Los populares europeos buscan un candidato para la Comisión
Nadie quiere enseñar sus cartas y desgastarse antes de conocer sus posibilidades
Los populares europeos buscan un candidato para la Comisión
Cuando la canciller alemana Angela Merkel dijo el año pasado que, según el Tratado de Lisboa, «no es obligatorio» que los partidos comparezcan a las elecciones al Parlamento Europeo con un candidato explícito a presidir la Comisión Europea, fue porque era consciente de las dificultades ... que esa designación iba a presentar para su propia formación, el Partido Popular Europeo. Los dirigentes del centro-derecha deberán ponerse de acuerdo antes de la convención del 6 de marzo para designar a su candidato a la presidencia de la Comisión y a estas alturas, no lo tienen nada claro.
La última vez que se eligió a un presidente de la Comisión «a la antigua» fue en junio de 2004, cuando el portugués José Manuel Durao Barroso entró en la sede del Consejo como primer ministro de Portugal y salió como presidente del Ejecutivo comunitario. Entonces, el voto del Parlamento Europeo se daba por garantizado. No así cinco años después, cuando el portugués se había trabajado políticamente su reelección entre los dirigentes de los países miembros, pero tuvo que sudar para obtener la confianza de los eurodiputados.
La regla del Tratado de Lisboa dice que son los miembros del Consejo Europeo quienes nombran al presidente de la Comisión «teniendo en cuenta el resultado de las elecciones», puesto que después este debe ser aceptado por el Parlamento. El actual presidente de la Eurocámara, el socialista alemán Martin Schultz, ha sido el primero en lanzarse a la arena electoral, aprovechando además el acuerdo de gran coalición para gobernar Alemania. Lo que en última instancia le garantizaría el apoyo de Merkel en caso de que los socialistas ganasen las elecciones.
Pero Merkel y los demás jefes de Gobierno de centro-derecha (11 en total) prefieren ganar las elecciones y tener un presidente de la Comisión de su cuerda. Alguien con experiencia ejecutiva (algo que Shultz no tiene) y, a ser posible, uno de los actuales jefes de Gobierno. El primero en levantar la mano ha sido el luxemburgués Jean-Claude Juncker, que se quedó sin trabajo en otoño, después de una de las carreras políticas más longevas. Sin embargo, también ha sido el primer blanco de los ataques.
Sorprendentemente, estos venían de su sucesor al frente del Eurogrupo, el ministro de Finanzas holandés, Jeroen Dijsselbloem, que sacó a relucir la supuesta afición al alcohol del luxemburgués. Aunque se da por hecho que Dijsselbloem actuaba en nombre de la canciller alemana, que nunca se sintió cómoda con Juncker. A Merkel se le supone una preferencia por la actual directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) Christine Lagarde, lo que, de rebote, haría imposible la candidatura del también francés Michel Barnier, actual comisario de Mercado Interior. La de la también luxemburguesa y comisaria de Justicia, Viviane Reding, se considera una candidatura tentativa, no tiene respaldo conocido, pero espera una carambola.
El candidato discreto
En cuestión de idiomas, el candidato peor situado es el primer ministro polaco Donald Tusk, que solo habla su propia lengua, pero que representa los anhelos de los nuevos socios del Este de la UE que, hasta ahora, no han tenido nunca la posibilidad de dirigir la principal institución comunitaria. Otras teorías afirman, sin embargo, que lo que Tusk pretende es una compensación que le permita colocar, por ejemplo, a su ministro de Asuntos Exteriores, Radosław Sikorsky, como alto representante.
Al primer ministro finlandés Jyrki Katainen y al irlandés Enda Kenny se les atribuyen también aspiraciones, pero por ahora ninguno de los dos las ha puesto sobre la mesa. Al final, tal vez por azar, Kenny puede contar con cierta ventaja, por el hecho de que la proclamación se producirá en Dublín y, si lo que se busca es un gesto de acercamiento hacia los electores, nada mejor que hacerlo en casa.
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