italia
Giusi Nicolini, una ecologista frente al horror en Lampedusa
La alcaldesa agita conciencias a la vez que dirige una isla desbordada por el horror: «¿Cómo de grande tiene que ser el cementerio en mi isla?», le preguntaba ya en febrero a las autoridades europeas
guillermo d, olmo
Primero fueron diez muertos, luego treinta, luego... Luego, Giusseppina Maria Nicolini , la alcaldesa de Lampedusa y Linosa, comprendió que la tragedia cotidiana a la que los apenas 5.000 habitantes de su isla están dramáticamente acostumbrados iba a alcanzar el miércoles proporciones desoladoras. ... Su voz fue la primera que alertó de que los servicios de asistencia estaban desbordados, la primera que advirtió al mundo que esta vez no podría mirar para otro lado: «Es un horror. No dejan de llegar barcos y descargar muertos. Los medios de comunicación tienen que venir a ver esto. Es impresionante».
No era la primera vez que la ecologista Giusi, así acorta su nombre, llamaba la atención sobre el goteo permanente de muerte que afronta a diario su comunidad. Elegida en mayo de 2012, esta veterana activista de la defensa del medio ambiente, había enviado ya el pasado febrero una carta abierta a las autoridades europeas en la que recurría a un caso real para tratar de aguijonear las conciencias de los burócratas de Bruselas : «No alcanzo a comprender cómo una tragedia así puede ser considerada normal, cómo se puede apartar de lo cotidiano la idea de que, por ejemplo, once personas, entre ellas ocho jovencísimas y dos chavalines de 11 y 13 años puedan morir todas juntas durante un viaje que debería haber sido para todas ellas el inicio de una nueva vida». De la embarcación cuyo fatal ejemplo esgrimió la regidora, «hemos salvado a 76, pero eran 115 y el número de muertos es siempre muy superior al número de cuerpos que devuelve el mar». La carta terminaba con la demoledora pregunta de «¿Cómo de grande tiene que ser el cementerio en mi isla?».
No hubo suerte. La carta de Nicolini no surtió efecto y la prueba son las decenas de sacos de plástico que, con seres humanos dentro, se apilaban en una jornada negra el muelle de Favarolo de una isla consternada. El resumen, a lo que pasa cada día, a la nula respuesta a la demanda de la alcaldesa, a lo de ayer, lo puso el Papa Francisco I en una frase, una sola frase, que define la talla de un líder espiritual: «Es una vergüenza». Quizá la suya sea una voz más atronadora para los dirigentes mundiales.
Nicolini, exdirectora de la Reserva Marina de la zona, conquistó la Alcaldía al frente de una candidatura centrada en frenar los excesos urbanísticos y en la defensa de los ecosistemas del Mediterráneo, el mismo mar del que ella y sus convencinos rescatan ahora cuerpos muertos a escala industrial, una deprimente tarea para la que exigió la ayuda del primer ministro Enrico Letta: «Venga aquí a contar muertos conmigo, dé la cara frente al horror». Letta respondió con una llamada telefónica en la que agradeció a los habitantes de la isla «cuanto han hecho y cuanto están haciendo» y en la isla aterrizó su vicepresidente Angelino Alfano. ¿Hasta la próxima?
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