaturas de 50 grados en minas abandonadas que carecen de ventilación y de las mínimas medidas de seguridad. El goteo de víctimas es continuado; por el derrumbe de las galerías, los gases, las caídas o los disparos.
Arch es un minero ilegal de Zimbabue. Vive en Springs, en el cuarto trasero de una casa; los ‘townships’ alrededor de las minas son demasiado peligrosos. «Si encuentras oro, tienes que ser muy rápido. Venderlo y llevarte el dinero a Zimbabue. Si alguien se entera, te robarán», asegura.
Arch perdió a seis familiares en un incendio que mató a 25 personas en el interior de una mina cercana al lugar donde el pasado sábado quedaron atrapados 200 mineros. Meses después regresó al túnel y encontró los cuerpos cubiertos de moho. «El gobierno tiene que ayudarnos. Nosotros solo llevamos guantes y botas de goma, pero ellos tienen equipamiento y podrían ayudarnos a sacarlos a la superficie».
El mayor riesgo en estos momentos, asegura Arch, son los ‘totsies’ (gangsters). «Te esperan a la salida del túnel y te roban a punta de pistola. Saben cuando vamos a subir porque ven las cuerdas moverse en la superficie». Algunos mineros han muerto por tratar de escalar las galerías si utilizar sujeción, como después explicará Godfrey Makomene, trabajador social en una ONG que trata de reducir los riesgos ambientales de la minería ilegal.
Aquellos que no desean correr los riesgos del trabajo subterráneo decantan la arena extraída en la superficie o los lodos de aquellos mineros que han procesado el oro en los talleres clandestinos de los townships.
Los decantadores de oro filtran toneladas de tierra cada día para obtener apenas un gramo del preciado metal. A final de mes, serán capaces de obtener entre 3.000 y 5.000 rands (335 euros), algo similar al salario de un trabajo no cualificado en Sudáfrica.
Pero la minería ilegal en superficie no está exenta de riesgos. Los ‘totsies’ también les roban a menudo, y en ocasiones, les obligan a trabajar en condiciones de esclavitud. «Nos llevaron a punta de pistola a trabajar en el interior de la mina –cuenta un minero mozambiqueño que excava la tierra junto a una mina abandonada de Roodepoort y que no quiere ser identificado-. Estuvimos una días bajo tierra sin comida ni agua, y cuando terminamos, se llevaron todo el oro».
En los ‘townships’ cercanos a las minas, la paciencia se agota. Los mineros ilegales utilizan y contaminan la poca agua disponible en estos asentamientos sin los mínimos servicios básicos. Junto a un túnel ilegal, un líder comunitario grita. «Estos pozo hay que cerrarlos. Tenemos violaciones y robos, y las bandas se pelean y matan entre ellos por el oro cada día».
Sin otras opciones
En uno de estos poblados junto a la localidad de Springs hay un taller de oro clandestino. Una decena de mineros de Zimbabue muelen las rocas hasta convertirlas en polvo y las procesan con mercurio hasta conseguir amalgamar el oro. El conglomerado se quema con un soplete hasta conseguir la preciada pepita.
«Es muy duro trabajar bajo tierra. A veces la linterna se apaga y no sabes donde estás. Otras veces te encuentras a hombres armados. Te pueden matar o tirarte al pozo después de robarte. Estamos asustados, pero no tenemos otra opción», explica un minero de Zimbabue que no quiere ser nombrado. «Somos de Zimbabue, no podemos encontrar trabajo y tenemos que enviar dinero a nuestras familias».
Godfrey Makomene trabaja con los mineros ilegales para tratar de reducir el impacto ambiental de la actividad. Los furtivos utilizan grandes cantidades de agua y productos químicos para el procesado de oro, contaminando los asentamientos improvisados.
«La minería ilegal no va a cesar hasta que se normalice la situación en países vecinos y se reduzca la pobreza. Quizá el Gobierno podría regularizar la extracción a pequeña escala a nivel comunitario», explica Makomene.
La minería ilegal continúa a ritmo imparable. El próximo mes volverá a haber furtivos atrapados en las galerías, y los arrestos, no pararán la actividad hasta que se reduzca la pobreza y el desempleo. Porque mientras haya oro, continuará la fiebre.
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