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El viaje a Lampedusa: sueños tornados en pesadillas

Eritreos y somalíes ejemplifican un viaje hacia la esperanza que, solo en 2011, dejó al menos 1.500 ahogados o desaparecidos

El viaje a Lampedusa: sueños tornados en pesadillas afp

EDUARDO S. MOLANO

Extorsionados, engañados y torturados. La reciente tragedia en Lampedusa vuelve a arrojar al foco mediático (al menos durante unas horas) la dramática situación de los emigrantes subsaharianos. Víctimas, todos ellos, de un sueño que comúnmente se torna en pesadilla.

Especialmente significativos son los caso de Eritrea y Somalia, países de origen de buena parte de los fallecidos. En la actualidad, se estima que cerca de 1.500 eritreos huyen cada mes de su país , a pesar de la orden de «disparar a matar» con la que cuentan los guardas fronterizos, así como los inmensos peligros que suponen las rutas de escape.

En este sentido, la gran mayoría optará por cruzar las aguas del Mar Rojo desde la vecina Yibuti. ¿El lugar comúnmente elegido por los inmigrantes eritreos, somalíes o etíopes? Su punto más corto en ruta hacia Yemen: Bab al Mandeb (o «la puerta de la pena/dolor»).

Sin embargo, una vez en tierra, la miseria continúa. La mayoría de estos inmigrantes ( cuyo destino final suele ser Arabia Saudí ) suelen ser explotados o agredidos sexualmente por mafias sin escrúpulos. Solo en Haradh, localidad fronteriza en destino al sueño saudí, las organizaciones humanitarias locales estiman que existen hasta «200 campos de tortura» de inmigrantes.

Otros, en cambio, habrán optado por no abandonar el continente: a día de hoy se calcula que 15.000 solicitantes eritreos de acogida viven en el Cuerno de África. De igual modo, el campo de refugiados de Dadaab, el mayor del mundo , cuenta con hasta 400.000 «inquilinos» , la mayoría de ellos, somalíes.

Pero, como ha demostrado la tragedia de Lampedusa, destinos como Yemen, Arabia Saudí o el Subsahara no son las únicas alternativas para la miseria.

En julio, la agencia de la Naciones Unidas para los refugiados (Acnur) ya advertía que cerca de 8.400 personas migrantes y solicitantes de asilo desembarcaron en las costas de Italia y Malta en los primeros seis meses de este año, principalmente, desde Libia.

El país de origen de la mayoría de ellos tampoco sorprendía: Eritrea y Somalia.

Escasa probabilidad de éxito

Pero basta echar un vistazo a las cifras para comprobar la lotería de esta odisea:

Solo en 2011, al menos 1.500 inmigrantes irregulares y refugiados se ahogaron o desaparecieron al intentar cruzar el Mar Mediterráneo hacia Europa. El sangriento número contrastaba con el anterior récord, que databa de 2007, cuando 630 personas fueron reportadas muertas o desaparecidas.

Curiosamente, a la hora de analizar este espectacular crecimiento, l a fecha de 2011 es más que clarificadora . Ese mismo año, al menos 260.000 personas perdieron la vida durante la hambruna que asoló Somalia. De igual modo, en los primeros noventa días (la crisis fue anunciada de forma oficial en julio), fallecieron más de 29.000 niños menores de cinco años.

Porque entonces, como ahora, la única alternativa ante la miseria era echarse al mar.

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