la utopia escocesa
Alex Salmond se enfanga en su propia trinchera
La oposición denuncia la falta de realismo de su hoja de ruta independentista, y mujeres y trabajadores se resisten a apoyar el «Sí» en el referéndum que se celebrará en septiembre de 2014

Los movimientos independentistas tienden a soñar con fronteras y pasaportes nuevos. Recurren al poemario romántico para reescribir himnos nacionales. Prometen un mundo nuevo. Y afilan las espadas para cortar las cabezas de los reyes. Nada de eso hay en las 649 páginas que contiene el Libro Blanco para la independencia de Escocia , presentado este martes en Glasgow por el presidente nacionalista, Alex Salmond. Su hoja de ruta aclara que no habrá fronteras ; que quien quiera podrá guardar la doble nacionalidad; que en un escenario de independencia seguirían viendo la BBC ; y que no cambiará la hora. «Por puro sentido común, se mantendría el actual huso horario» , explican.
Por puro sentido común también, el nacionalismo escocés propone mantener a Isabel II como jefa de Estado de una Escocia independiente. En el proyecto de Salmond no hay guillotinas, ni odio, ni racismo . Por no haber, no proponen ni himno. Atrapado en su propia promesa electoral de convocar una consulta, y obligado a cumplirla por la histórica mayoría absoluta que obtuvo —contra todo pronóstico— en 2011, el líder del Partido Nacionalista Escocés se ve obligado a vender una independencia «light» con aires de confederación porque los sondeos indican que lo que los escoceses quieren es más autonomía.
Por ello, en lugar de asistir el martes al heroico nacimiento de una nación, con sus líderes ataviados a la manera de Sir William Wallace –la cara embarrada y falda escocesa de Mel Gibson en «Braveheart»–, el propio Salmond apareció con su «número dos», Nicola Sturgeon, «con aire de discretos y eficaces ejecutivos presentando un ejercicio de cambio de imagen corporativa, más que como excitadas comadronas», definió Rick Robinson, editor político de la BBC.
Salmond tiene margen para resolver los problemas tácticos más inmediatos de su proyecto. Las encuestas de los últimos tres meses dan, de media, una ventaja de 17 puntos al «No» a la secesión, un 49% de media frente al 32% . Si entre los hombres la diferencia es de nueve puntos, entre las mujeres el «No» gana por 69-31%, según el portal de referencia, « What Scotland Thinks ». Para ponerle rostro femenino a la independencia, Salmond compartió el protagonismo al 50% con Sturgeon, su vicepresidenta, y la pareja centró su propuesta en algo muy concreto, nada épico: 30 horas de guardería subvencionada para los hijos de tres y cuatro años.
Pero el sentido común y el olfato político no le bastan para dar respuesta satisfactoria a los interrogantes estratégicos que plantea su propuesta. Como denunció el miércoles la líder de la oposición laborista en el Parlamento escocés, «el Libro Blanco es incapaz de avanzar qué moneda tendría una Escocia independiente» , dijo Johann Lamont. El gobierno central ha repetido que la unión esterlina que propone Salmond es «muy, muy difícil». «Si se van del Reino Unido, se van de la libra», dijo Alistair Carmichael, ministro para Escocia de Cameron. Es posible que haya mucho de estrategia y de teatro. Pero las dudas económicas que plantea el sueño independentista minan el proyecto de Salmond. Sobre todo si se tiene en cuenta que «el futuro de la economía» es el factor principal para el 56% de quienes apoyan el «No» y el 65% de los indecisos.
El nacionalismo denuncia que el año pasado cada escocés pagó 12.800 euros de media en impuestos frente a 10.800 en Reino Unido. La oposición contesta que los ingresos por el petróleo del Mar del Norte serán inferiores y la deuda pública y el déficit superiores a las predicciones del Libro Blanco. «Lo que no se puede hacer es asumir el escenario más optimista y darlo por hecho en tus cálculos», denuncia Alistair Darling, exministro de Finanzas laborista y portavoz de la campaña «Mejor juntos». La incertidumbre de la secesión, por muy «light» que sea, es aún mayor en lo relacionado al estatus internacional de Escocia, un país de 5,3 millones de habitantes que representa el 9% del PIB británico.
Mensaje a Mas
La advertencia del presidente Rajoy de que una Escocia independiente se quedaría fuera de la UE –reiterada al unísono el viernes con Cameron en Lituania– alcanzó las tierras altas, medias y bajas de Escocia. El mensaje es el mismo al proyecto de Artur Mas. Y hasta ahí llegan los paralelismos. El propio Salmond situaba en enero la vía independentista escocesa «en otro contexto que Cataluña» . Irónicamente, frente a las claras dificultades de la vía separatista escocesa, la profundización en una autonomía «a la española» recaba un apoyo de más del 70% de los escoceses.
Los analistas coinciden en que si los unionistas pusieran sobre la mesa una ampliación de las competencias del Parlamento escocés, que solo controla el 7% de los tributos (se elevará al 15% en 2016), la aventura independentista quedaría olvidada. Pero conservadores, laboristas y liberales quieren arrinconar a Salmond en su propia trinchera. «Si les dejamos hablar de nuestras políticas en lugar de las suyas, les daríamos una ventaja táctica», admite a este periódico el ministro Carmichael. Diez meses son mucho tiempo. Y Salmond es un líder político muy popular en un territorio que es nación desde hace siglos, con su sistema legal, sus iglesias y sus selecciones deportivas, con lo que cualquier detonante podría inclinar la balanza. «Que Inglaterra gane el Mundial de Fútbol , por ejemplo», asegura con ironía un empleado de una multinacional en Glasgow sobre un proceso que va más de guarderías que de Braveheart.
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